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Columna de Astronomía | Eventualmente, una aurora se verá en Santiago

En 1859, una bella aurora se hizo notar en los cielos de nuestra capital. Si no nos preparamos, la próxima podrá venir acompañada de catástrofes.

16 de Agosto de 2017 | 09:34 | Por Márcio Catelan
Por Márcio CatelanAcadémico del Instituto de Astrofísica de la U. Católica de Chile

Doctor en astronomía de la Universidad de São Paulo (Brasil), y fue investigador postdoctoral del Centro Espacial Goddard de la NASA y de la Universidad de Virginia (EE.UU.). Actualmente es profesor titular del Instituto de Astrofísica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, miembro del Centro de Astro-Ingeniería UC, lidera el área “Vía Láctea y Grupo Local” del Instituto Milenio de Astrofísica y es investigador del Centro de Astrofísica y Tecnologías Afines (CATA).

Las auroras son eventos que frecuentemente iluminan los cielos nocturnos en regiones de altas latitudes geográficas del hemisferio norte. Éstas también ocurren en el sur, pero son menos vistas porque las regiones pobladas en latitudes equivalentes en nuestro hemisferio son muchísimas menos.

En el remoto 1859, se avistó una aurora no sólo desde el extremo sur de nuestro continente, sino también desde Santiago, Valparaíso y Concepción. En el otro hemisferio, el mismo despliegue colorido en el cielo se pudo apreciar desde sitios igualmente inusuales, como Hawái, Cuba y El Salvador.

Tales eventos son causados por la interacción entre el campo magnético de la Tierra y el llamado viento solar, constituido por partículas cargadas emitidas por el Sol. Cuando esas partículas interactúan con el campo magnético de la Tierra, se generan las multicolores auroras, pero también las llamadas tormentas geomagnéticas. Éstas suelen coincidir con los períodos de máxima actividad solar, cuando hay un aumento en el número de manchas que cubren la superficie del Sol, causadas por el comportamiento de su magnetismo. La morfología e intensidad del campo magnético solar cambian cíclicamente, con un periodo de 11 años, lo que se conoce como "ciclo solar" o "ciclo de Carrington". También en homenaje a Richard C. Carrington, un astrónomo amateur inglés, y como consecuencia de sus observaciones clave realizadas en la época, el mismo evento de 1859 quedó conocido como "Evento Carrington".

Esto no es ciencia ficción, sino que eventos así, aunque sean escasos, sí ocurrirán nuevamente, y más vale que estemos preparados, aunque los costos puedan ser altos

Márcio Catelan
Aunque algunas auroras adicionales se han registrado a bajas latitudes desde entonces, el evento de 1859 se destaca por estar asociado a la que posiblemente haya sido la más grande tormenta geomagnética jamás registrada. Aunque haya embellecido los cielos, esa tormenta también generó enormes problemas en las incipientes redes de comunicación global (telegráficas) de aquel entonces.

Se estima que, cada 100 años aproximadamente, ocurren eventos de esa magnitud, aunque sea imposible predecirlos con exactitud. En 2012, escapamos por poco. Eventos de menor intensidad sí se han registrado, como en el caso de la tormenta de 1989. Ésta dejó a la provincia de Quebec, en Canadá, por varias horas a las oscuras, y también generó problemas en otras partes del planeta.

¿Qué pasaría si ocurriera un nuevo "Evento Carrington"? Muchas de sus consecuencias, que abarcan desde la comunicación satelital hasta la producción y conservación de alimentos, podrían ser catastróficas. La esencia del problema es que, actualmente, dependemos mucho y más críticamente de la electricidad que en el siglo XIX, pero ésta podría, repentinamente y por un largo intervalo de tiempo, dejar de estar disponible. La falta de energía eléctrica generaría efectos cascada que nos podría poner, como humanidad, de rodillas frente al inmenso poder del "astro-rey". Lo ocurrido en Quebec nos entregó lecciones sobre cómo disminuir los efectos dañinos de estos eventos, y algunas sí se han aprendido.

Sin embargo, queda mucho por estudiar, a nivel de potenciales impactos y medidas de prevención, especialmente para eventos de mayor magnitud como el de Carrington, como fue discutido en el reciente simposio sobre Clima Espacial de la NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration, de EE.UU.) ocurrido en Colorado, EE.UU. En ese sentido, es necesario generar conciencia en las autoridades y la población de que esto no es ciencia ficción, sino que eventos así, aunque sean escasos, sí ocurrirán nuevamente, y más vale que estemos preparados, aunque los costos puedan ser altos. También se ha avanzado en este sentido, principalmente en países desarrollados, con comisiones gubernamentales especialmente constituidas para establecer los impactos y definir formas de mitigación. Cuando ocurra el próximo "Evento Carrington", ojalá estemos preparados, también aquí en Chile, para enfrentarlo en forma adecuada.

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