Se acaba la fiesta y los recién casados que nunca que han convivido, parten felices a la luna de miel. Ahí comienzan ha experimentar las primeras angustias que produce adaptarse al otro, que por mucho que se le conozca, puede tener patrones de conductas diferentes al propio.
Los ajustes pueden demorar un tiempo. Es más, años, y algunas parejas pasan esta etapa con éxito y otras, fracasan en el intento.
La mayor cantidad de parejas jóvenes que se acercan a la consulta del sicólogo y terapeuta de parejas Fernando Coddou van angustiadas por el fuerte cambio que viven al pasar del pololeo al matrimonio. Al casarse se encasillan mutuamente en determinados roles. Aparece el miedo de que la pareja se transforme en mi mamá o mi papá.
Así es como al poco tiempo dejan de dialogar y de conversar, transformando fácilmente las primeras peleas y discusiones en ver al otro como un contrincante. Surgen las primeras dudas y piensan, ¿cómo intervendrá mi mujer o mi marido en mi libertad, autonomía, independencia y estilo de vivir? Se les cae el matrimonio como un tremendo peso, sienten que se les acabó el recreo del pololeo y ahora hay que llevar una casa, trabajar, ser padres, juntar plata: la responsabilidad.
Recomienda, ante tanto peso y seriedad, permitirse un cierto nivel de locura. Atreverse a hacer el amor dentro y fuera de la cama, a partir al Cajón del Maipo por el día, dejar a los hijos e irse por un fin de semana. Hay parejas que se atreven, que dicen pasémoslo bien y no se sienten ridículas.
| De golpe |
Andrés, de 28, llevaba seis años pololeando con Francisca, de 26, cuando decidió que quería casarse. A un año de su matrimonio, siente a ratos que se equivocó y que es una de las cosas más duras que le ha tocado vivir. "Hasta la luna de miel todo era espectacular, armamos el departamento, invitábamos a nuestros amigos a comer a la casa, cada uno aportaba con su sueldo, salíamos al cine, fuera de Santiago. Era como si pololeáramos, pero después de dos meses de casados, la Fran se convirtió en una bruja chica y ahora nuestro matrimonio es una eterna pesadilla, una rutina que no creo que cambie. Llego a la casa, me tiene la comida servida en el comedor, nos acostamos en la cama y con ella me siento más solo, no nos comunicamos".
Revela que cuando invita a sus amigos a la casa, ella se encierra en su pieza y no le habla en varios días. "Siento que es como mi mamá, me controla todo el rato. Se puso fome, ya ni sale con sus amigas, a la única que ve es a su mamá. Tampoco creo que lo esté pasando bien pero ninguno de los dos hace nada por cambiar. El fin de semana vivimos en la casa de sus papás o de los míos y ni sospechan lo que nos pasa".
Hoy ni siquiera está seguro de querer formar una familia. "Estamos desencantados, jamás pensé que sería así, cada uno en lo suyo, sin ganas ni de hacer el amor. Y la culpa es de los dos, no sabemos o no queremos reconquistarnos, hacer de la rutina algo especial. Ella no es la mujer con la que me casé, tiene una mamitis terrible y siento que se ha desilusionado de mí. Quizás porque no gano la misma plata que antes o porque todavía no quiero tener hijos. Es que no estoy seguro de nada y la vida está cada día más difícil y competitiva. A veces pienso que tampoco es tan terrible separarse, mucha gente se atreve".
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Es lo que hicieron María José y Ricardo, los dos de 25 años. Pololearon seis años y en su primer aniversario de matrimonio ya tenían claro que el amor se acompaña de esfuerzo. "Creemos en que nos podemos conquistar y que el amor no se acaba, podemos construirlo cada vez nuevamente y por eso nos escuchamos mucho, pero de verdad", cuenta María José.
