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“No es indispensable que exista una Primera Dama”

La esposa del Presidente asegura que desde su cargo busca cambiarle la vida a las personas más necesitadas y para ello, gestiona programas concretos de ayuda. Los logros obtenidos con ellos, como en "Sonrisa de Mujer", atenúan su deseo profundo de proteger su privacidad, perdida desde que está en La Moneda.

22 de Octubre de 2004 | 09:46 |
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La oficina de Luisa Durán de la Fuente en La Moneda es amplia, está sencillamente decorada y, en primavera, la luz se cuela por todas las ventanas, acentuando la calidez. La misma que la Primera Dama transmite con una tímida sonrisa y con sus modos pausados.

Es una mujer que cultiva el bajo perfil, que prefiere trabajar silenciosamente en las tareas que heredó cuando su marido, Ricardo Lagos, asumió la Presidencia y en las cuales intenta ser, por sobre todo, ejecutiva y concreta.

Aceptó la invitación de Puntomujer a hablar de la mujer chilena, sus roles, problemas y desafíos y, obviamente, del cargo que ostenta, Primera Dama. El título, por cierto, no le gusta y pide que se le diga sólo “señora del Presidente”, pero no se queda ahí; plantea abiertamente que Chile puede dar el paso y eliminar dicha figura que comenzó a instalarse en el colectivo nacional en 1938.

- Cuando el Presidente ganó las elecciones, ¿discutieron la posibilidad de que usted siguiera ejerciendo como corredora de propiedades?
“Yo dejé mi trabajo para la campaña; lo decidí porque consideré que era muy difícil estar en el mundo de los negocios y tener un marido Presidente. Era complicado saber dónde separar el gobierno y el Estado con los negocios propios”.

- Esa decisión fue motivada por el conflicto de intereses, pero, si hubiera sido psicóloga con consulta privada ¿habría seguido ejerciendo su profesión?
“Ese tema siempre lo tuve claro y lo he dicho: me preocupaba mucho empezar a hacer cosas como señora de y no por mí, por algo que yo conquisté con mi esfuerzo. Para mí, asumir un rol porque mi marido obtuvo un cargo me resultaba difícil y un poquito anticuado; habría seguido dedicada a una cosa totalmente distinta”.

El tema no le es fácil; es más, la conflictúa. En los hechos, Luisa Durán sabía que tenía que asumir una estructura predeterminada; los estatutos de cuatro fundaciones establecen que la Primera Dama debe presidirlas.

A esto se sumó que durante la campaña había adquirido un compromiso con la gente que conoció y que vio esperanzada en el nuevo gobierno. “Uno se pregunta en qué los puede ayudar y dan ganas de poder cambiarles su realidad. Me dije que no podía dejar pasar la oportunidad por hacer cosas por otros. Las herramientas estaban y me encanta gestionar”, sostiene.

Pero sus dudas persistían. “Pensé, ya vendrá lo otro, el momento en que la mujer del Presidente no tenga que ser la Primera Dama y tenga una actividad aparte. A mí no me tocó”, recuerda.

- ¿En Chile las mujeres están obligadas a cumplir ciertos roles?
“Claro, por eso para mí fue una contradicción y siento que sigue siéndola. Ahora, creo que en mí caso estaba mi opción social y no podía desechar la posibilidad que tenía. Cómo le digo a una mujer "sabe, me quiero seguir realizando". No lo habría entendido nadie, se habría producido una gran decepción”.

- Usted ha planteado que se debe revisar la existencia de este cargo. ¿Cree que los chilenos aceptarían eliminarlo?
“Sí... y no es cargo tampoco. Es una cosa rara; no estás inserta en el aparato del gobierno y por lo mismo, no participo de reuniones de trabajo del Presidente.
“Estas son cosas que hay que empezar a conversar. A lo mejor no va a suceder todavía y se necesita un poco de tiempo. Todas hemos luchado por nuestros espacios propios; yo, Luisa Durán, me la pude, formé mi trabajo, me las arreglé solita; eso me importaba y de repente, pasé a ser una persona en que ya no importaba lo que hacía, sino con quien estaba casada”.

