Después de la limpieza, mantener la piel hidratada es la segunda regla básica de cuidado. Las razones son de peso:
• La
piel contiene un 70 por ciento de agua, lo que corresponde a un tercio de la que hay en todo el organismo. Esta equivalencia varía en función de sus propias necesidades y de las del resto del cuerpo, al que le cede parte cuando la necesita.
• Hay factores internos, como la mala alimentación, y otros externos, como la contaminación, el sol y el frío, que
agreden la piel y la deshidratan.
| El agua y la piel |
El contenido acuoso de la piel se reparte según las funciones de cada una de sus capas.
Dermis: Posee 70 por ciento de agua. Es una reserva de la que se nutren las capas más superficiales, y gracias a ella se aseguran la turgencia y elasticidad cutáneas.
Epidermis: Solicita a la dermis el agua necesaria para reponer la pérdida por perspiración insensible, es decir, el agua que se evapora sin que nos demos cuenta.
Capa córnea: De ella depende la belleza del cutis, y la protección frente al medio ambiente. Para hacerlo, cuenta con una película hidrolipídica, de agua y lípidos, que la plastifica.
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• También resulta imprescindible
compensar las falencias de las células para reproducirse, lo que trae consigo una capa córnea que no cumple como barrera eficaz y deja que se evapore el agua.
• Además, que el
cutis sea elástico y luminoso depende en gran medida del contenido hídrico en la capa córnea, que debe ser del 13 por ciento. Cuando cae por debajo del 10 por ciento, la piel se seca y marchita.
• Por otro lado, cuando la piel está deshidratada aparecen líneas que al principio apenas son perceptibles, pero que si no se cuidan podrían
transformarse en arrugas más profundas.
Estas
necesidades deben ser cubiertas durante todo el año, y más aún en invierno, ya que el frío, el viento y la calefacción de estos meses pueden ser incluso más agresivos que el sol en pleno verano. A raíz de esto, la capa córnea, que es la que media con el exterior, se debilita, dejando evaporar más agua de la debida.
A esto se suma el efecto deshidratante del agua caliente y del contacto con sustancias químicas como
jabones y detergentes. Para saber qué hacer, a continuación se detallan necesidades y las mejores soluciones desde la cosmética.
Cara: Junto con la piel de las manos, es una de las más expuestas a las agresiones del ambiente, lo que contribuye a la deshidratación. Para revertirla es necesario usar a diario una crema específica para cara, que además respete las características de cada cutis. Esto, porque si bien tanto un cutis seco como uno graso pueden estar deshidratados, no deben usar el mismo producto.
La diferencia es que el segundo tiene un exceso de lípidos, lo que a veces incluso enmascara la falta de agua. Es por esta razón que requiere de fórmulas libres de aceites, ojalá en textura gel. Igual de importante resulta el escoger una hidratante que contenga filtro de protección solar. Por la noche, esto se puede reforzar con algo capaz de reparar el daño y restablecer funciones vitales. En casos de deshidratación mayor también resultan útiles las mascarillas hidratantes, que llevan la humedad hasta las capas más profundas de la piel.
Cuello: Su piel es más fina que la del rostro y posee menos glándulas sebáceas, lo que se traduce en una menor cantidad de grasa, componente esencial del film hidrolipídico que evita la evaporación de agua.
Como sus necesidades son casi las mismas que las de la cara (protección solar, hidratación y antiedad), no hay problemas en extender al cuello la misma crema que se usa en el resto del rostro.
Se advierte, eso sí, que a partir de los 35 años se requiere además de tratamientos rejuvenecedores, y en este caso no se puede poner en el cuello la misma loción con retinol o vitamina C que se usa en el rostro. Esto, porque estos cosméticos suelen ser más fuertes, y la fragilidad del cuello obliga a emplear fórmulas suaves.
Labios: Son el blanco de la resequedad cutánea durante todo el año. La falta de humedad es tal que muchas veces incluso se forman grietas. Y es que su piel es extremadamente vulnerable, principalmente por la carencia de glándulas sebáceas y de un film hidrolipídico debilitado. Esto favorece la pérdida de humedad cutánea y la aparición de pequeñas líneas superficiales.
En este caso, los bálsamos labiales o cremas elaboradas con ingredientes humectantes naturales resultan una buena opción. Mejor si además están enriquecidos con filtro de protección solar. Como advertencia, no es bueno mojar los labios con saliva, ya que ésta contiene enzimas que son demasiado fuertes frente a la vulnerabilidad de su piel.
Contorno de ojos: Es la zona más delicada del rostro. Su fragilidad se explica porque su epidermis es de cinco a diez veces más fina, está menos irrigada y posee menos fibras de colágeno y elastina. A esto se suma que apenas cuenta con la protección del film hidrolipídico que recubre todo el cuerpo para asegurar su hidratación.
Se requiere de productos especiales para esta zona, para asegurarse de que han sido testeados dermatológicamente y evitar riesgos de irritación. La mayoría de las cremas para contorno de ojos, además de hidratar, refuerzan la nutrición y poseen agentes revitalizantes que combaten el relajamiento al que tienden los párpados. Se aconseja aplicarlas con movimientos circulares ascendentes en el párpado inferior, zona de ojeras y patas de gallo.
Su eficacia es proporcional a la constancia con que se use, por lo que se sugiere la aplicación diaria, junto con esporádicos tratamientos de choque con sueros y mascarillas.
Piernas, pies y espalda...