Viste completamente de negro, con la camisa afuera. Usa anteojos, que cuando se los saca y se toma el pelo algo desordenado, muestran que es muy parecido a su padre. No es muy alto, pero tiene claro que es del gusto de varias mujeres.
Juega entre el coqueteo y esa racionalidad irónica que hace que cada tema de conversación se torne en una discusión sofista en la que él hace de abogado del diablo.
Ricardo Lagos Weber es un tipo atractivo, aunque no un guapo tradicional. Es agradable, llano y divertido. La risa le sale fácil, como también la intensidad. Nació el 21 de febrero de 1962, es piscis y tigre en el zodiaco chino.
Oficialmente, es PPD “pero cuando era una obligación inscribirse, ahora ni sé”, cuenta. Esto no le impide dejarse pololear por los personeros de ese partido con el fin de que acepte ser candidato a diputado el 2005. La idea no le desagrada, porque cree que el Congreso se debe profesionalizar.
Su pareja es Gloria Peña, una economista del Banco Central y entre sus amigos – los todo terreno, como los llama- hay chilenos y extranjeros.
-¿Dicen que tu gran amigo es Nicolás Eyzaguirre, de hecho vive aquí al lado?
“Somos amigos, pero de ahora, de la pega. Mis grandes amigos no viven todos en Chile. Son de la universidad y del colegio, y con ellos comparto todo lo que hago…hay un gran grado de complicidad”.
-¿En qué colegio estudiaste?
“Como en diez. No porque me echaran, sino por los continuos cambios de casa y de país. Pero todos me aportaron algo. Aquí en Chile, en el que más estuve fue en el Liceo San Agustín, de Ñuñoa”.
-¿Cuáles son tus hobbies?
“La música…junto música. Caminar por los cerros, subirlos, bajarlos. También el tenis, y el gimnasio dos veces por semana, aunque no se me nota mucho”.
-¿Y qué música te gusta?
“El jazz, la electrónica, Silvio Rodríguez, Piazzola, Al Dimeola, Yes, Génesis. En realidad, soy muy amplio, estoy abierto a cualquier tipo de música”.
-¿Lees?
“Mucho: “A paso de cangrejo”, de Günther Grass; “El sillón del águila”, de Carlos Fuentes, y “El hombre duplicado”, de José Saramago, son los que estoy leyendo en este momento”.
¿Perfume?
“Hasta antes que me diera la alergia, usaba Azzaro”.
-¿Eres trapero?
Medio en broma, medio en serio, dice: “Sí, pero puede que no se me note. Me visto en Atilio Andreoli (igual que su padre) y me gustan los zapatos Lotusse y los mocasines Sebago”.
Es el único momento en que se nota algo pretencioso y, es tan extraño para la personalidad que muestra, que no sabemos si habla en serio o no. Después descubrimos que las famosas marcas de calzado sí existen, lo que no sabemos es si de verdad las usa.
-¿Pretencioso?
“Sí, de todas maneras”.
¿Metrosexual, tal vez?
Se ríe a carcajadas y, jugando al seductor, cuenta: “Mi mujer dice que soy un centímetro sexual...”
-¿Y cómo queda tu ego?
“Mmm.... yo no diría que soy un tipo feo. Hasta antes de envejecer y engordar, generaba un cierto atractivo en las personas, sin distinción de sexo”.
-¡Gusto de homosexual!
“También, ¿qué se le hace?”
- Ya que hablaste de tu peso, ¿qué tipo de comida prefieres?
“No tengo grandes preferencias, me encantan las pastas. Aunque producto de mi sobrepeso, me caigo al pescado, pero lo mejor sigue siendo un buen asado.
“En restoranes me gusta el Liguria, un boliche que se llama Akarana, Astrid y Gastón e Infante 51”.
-¿Deseos no cumplidos?
“Tengo algunos deseos que no sé si se pueden contar. Tengo ganas de conocer Roma y París, pero en buena compañía, porque no he querido hacerlo solo. ¡Más que un deseo es una deuda! ¡Inexplicable!”
-¡Cuéntame tu vicio privado!
Se queda pensando largo rato, como si no entendiera la pregunta…“¡Qué raro! Es que para mí un vicio es generarse placer”.
- Por eso ¡dime cuál!
“Dedicar tiempo para mí. Tomarme un copete, fumarme un buen puro”.
