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“Quiero cambiar el mundo, así de soñador”

Hace servicio público desde el área privada. Gestor de organizaciones sociales juveniles como "Generación Nueva" y Fundación Chile Unido, ha desarrollado su lado femenino de tanto estar rodeado de mujeres.

05 de Octubre de 2004 | 09:32 |
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Mide un metro y 94 centímetros, pero se ve más alto porque es delgado. La sonrisa le sale fácil y, aunque lo niega, tiene un modo coquetón que cuando se le enrostra lo pone nervioso.

Soñador declarado, al igual que el Quijote, Juan Carlos Eichholz Correa va por la vida blandiendo una espada: formar líderes que se comprometan con una sociedad mejor.

Abogado de la Universidad Católica, con un master en políticas públicas en el Kennedy´s School de Harvard, reparte sus horas entre la Fundación Chile Unido y el Centro de Alta Dirección de la Universidad Adolfo Ibañez.

Ahí y en la UC, donde también hace clases de liderazgo, intenta motivar a los jóvenes y mal no le ha ido: su cátedra, electiva, partió hace tres años con 30 alumnos y ahora son 90.

Su primera “cruzada valórica” la emprendió en la universidad a través del movimiento estudiantil “Gente Nueva” que realiza trabajos sociales. Tras recibirse, ejerció la abogacía por unos pocos años en el estudio Pérez de Arce y Cía., pero como sus inquietudes iban por otro lado, se incorporó al equipo de colaboradores del entonces senador RN Sebastián Piñera.

En 1995 partió a Estados Unidos y a su regreso, tres años después, gestó la Fundación que preside y que se dedica a promover valores a través de distintas campañas públicas. Simultáneamente, se unió al grupo de redactores del vespertino “La Segunda”, puesto que abandonó para dedicarse a la docencia tiempo completo. Hoy sólo mantiene una columna en “El Mercurio”.

-¿Qué motiva tus cruzadas valóricas?
“Creo que uno debe tener misiones en la vida que nos muevan. Para mí el servicio público es un “leit motiv” fundamental, incluso mucho más que el religioso, aunque ambos se combinan y potencian. Si bien me conecté con los Legionarios de Cristo en el colegio, no soy un fanático religioso. Considero el tema mucho más pragmático”.

-¿Cómo es eso?
“Yo evito a toda costa esconderme detrás de los dogmas y estoy dispuesto a discutir y debatir todo. Me carga ampararme en el “el derecho natural” o “la Iglesia” dice esto. Somos seres inteligentes y podemos llevar una discusión hasta el punto de definir los acuerdos, los desacuerdos y los porqué de ello.

Con 36 años recién cumplidos, el tema social lo motiva en el mismo grado que cuando estaba en la UC. Se explaya en los orígenes de “Gente Nueva”, organización que nació en el politizado año 89 y en su incursión como dirigente estudiantil bajo el sello independiente, carácter que mantiene hasta hoy.

-Los partidos ¿no te representan o te limitan?
“Si lo tuviera que racionalizar tiene que ver con contar con mayores ámbitos de libertad. Trato de no ponerme la etiqueta de una institución para poder mantener esa libertad. No tengo ningún problema en reconocerme más de derecha, pero estoy abierto a relacionarme con gente de otros lados.

-¿Qué gatilló Chile Unido?
“Al regresar de EE.UU. me convencí de que se estaba produciendo una suerte de fragmentación social importante, donde la identidad nacional y la pertenencia iban a la baja”.

-Algunos los ven como un “brazo armado” de la Iglesia.
“Sí, puede ser, pero no es un movimiento religioso. No dimos una batalla contra el divorcio, pero sí estamos por el fortalecimiento de la familia. Hemos tratado de ser propositivos y de ahí que en el tema del aborto planteamos acoger a la mujer embarazada en problemas con un número 800. Nuestra primera campaña fue “Si quieres un cambio, comienza por ti” y fue súper potente. Después nos metimos en el tema de la comunicación entre padres e hijos, porque no se hablan”.

-¿Fanático?
“Para nada, valoro mucho la heterogeneidad y diversidad, pero creo que hay una cierta base de unidad sobre la que se construye lo otro”.

Reconoce que se ubica en la frontera entre lo público y privado. Que cuando ejerció su profesión como abogado comercial, defender los derechos de unos pocos particulares no le hacía sentido y que por eso emprendió causas públicas.

“He tratado de ser fiel a mi vocación de querer cambiar el mundo, así de soñador. Lo he tratado de llevar a cosas concretas, no puedo estar en una parte donde crea que no estoy aportando al cambio del país”.

Sabe también que “en un estudio estaría ganando plata, pero intranquilo conmigo”.

-¿Y cómo te ha ido con esta misión?
“Esto de querer cambiar el mundo no es fácil, no basta con el impulso y las buenas intenciones. Hay que estar dispuestos a sacarse la mugre, pero además, hay que ser inteligente, hacerlo estratégicamente y yo enseño como hacerlo”.

-¿Cuándo vas a dar el paso a lo público?
“Quizás, en algún momento, me voy a meter en eso de tiempo completo, porque si bien creo que los cambios se pueden hacer desde cualquier parte, también entiendo que el gobierno es el gobierno y la política, la política. Hay que estar ahí para producir cambios de mayor alcance”.

-¿Cuál sería tu cargo ideal?
“No sé. A lo mejor, ayuda estratégica en ministerios sociales que tienen grandes reformas por delante y que se topan con minas de resistencia”.

-¿Hiciste la práctica con Piñera?
“He tenido la suerte de trabajar con gallos desafiantes y bien dotados intelectualmente. Con él fue un agrado porque hubo una relación horizontal y le podía decir cualquier cosa”.

-Algunos dicen que él tiene un genio insufrible.
“A ver, tiene un nivel de exigencia altísimo, aunque, a veces, molestaba el trato. Eso me empujó a desarrollar mi parte emocional y comprendí la importancia de las relaciones humanas en el trabajo”.

-Liberal en lo político-económico y conservador en lo moral. ¿Vives una suerte de contradicción?
“No son contradicciones. Tengo claro lo que pienso y lo difícil, a veces, es pararse en uno y otro lado. No soy un conservador dogmático ni un liberal dogmático. Hay una cierta tensión entre los mundos en que me muevo”.

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