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Columna de Astronomía | La pelea para que David Bowie tenga una estrella en el cielo

Aunque algunos cuerpos celestes tienen nombre populares, los nuevos bautizos tienen que seguir reglas estrictas y los astrónomos tienen la última palabra.

30 de Noviembre de 2016 | 09:19 | Por Franz Bauer
Por Franz BauerAcadémico del Instituto de Astrofísica de la U. Católica de Chile

Doctor en Astronomía de la Universidad de Virginia (EE.UU.). Fue investigador postdoctoral en la Universidad del Estado Pennsylvania (EE.UU), Universidad de Cambridge (Inglaterra) y Universidad de Columbia en Nueva York (EE.UU). Profesor asociado del Instituto de Astrofísica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, miembro del Centro de Astro-Ingeniería UC e investigador del Instituto Milenio de Astrofísica y del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines (CATA).

Tras la muerte de David Bowie sus fans circularon en internet una petición para que algún astro fuera nombrado en su honor. El argumento detrás se basa en que es el artista pop que mejor ha logrado fusionar la ciencia, la ciencia ficción y la música, y su exitoso álbum "Space Oddity" logró humanizar a los astronautas como nadie tras el alunizaje del Apolo 11. Y durante su carrera escribió decenas de canciones de "otros mundos", incrementando la obsesión por el espacio.

Aunque la petición de los fans terminó con una nueva constelación —que tiene forma de rayo— bautizada con el nombre de Bowie, este es solo simbólico ya que la Unión Astronómica Internacional (IAU) es la única con la autoridad mundial para dar los nombres a todos los objetos celestes (como constelaciones, astros y cualquier característica en sus superficies).

La IAU nació en 1919, en parte justamente para estandarizar el caos que había con los nombres estelares, particularmente con los planetas y sus características, y para que tanto los astrónomos como el público general utilizaran las mismas denominaciones. Hoy los nombres de los objetos de "naturaleza principalmente científica" son votados en asambleas generales por los cerca de los 12.500 astrónomos miembros de la IAU.

La IAU tiene lineamientos bastante específicos para los nombres. Por ejemplo, estos deben ser claros, no ambiguos, y deben ajustarse a lo que realmente describen. Prueba de esto es la controvertida degradación de Plutón a planeta enano en 2006. El cambio fue por el descubrimiento de docenas de planetas enanos lo que aumentó el conocimiento sobre ellos y los diferenció de los planetas. Plutón comparte muchas más características con los primeros, por ello el cambio de estatus.

Hoy los nombres de los objetos de "naturaleza principalmente científica" son votados en asambleas generales por los cerca de los 12.500 astrónomos

Franz Bauer
Además, todos los nombres deben adherir al principio de inicialismo, es decir los nombres más antiguos y utilizados son los elegidos. Por ejemplo, la estrella alpha UMi' (la más brillante en la constelación Osa Menor) oficialmente se llama Polaris, aunque ha sido bautizada como Alruccabah, Angel Stern, Cynosura, Lodestar, Mismar, Navigatoria, Estrella del Norte, Phoenice, Estrella Polar, Estrella de Arcady, Tramontana y Yilduz. Pero el problema es que el concepto de inicialismo es totalmente relativo y arraigado en un pasado cultural muy particular.

Pensemos en las 88 constelaciones oficiales. 48 de ellas, la mayoría en el hemisferio norte, fueron identificadas por el astrónomo griego Ptolomeo (c.100-168). En tanto que el resto, predominantemente en el hemisferio sur, fueron nombradas por los europeos cuando comenzaron a navegar por el globo y se encontraron con cielos poco familiares. Muchas recibieron nombres de animales, como jirafa, pez volador, camaleón, lince, y mosca, en tanto Nicolas-Louis de Lacaille (1713-1763) bautizó a más de una docena con nombres de herramientas innovadoras de su época.

Obviamente las constelaciones famosas como Orión "el cazador", "la Cruz del Sur", o los signos del zodiaco están tan completamente arraigados en nuestro léxico que parece imposible llamarlos por otro nombre. Pero muchas otras son ajenas a nuestra vida moderna: Antlia (bomba de aire neumática), Caelum (herramienta del escultor), Octante o Auriga. Aunque no estoy abogando por una reforma radical, creo que muchos podrían tener apodos más interesantes como "futbolista", "iPhone", o "pisco sour".

Así, tal vez, en el futuro los astrónomos podrían revisar nuevamente la importancia de los nombres históricos de las constelaciones y el rayo de Bowie podría finalmente ser inmortalizado en el cielo en forma oficial.

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