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Entre Pilates y un 4WD

18 de Agosto de 2008 | 15:17 |
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Se apasiona hablando de la tierra, sus vacas y caballos chilenos. “Volví a mis raíces”, dice, aunque la verdad es que nunca se ha alejado de ellas. En Santiago sigue usando el enorme horno de barro que levantó para hacer empanadas y guarda en su biblioteca, como reliquias, las sesiones del Congreso anterior al golpe cuidadosamente empastadas.

Relata que tras morir su marido en 1997 tuvo que tomar una compleja decisión: vender, arrendar o seguir manejando el campo de Lautaro, IX región, que heredó de su abuelo. Optó por lo último, porque todos los trabajadores “se cuadraron” con ella, así como sus dos hijos: Patricio y Carmen.

El tema mapuche también la mueve. Reclama por ciertas políticas gestadas desde el Gobierno ya que algunos de los fundos entregados a los indígenas están siendo subutilizados. Dice que los mapuches deben ser integrados y que siguiendo el criterio aplicado hasta ahora “se debería devolver Santiago a los descendientes de Apoquindo”.

En invierno se arranca a Santiago, pero pasa el resto del año en el campo.
Allá sigue dando sus luchas. Hace algunos meses tuvo que enfrentar la crisis de Parmalat (industria láctea que le compraba su leche) y sobrellevar a penas los meses que no le pagaron.

“Las demás lecheras no aceptaban mi leche porque tienen una especie de contubernio. Tuve que seguir pagando sueldos y alimentando a mis vacas, porque si no se morían y al hacerlo, seguían dando leche.”, narra.

Sin perder el humor dice que empezó a hacer quesos. Aclara que con ello no solucionó el problema por el volumen de su producción. “¿Qué hacía con 10 mil litros? ¿Llenar la piscina y bañarme a lo Cleopatra?” ironiza.

Hace ver las dificultades que tienen los mayores de 75 años para conseguir créditos financieros. “Aún así, dos bancos me ofrecieron ayuda, porque he sido muy cumplidora. Nunca he estado en Dicom”.

-¿Carmen Sáenz recorre el campo a caballo?
“Hasta hace un año sí, pero ahora me da miedo. Si me quiebro voy a ir a parar a una silla de ruedas y no quiero. Ahora ando en mi 4WD y voy en ella a todas partes”.

-Usted, claramente, no es una mujer temerosa. ¿Se limita en algo más?
“En comer. Tengo que bajar de peso. Me van a salir más arrugas, pero voy a estar más liviana”, bromea. Añade que ya no madruga como antes, cuando se unía a las faenas del campo a las 4 de la mañana.

Sigue fumando y va a Pilates tres veces por semana, luego de que decidiera que correr sobre una máquina estática la iba llevar directo al infarto.

Entre el cultivo de rosas y camelias, con las que ha ganado varios concursos, y la pintura en cerámica se preparó para ser bisabuela. “Pero de lejitos. Esta guagua la estuve esperando con inquietud, pero uno no se puede meter, no quiero ser una bisabuela suegra” ríe.
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