EMOLTV

Columna de Astronomía | La máquina de Antikythera y la revolución olvidada

La astronomía es un ejemplo de cómo lo aprendido puede quedar sepultado por generaciones y, a veces, para siempre.

19 de Julio de 2017 | 09:34 | Por Alejandro Clocchiatti
Por Alejandro ClocchiattiAcadémico del Instituto de Astrofísica de la U. Católica de Chile

Doctor en astronomía de las universidades Nacional de La Plata (Argentina) y Texas en Austin (EE.UU.). Fue investigador postdoctoral en el Observatorio Interamericano de Cerro Tololo. Actualmente es profesor titular del Instituto de Astrofísica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, e investigador del Instituto Milenio de Astrofísica y del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines (CATA).

¿Cuándo fue que descubrimos la ciencia y que ésta comenzó a influir en la tecnología? Siendo conservadores diríamos que fue con Newton (1690s). Siendo revolucionarios, con Copérnico (1540s). Pero la respuesta parece ser: mucho antes. La "ciencia moderna" apareció primero en la era helenística, en instituciones de los reinos herederos del imperio de Alejandro Magno.

Una de estas instituciones más conocida fue el museo y biblioteca en Alejandría (Egipto, 295 AC–391 DC). Pero existieron sitios parecidos en Pergamo, Siracusa, Rodas y Atenas. Tan importante como los centros y su cultura de indagación fue la comunicación entre ellos. Las visitas académicas eran frecuentes y el intercambio epistolar intenso. Esa comunidad de aprendizaje multinacional incluyó, entre otros, a los primeros científicos famosos como Euclides, Aristarco, Eratóstenes, Arquímedes e Hiparco, quienes sentaron las bases de las matemáticas, la astronomía y parte de la física que conocemos hoy.

En el siglo II AC había personas que entendían el principio de inercia y que la Tierra y el Sol ejercían una fuerza de gravedad

Alejandro Clocchiatti
Pero hicieron más. A diferencia de los filósofos helénicos clásicos, los científicos helenísticos cultivaron las áreas experimental y aplicada. Herón de Alejandría (62 DC) describió máquinas cuasi modernas como expendedores automáticos de bebidas, bombas con válvulas y pistones, teodolitos o motores de vapor. Pero el ejemplo más llamativo es el mecanismo de Antikythera, un sistema de relojería descubierto entre los restos de un naufragio del siglo I AC en el mar Egeo. La reciente reconstrucción de la máquina nos develó que se trataba de una computadora de posiciones planetarias de precisión exquisita. Recién en el siglo XIV recuperamos la capacidad de fabricar esta clase de mecanismos.

¿Qué pasó en el siglo I que nos olvidamos de los desarrollos de los 300 años previos? La respuesta corta es "el Imperio Romano". Al tiempo que los reinos helenísticos consolidaban sus academias, la República Romana iniciaba su historia de expansión agresiva, acumulando territorios y poder hasta dominar la cuenca del Mediterráneo. Cuando en Rodas se construían máquinas como la de Antikythera, Roma terminaba la conquista de Egipto y se transformaba en un imperio.

Aunque los romanos valoraban la cultura heredada de Grecia y trasplantaron algunos de sus íconos a sus centros imperiales, fueron incapaces de reproducir los circuitos de aprendizaje que habían permitido trasmitir conocimiento científico entre generaciones. Entre otras medidas fatales, secuestraron a muchos académicos de instituciones helenísticas y los llevaron esclavizados para trabajar como escribas, traductores o instructores de los hijos de dirigentes, militares o ciudadanos ilustres, destruyendo así las antiguas redes de educación.

Un puñado de eruditos romanos intentó preservar la tradición académica evidenciada en los manuscritos que los militares habían traído a sus bibliotecas y que, poco a poco, se iban deteriorando. Pero, tristemente, carecían de la formación necesaria para entender lo que leían. Los historiadores actuales hacen autopsias interpretativas tratando de extrapolar qué era lo que los científicos helenísticos sabían, leyendo fragmentos de comentarios críticos escritos por romanos sobre textos que llegaron a leer pero no a comprender. Las conclusiones son asombrosas: En el siglo II AC había personas que entendían el principio de inercia y que la Tierra y el Sol ejercían una fuerza de gravedad (conceptos que Europa recién consolidó en el siglo XVII).

La sofisticada máquina de Antikythera es un ejemplo tangible del retroceso cultural en que podemos caer cuando perdemos la capacidad de educarnos a nosotros mismos en las áreas de frontera. La antigua computadora astronómica nos demuestra que el conocimiento acumulado por generaciones no sirve de nada cuando en algún punto se pierde la capacidad de entenderlo. Los científicos helenísticos produjeron una revolución científica que fue ignorada por 18 siglos. No podemos darnos el lujo de otro retroceso semejante si queremos prosperar en este universo.

    Columnas anteriores

EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?