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“Tuerca no soy, no me llaman la atención los autos”

De niño no jugaba con autitos y menos los coleccionaba. Pero, prácticamente, se crió sobre las cuatro ruedas, aunque ha cambiado muy pocas en su vida. "Los autos son para correrlos o venderlos", dice. Hoy, su mayor pasión es su hijo y por él, incluso, se replantearía seguir en las carreras.

19 de Octubre de 2004 | 10:24 |
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Habla tan rápido como corre. Sin embargo, pasa por una de las etapas más placenteras y menos aceleradas de su vida.

Para quien no lo conoce, resulta una persona llana y relajada, alguien muy distinto a ese piloto intenso y competitivo que consiguió instalarse en el podium de las 500 millas de Indianápolis en el 2000.

Eliseo Salazar Valenzuela, a los 49 años, se toma las cosas con calma y de ahí que esté más concentrado en sus negocios que en las competencias automovilísticas. Éstas han pasado a ser casi una entretención.

Entre Santiago y Florida, Estados Unidos, acompañado de su señora Kary Sue y su pequeño hijo Eliseo, celebró el mes pasado sus 30 años de carrera profesional.

Sus inicios se remontan a los 5 años, cuando, en el rol de “sapo” (aquél que va sentado atrás alertando competidores que se acercan), ayudaba a sus padres en las carreras de regularidad. Más tarde comenzaron sus idas a Las Vizcachas, donde su progenitor, ligado a la federación de automovilismo, cronometraba carreras.

Se puso tras un volante recién a los 12 años (aprendió a manejar en el parque Cousiño), pero no corrió hasta los 15, de copiloto.

- ¿Siempre te gustó la velocidad?
“A ver, yo nunca pensé en correr y, aunque no creo en los golpes de suerte, las coincidencias se han dado. Estaba el Instituto Nacional y como era el primero del curso me gané una beca de intercambio a Estados Unidos. Me mandaron a un pueblito de Florida de no más de 10 mil personas, pero donde se hace una de las carreras de autos prototipos más importantes del mundo. Justo antes de regresar, me tocó verla”.

- ¿Ahí te picó el bichito?
“Sí, volví a Chile con 16 años y como no tenía carné, organicé el primer rally. Era una cosa de tiempo saltar a la pista. De hecho, al dar la PAA y entrar a ingeniería comercial en la Chile, mi papá me regaló un Austin Mini. Después de las carreras en Las Vizcachas yo salía a dar vueltas; conocía los tiempos de los otros y capté que era más rápido. Bueno, empecé a preparar el auto y a irme a la universidad en micro. En agosto de 1974 corrí la primera vez”.

- ¿Qué pasó con la universidad?
“El bichito a esa altura ya era microbio. Leía todas las revistas y Argentina era lo máximo a nivel automovilístico. En Buenos Aires se hacían cursos de piloto de Fórmula 4; partí, lo gané y entonces vino la gran decisión: correr todo el año 1976 allá o volver”.

Eliseo Salazar agradece que su padre abogado lo haya dejado en libertad. Vendió el Mini, se consiguió sus primeros auspiciadores y emprendió vuelo junto a Alejandro Schmauk. Otro golpe de suerte lo llevó a las ligas mayores, porque estando allende Los Andes (donde fue campeón el ´78), hizo dedo y quien lo llevó fue el piloto brasileño Nelson Piquet; con su ayuda se fue a Inglaterra.

No lleva un recuento de las carreras corridas, aunque calcula que con un promedio de 20 al año, deben superar las 500.

- ¿Y te acuerdas del primer choque?
“Aunque el tema me da lata, el primer accidente que tuve fue en la Indy Car donde vas a 400 kilómetros por hora. Jamás me había quebrado un dedo y allá me atravesé la pierna. Ahí, en los baños, hay un graffitis que dice los pilotos de la Indy se dividen en dos: los que terminaron en el hospital y los que van a terminar en él”.

- En la calle, ¿has chocado?
(Golpea la mesa tres veces) “Jamás en mi vida y espero que nunca. Ahora, imagínate lo que me cuido… saldría en la portada de Las Últimas Noticias y creo que debo dar el ejemplo”.

- Juraba que tenías el record de fracturas en Chile, pero te gana Carlos de Gavardo con 42.
“Sí, pero las de él son de juguete” (se ríe).

- ¿Cuántos pernos?
“Cientos… como 150 y me tengo que sacar algunos ahora”.

