SANTIAGO.- Desde hace un par de años, la atención de los fabricantes de teléfonos ya no se centra sólo en los equipos más caros, dedicándole cada vez más recursos al desarrollo de equipos de un segmento medio, que buscan ofrecer buenas prestaciones a un precio más bajo.
Uno de los responsables de este auge es el Moto G, un teléfono lanzado en 2013 y que buscaba eliminar la noción de que si un teléfono tiene un precio inferior al de los tope de línea, ofrecerá una mala experiencia.
Cuatro años después, Lenovo (ahora dueña de Motorola Mobility) presentó la quinta generación del equipo, Moto G5, que incluye dos modelos: G5 estándar y G5 Plus. Pudimos probar el último y estas son nuestras impresiones.
Acertadamente, Lenovo no trata de reinventar un concepto que ha dejado al Moto G como uno de los teléfonos más exitosos del mundo, y en vez apunta a mejorar algunos aspectos del dispositivo que merecían algún cambio o que hacen que la experiencia se sienta más premium. Esto último se ve particularmente en el cambio hecho en materialidad, dejando atrás el plástico usado en las primeras cuatro generaciones y adoptando una construcción principalmente metálica. Esto hace que el G5 se sienta como un teléfono más caro.
El rendimiento se mantiene en el mismo nivel, respondiendo muy bien a casi cualquier tarea que se le pida. Esto gracias al uso del chip Snapdragon 625 (el mismo utilizado en el bien recibido Moto Z Play) y de una versión casi pura de Android Nougat, la última versión del sistema operativo y que en cuanto a diseño muestras las mismas características que los equipos Pixel de Google. Quizás el único punto débil en cuanto a funcionamiento está en la memoria RAM: a veces los 2 GB que incluye pueden parecer poco.
Otro cambio importante está en el lector de huellas dactilares, ubicado desde la versión G4 en el frente del teléfono. Pero esta vez este sensor también puede actuar como botón de inicio, reemplazando a los tradicionales botones para regresar, ir al Home o abrir el menú multitareas. Tal como lo hizo Huawei en su P10, el sensor opera a través de gestos, aunque en este caso, son mejor logrados e integran la cada vez más útil herramienta para poner dos aplicaciones en la pantalla al mismo tiempo.
Las otras modificaciones son menores, pero representan evoluciones que se agradecen. La cámara logra mejores resultados, aunque en situaciones de poca luz la captura sigue siendo poco confiable (mención aparte a la capacidad de grabar video en 4K, algo poco común en este segmento de precio). Un punto extraño es el diseño circular de la cámara en la parte trasera del teléfono, que probablemente tiene su origen en el look de los modelos Moto Z del año pasado, donde el círculo de la cámara tenía una función (sostener los accesorios Moto Mods). Aquí parecer ser sólo una decisión de diseño.
También destaca la nueva versión del sistema de carga TurboCharge, que en el caso del G5 Plus promete hasta seis horas de uso con sólo 15 minutos enchufado a la corriente. Es un avance que, sumado a una batería de 3.000 mAh y una buena administración de energía, elimina la ansiedad relacionada a la carga. El único punto negativo de esto es el uso del puerto microUSB para la carga, uno que está desapareciendo del mercado y que deja al Moto G pegado en el pasado.
Con el Moto G5, Lenovo no reinventa el concepto. No tenía que hacerlo. Pero con modificaciones como el uso del metal en la construcción hace que un teléfono que ya ofrecía buenas características de uso se sienta más premium, sobre su rango de precio. A $250 mil fuera de todo contrato, el G5 Plus es más caro que otras versiones del Moto G (aunque mantiene el precio del año pasado), pero sigue siendo más económico que los equipos que superan los $700 mil y una de las mejores alternativas en el actual mercado móvil.