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“Espero que nuestros amigos nos estén esperando cuando termine esto”

18 de Agosto de 2008 | 15:10 |
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La soledad del poder, esa de la que tanto se habla, es real y la Primera Dama la experimenta. El poco tiempo que les queda como matrimonio, debido a las actividades del Presidente, lo destinan a la familia: cinco hijos (los tuyos, los míos y la nuestra), sus respectivas parejas y seis nietos.

La parcela en Caleu, al norte de Santiago, se convirtió en el refugio perfecto donde sólo comparten con la familia del doctor Hernán Sandoval, ahora embajador en Francia. A los demás amigos los ven poco, porque, según reconoce, desde que están en La Moneda no pueden darse la licencia de llegar sin aviso a la casa de un conocido.

Para graficar la situación cuenta que en el verano estuvieron en la carretera austral y un día salió a caminar por el pueblo en busca de unos amigos que tenían una casa en la caleta. “Los encontré, nos tomamos un cafecito, conversamos del paisaje y, de repente, me preguntaron qué íbamos a hacer en la noche, si era posible hacer un asado, si era muy terrible. Esa noche estuvimos con ellos, felices”.

Sostiene que los amigos se complican más, pero que al final, ambas partes se inhiben: “Hay una barrera que impide ser natural. Me tengo que medir en lo que digo porque ya no lo digo yo, sino que la Primera Dama”.

- ¿Este cargo la ha sobreexpuesto más de lo que hubiese querido?
“Sí, y no me gusta. Me gusta ser observadora, tener libertad; poder caminar, visitar lugares y andar tranquila. Todo eso lo he perdido, pero como todo en la vida una tiene que perder algo para ganar otras cosas”.

- ¿Más pérdidas que ganacias?
“No, muchas más de las últimas. 25 mil sonrisas de mujer, de mujeres que se sienten dignas, valen mucho más que mi deseo de ser invisible, que mi necesidad de privacidad”.

- ¿Cree que podrá volver a ser invisible?
“Va a ser más difícil, pero, la verdad, es que me muevo con bastante normalidad. Voy a los centros comerciales, voy al supermercado y soy súper bien recibida. Se acerca mucha gente, en forma muy respetuosa para saludarme, pero puedo hacer las cosas, aunque a veces se me olvida qué voy a comprar”.

- ¿Va a regresar a la actividad privada?
“No lo creo, pienso que estoy un poco en edad de jubilar (se ríe). Me proyecto de regreso a mi mundo familiar que me gusta tanto. Tengo seis nietos que veo poco y me encantaría estar con ellos; es tan importante la relación con los niños, los necesito y me gustaría poder dedicarles más tiempo.
“Me gustaría también dedicarle más tiempo a mis plantas, huertas, invernadero. Me gustaría volver a un mundo interior”.

- ¿Abandonó roles como ser dueña de casa perfecta? ¿La mejor mamá?
“No, porque nunca fui dueña de casa perfecta. Me lo propuse, porque me encanta cocinar, cocer, preocuparme de las cosas, pero perfecta no fui nunca. Me tocó tener muchos niños, una vida complicada, afuera y en Chile –con toda la carga que significaba el gobierno militar-, una familia dispersa por el mundo. Lo hice lo mejor que pude, pero muy lejos de lo perfecto. ¿La mejor mamá?... me habría gustado”.

- ¿Tuvo culpas?
“Sí, por supuesto, pero no por ser una madre ausente. Los primeros años trabajaba en la Alianza Francesa y regresaba meridianamente temprano, pero siempre estuve con la sensación de dejar a los niños, me preguntaba qué les estaría pasando. Habría preferido no haber tenido que trabajar ese tiempo y haber estado más con ellos, pero la vida es así y uno tiene que hacer las cosas que tiene que hacer.
“Después me casé con Ricardo, que aportó dos niños y estuve varios años con ellos. Volví a trabajar cuando la Panchita tenía 4 años. No me sentí frustrada, porque afuera no tuve ni una posibilidad de trabajar. Fui dueña de casa con cero problema, cero rollo”.

Los afectos, claramente, están presente en la vida de Luisa Durán.

Las críticas a sus familiares que cumplen funciones en el Gobierno le molestan y no lo esconde. “Nadie los tocaría si fuera una ciudadana común y corriente”, afirma cuando se le consulta por su reacción, por si debe contenerse debido a que es la Primera Dama.

“En un diario dicen que yo puse a toda mi familia; siempre soy la mala, la bruja de todo esto –reclama- cuando mi hermano Pedro siempre había trabajado con Ricardo y Ricardo (hijo) estaba en la Cancillería desde Frei”.

- ¿El Presidente ha desarrollado su lado femenino?
“Ay... (se apoya en una mano en actitud de reflexión). No sé... Creo que se reprime bastante en los afectos, en su demostración; no sabe cómo expresar un afecto, una emoción, un cariño. Hay una timidez en él y le cuesta. Muchos hemos visto que de repente se emociona, pero tampoco lo asume con comodidad. Ahí tiene una tranca, creo yo, pero no fue criado para expresar eso”.

- ¿Y usted tiene que manejar su carácter?
“¿El de él o el mío? (responde con una sonrisa)

- ¿El de él?
“No manejo su carácter, si algo no me gusta de lo que hace, por supuesto que se lo digo, porque yo también tengo mucho carácter”.

- ¿No le dice que se controle?
“No... pero es que yo no lo veo mucho. Lo acompaño en algunas de las cosas que hace, como el 10% de sus actividades y cada uno anda en sus temas. Yo no paso nunca para su lado y él tampoco para el mío (en La Moneda, el gabiente presidencial se encuentra en el sector de Teatinos, mientras que el de ella está hacia Morandé). No hay mucha posibilidad... aunque después, en la noche, le puedo decir que salió en la televisión con el ceño muy fruncido o hablando enojado y que debería suavizarse un poco. Los hijos si se lo dicen y mucho más fuerte”.

- Sé que no tiene una respuesta definitiva, pero se habla de una reelección. ¿Hoy, le gustaría volver a La Moneda?
“No, hoy me veo terminando todo lo que tengo que hacer; dejando todas las fundaciones caminando. Hasta ahí me veo y después, me veo en mi casa y haciendo los pendientes que he ido juntando en la vida”.

- En septiembre de 2004, ¿qué motiva a Luisa Durán, no a la Primera Dama?
“Practicar la amistad. Eso me preocupa, porque de eso no tengo mucho tiempo. Ricardo termina la jornada de trabajo muy cansando y yo me pregunto cómo lo hacemos para ver amigos, a esa hora. Los fines de semana tampoco sucede porque hay trabajo, reuniones y si bien tratamos de ir a Caleu, no se puede mucho. Trato de ver a mis amigos para hablar de otras cosas, de la cultura, del tiempo... me encantaría”.

- ¿Esa ha sido una pérdida?
“Sí... espero que nuestros amigos, aquéllos que todavía tengan ganas de juntarse con nosotros una vez que esto termine, nos estén esperando”.