- ¿Terminar con el cargo sería una buena señal en la lucha por ese espacio?
“A lo mejor, pero no me parece que esté en condiciones de poder decir "este cargo se debe eliminar", en circunstancias en que yo lo usé. Que lo vean otros”.

- ¿Quién le pone el cascabel al gato?
“Bueno, uno va sembrando el tema, se pone en la agenda de discusión y la gente lo comienza a mirar de otra manera. Ahora, también puede llegar una próxima esposa de Presidente que el tema le encante y le parezca fantástico estar aquí. Bueno, es su opción ¿o no?”

- Poco libertario el asunto, más cuando las labores sociales pueden ser desarrolladas por otras personas.
“Claro, pero al principio -porque después uno se gana o no un espacio y una credibilidad- se piensa que si está la Primera Dama se van a abrir más puertas. Cuando yo llamo para pedir un aporte o una gestión, obviamente el teléfono me lo contestan inmediatamente, y, si pueden, acceden rápidamente a lo que les estoy pidiendo”.

- ¿Le provoca alguna suerte de envidia la esposa de Tony Blair que ha podido seguir ejerciendo como abogada?
“Creo que así tiene que ser, hacia allá debiéramos ir caminando y a lo mejor vamos a llegar. A lo mejor, como el próximo Presidente puede ser una mujer, allí se dará un cambio grande”.

- O sea ¿las cosas caerían por su propio peso?
“A lo mejor eso demostraría que se puede, que no es indispensable que exista una Primera Dama”.

- Y hablando de candidatas, ¿ve a la sociedad chilena preparada para tener a una mujer Presidenta?
“Totalmente, las encuestas así lo dicen. Ahí, las propias mujeres son las más entusiastas con que llegue una mujer a la Presidencia. Creo que eso sería un cambio bonito”.

- Varios personajes públicos no piensan así.
“Yo soy una convencida, porque además, creo que todo lo que las mujeres nos proponemos, lo hacemos y sumamente bien. Puede que lo hagamos un poquito distinto e, incluso, es bueno que sea así”.

- Algunos le adjudican al cargo de Presidente características asociadas a lo masculino como el don de mando o la fuerza.
“Las mujeres que son candidatas tienen grandes carteras a su cargo, como Defensa y Relaciones Exteriores, y lo han hecho muy bien. Nadie puede decir que algo no funcionó ahí porque los ministros eran mujeres.
“Las capacidades de ejecutar o de mando, una mujer las tiene de todas manera. No tienen porqué ejercerlas de forma varonil; de hecho, se puede mandar de distintas maneras y somos muchas las que tenemos capacidad para ello. Será distinta la manera de expresarse, pero bueno... somos el 50% de la sociedad”.

- ¿La mujer que participa en política es más exigida que un hombre?
“Puede que sí. La manera de hacer política de las mujeres es distinta a la de los hombres. Tenemos muchos más canales abiertos permanentemente funcionando; no sé si porque está en nuestros genes o la sociedad nos lo ha impuesto, pero el mismo hecho de tener que trabajar, educar a los hijos, llevar la casa, nos da una ventaja. Creo que los hombres tienen un canal, parece que los jóvenes ya tienen dos, pero en general, nosotras seguimos funcionando en todos los canales. Nos vamos a trabajar y lo hacemos, pero no olvidamos que el hijo está enfermo, que hay que comprar tal cosa.
“Somos, además, mucho más concretas. Aprovechamos el tiempo, porque tenemos otras obligaciones. Siento que hay que buscar una manera de hacer política que considere el modo femenino; hoy la forma de hacer política es muy masculina, largos horarios, en fin de semana, reuniones tardes. Las mujeres nos excluimos porque queremos hacer lo otro también. Si la política fuera manejada por mujeres sería mucho más concreta”.

- ¿Las exigencias se traducen también en que la mujer debe demostrar que es más inteligente? ¿Tiene que tener más títulos para estar en política?
“Sí, las exigencias a la mujeres son mayores, pero en todo, no sólo en política. Y no debiera ser así”.

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