EMOLTV

Columna de Astronomía | ¿Por qué la Luna nunca se da vuelta?

Debido a la gravedad, planetas y satélites naturales bailan en una danza que con el tiempo los hace mostrarse mutuamente la misma cara.

21 de Junio de 2017 | 09:34 | Por Manuela Zoccali
Por Manuela ZoccaliAcadémica del Instituto de Astrofísica de la U. Católica de Chile

Doctora en Astronomía de la Universidad de Padova (Italia). Fue investigadora postdoctoral del European Southern Observatory en Múnich (Alemania). Profesora titular del Instituto de Astrofísica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, investigadora del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines (Basal-CATA) y directora del Instituto Milenio de Astrofísica (MAS).

Uno de los discos más famosos de cuando yo era (muy) niña, "The Dark Side of the Moon", de Pink Floyd, debe su título a un concepto erróneo pero muy popular. La Luna no tiene una cara oscura, sino que toda su superficie recibe la luz del Sol en algún momento. Un "día" lunar –o el tiempo en que el Sol se demora en volver en la misma posición en el cielo lunar– es de casi 30 días terrestres.

Lo que sí es cierto es que la Luna tiene una cara oculta, invisible para nosotros. Es decir: la Luna le muestra a la Tierra siempre la misma cara. El fenómeno se llama acoplamiento de marea, o rotación síncrona, y es muy común tanto en el Sistema Solar como entre las estrellas binarias más cercanas entre sí. Los mayores satélites de Júpiter y de Saturno, por ejemplo, hacen lo mismo con sus respectivos planetas. También hay casos extremos como Plutón y su satélite Charon donde ambos se ofrecen siempre la misma cara, como si estuvieran siempre mirándose a los ojos.

Mucho tiempo atrás la Luna rotaba más rápido que ahora, ofreciéndole a la Tierra una cara distinta todo el rato

Manuela Zoccali
Para entender a qué se debe el acoplamiento necesitamos recordar que la fuerza de gravedad depende fuertemente de la distancia entre dos cuerpos (disminuye al aumentar de la distancia al cuadrado). La Tierra –por ejemplo– tira más fuerte la cara visible de la Luna, pero menos fuerte la cara posterior porque ésta se encuentra un poco más lejos. Como consecuencia, la Tierra "estira " a la Luna deformándola como si fuera una pelota de rugby. De esta forma, en la superficie de la Luna se forman dos bultos, uno mirando a la Tierra y el otro al lado opuesto. Lo mismo hace la Luna con la Tierra, provocando zonas de altas mareas (los bultos) en lados opuestos de nuestro planeta.

Mucho tiempo atrás la Luna rotaba más rápido que ahora, ofreciéndole a la Tierra una cara distinta todo el rato. Por ello, la pobre Tierra tenía que abultarle una cara distinta cada vez, y esto le tomaba tiempo y esfuerzo: ¡La Luna no era tan blanda! Lo que ocurría, entonces, era que el bulto recién creado por la Tierra en la cara visible de la Luna comenzaba a desalinearse -debido a la rotación del satélite - antes de que el planeta lograra volver a crearlo un poco más allá. Pero este bulto, si bien un poco desalineado, estaba más cercano a la Tierra que cualquier otra parte de la superficie de la Luna, y por ello el planeta lo tiraba muy fuerte hacía sí. De a poco, tirando este bulto, la Tierra logró frenar la rotación de la Luna de manera que, finalmente, un mismo bulto estuviera siempre mirándola. Así se ahorró el trabajo de deformar a la Luna en una dirección distinta cada vez. La naturaleza siembre busca el camino de mínimo esfuerzo, o mínima acción, como dicen los científicos.

La Luna alcanzó el acoplamiento de marea con la Tierra mucho tiempo atrás debido a su pequeña masa. Con el tiempo la Tierra también terminará ofreciéndole siempre la misma cara a la Luna, y las dos girarán como tomadas de las manos. Pero esto ocurrirá mucho después de que el Sol se haya muerto.

    Columnas anteriores