Después del atentado a las Torres Gemelas el 2001, en Estados Unidos ajustaron los detectores de metal de los aeropuertos y, desde entonces, Salazar debe mostrar una tarjeta de identificación que aclara que tras diversas cirugías, tiene piezas de metal en casi todo el cuerpo. En el invierno, los pernos le duelen, pero hace caso omiso de ello, al igual como intenta eludir hablar de la muerte.

“En la Indy se han muerto 40 pilotos los últimos años; es como un circo romano, pero si te gusta la velocidad, esto es lo máximo. Yo tengo la quinta vuelta más rápida de la historia. Uno cree que no le va a pasar nada, que va a ser la excepción que confirma la regla”.

La Indy, con sus 500 millas de Indianápolis es, lejos, la categoría que marca su vida. No sólo por los dos graves accidentes que tuvo y que casi le costaron la vida, sino porque salió tercero, fue top five y conoció a su señora.

“La intensidad era total, se salía con la chance de ganar o de morir literalmente, porque antes las murallas no eran blandas”, aclara.

- ¿Te desgastó esa etapa?
“No, para esas cosas soy súper sufrido. Soy esforzado y perseverante, fue duro, pero era lo que elegí”.

- ¿Hay en los pilotos un rasgo de locura que los lleva a exponer la vida?
“Creo que no. El automovilismo requiere mucha inteligencia, hay que sentarse con los ingenieros a planear las carreras. Hay que ser racional, ahora, que uno va determinado… bueno esas son las reglas del juego”.

- ¿Estás vivo porque eres un desapegado de la vida o un aferrado a ella?
“Súper aferrado. Me consideraba maricón porque nunca me había pasado nada hasta enero de 1996. Eso fue traumático, se me enterró una parte de la suspensión en la pierna, pero tomé la decisión de salir adelante.
“Uno nunca sabe de sus fortalezas hasta que se somete a situaciones límites. Lo que me pasó fue vital porque descubrí que tenía más fuerza de la que pensaba; me recuperé en 3 meses en vez de 9 y cuando regresé hice la vuelta más rápida”.

- ¿Eres un hombre de fe? ¿Te persignas antes de una carrera?
“No soy agnóstico ni ateo, creo en Dios, pero estoy un poco desilusionado. Y en la Indy hay un sacerdote ecuménico que nos agrupaba antes de salir a la pista y orábamos”.

- ¿Por qué dijiste hace un tiempo que a Dios no le interesa Eliseo?
“Es que siempre me he reído cuando veo a los deportistas que le agradecen a Dios el triunfo. Si Dios está preocupado de que Fernando González gane quiere decir que está en otra. No puedo creer eso, me daría vergüenza pedirle a Dios que me ayude a ganar. No sé… por favor, Dios, ¡preocúpate de los niños en África!”.

Como todo piloto, muchas veces dudó antes de entrar a la pista, pero la primera vez que sintió que ya no quería correr más, que eso no lo motivaba, fue después del accidente de Dover en 1998 donde se rompió la pelvis y quedó en silla de ruedas. “En ese momento, lo único relevante era volver a caminar”, explica.

“Pero pasa el tiempo y te vuelve la tontera”, agrega risueño.

- ¿Hay que entrar a la carrera con la cabeza despejada? ¿Cómo se logra?
“El cuerpo humano viene preparado con drogas para pelear con dinosaurios. La situación es de tal concentración que la adrenalina toma el control y te aísla. Se viaja a una cuadra por segundo, uno no piensa en nada más, ni siquiera toma agua por la manguerita del casco”.

- ¿El miedo es un ingrediente necesario?
“Sí, porque si no se torna algo irracional”.

- ¿Tienes bencina en vez de sangre?
“Tuerca no soy, no me llaman la atención los autos, de hecho creo que he cambiado ruedas dos veces en mi vida”.

- ¿En tu vida ha habido más sangre, más sudor o más lágrimas?
“De las tres”.

Entre las Fórmulas 1, 3, 4, Aurora y 3000, más los autos prototipos, las carreras Nascar de camionetas, la Indy y el rally, Salazar ha pilotado en unas once categorías. Reconoce que ya no le interesa probar ni una más y por eso, declara que el rally es como “mi última estación”.

- ¿Te vas a retirar dentro de poco?
“Sí, aunque no totalmente; haré algún par de carreras al año y a lo mejor me interesa correr el París-Dakar o una vez más las 24 horas de Le Mans, pero no una temporada completa de nuevo”.

- Jubilado ¿con chofer?
“Noooo y todos lo saben. Me van a buscar al aeropuerto y me pasan las llaves, incluso Kary Sue. Creo que manejo mejor que todos” (se ríe).

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