De la paradisíaca luna de miel, aterrizaron en un departamento donde muchas cosas y tareas no les eran comunes y María José se vio más afectada. "A Ricardo le influyó más no tener su espacio propio; él echaba de menos su pieza y yo, la irresponsabilidad. Es como un golpe, te casas y eres adulta. Al principio, la convivencia es muy difícil. El desorden, los cigarros y la cama sin hacer eran un problema. No habíamos compartido formalmente los roles y siempre me sentía responsable de hacer todo. Después lo dividimos y ahora que estoy embarazada él hace más que yo".
Uno de los miedos que expresan las parejas jóvenes es caer en la rutina. Fernando Coddou asegura que ésta es obra de cada pareja, aunque reconoce que también influyen las exigencias del trabajo: "Es impresionante como rápidamente la gente rutiniza la vida marital y es terrible que los jóvenes ya hablen de ella. Influye que en esta sociedad hay que entregarles la mayor energía al trabajo y a otras metas; lo que sobra en tiempo queda para la relación de pareja".
Y hay veces en que sobra muy poco, por lo que no hay tiempo ni para hacer el amor. El profesional asegura que hay algunos que dejan su vida sexual para el fin de semana, otros sólo para las vacaciones u otros que en vez de hacer el amor tienen una performance atlética sexual".
No lo lograron
Así como algunos pasan esta valla, otros, no. Es el caso de María Paz, de 24, quien dejó a su marido y se fue a vivir a la casa de sus padres, después de seis meses de casada. Dice que no lo soportó más, que estaba convencida de que no resultaría y que no valía la pena luchar un poco más.
Lloró toda la luna de miel, echaba de menos a sus padres y todo empeoró cuando llegó a Chile. Durante los primeros meses, María Paz pasó gran parte del día con su mamá. Después, él veía tele mientras ella preparaba la comida. "Al principio no me importaba, pero después de un tiempo me sentía patética. No había venido al mundo a servir a mi maridito ni a que me sacara en cara que me mantenía. El me decía que no podíamos ni ir al cine por la plata".
María Paz piensa que el fin de su matrimonio se debe al aburrimiento de los dos. "No supimos cómo entretenernos con menos, me agoté rápido de sus mañas, casi de verle la cara. Creo que hoy la gente tiene menos paciencia y estamos menos dispuestos a ceder. Los detalles nos hicieron la rutina insoportable".
Sin distinciones de época, uno de los problemas que acompaña al matrimonio es el empezar a convivir e intentar la coordinación de dos culturas distintas. Lo explica Fernando Coddou: "Se dice que el amor ayuda en este proceso, pero no lo hace. Uno de los mitos es que si nos amamos nos coordinaremos en
espontáneo y esto no ocurre así. Son dos personas diferentes y hay parejas que logran este ajuste, otras no. También influye que ahora los jóvenes parecieran estar menos dispuestos a ceder en lo que creen, lo que sin duda dificulta la posibilidad de coordinación entre estas distintas culturas familiares".
Hay presiones
No es el caso de Paula, de 27, y Javier, de 26, que en dos años han aprendido a organizar su vida juntos. La convivencia no ha sido problemas, cada uno mantiene sus espacios, pero también acordaron momentos juntos. De hecho, limitaron la vida social para darse más tiempo ellos. Aún así reconoce que la vida sexual ha disminuido considerablemente por cansancio y se está presentando la presión de tener el primer hijo.
La situación económica también tiende a ser un elemento de peso en la sobrevivencia de la pareja. Coddou explica que hoy, algunas parejas de un nivel socio económico medio alto se casan con departamento instalado y eso limita la vivencia del logro común.
"Muchos matrimonios que llevan treinta años de casados me cuentan que sus mejores años fueron cuando no tenían ni un peso partido por la mitad. Muchos recién casados se ven afectados por modelos externos. Peor aún, se atrapan en modelos externos de tal pobreza, como aquel que define comuna, auto, destino de luna de miel para una pareja de profesionales, que hace que pierdan el eje central de ser pareja: la libertad de construir la vida desde la intimidad y decir a nosotros nos gusta de esta manera" devela el profesional.