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"Todos los cumplidos son bienvenidos"

18 de Agosto de 2008 | 15:15 |
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Nació el 14 de febrero de 1943 y no tiene ningún problema en revelarlo. No podría ser diferente, porque para cualquier mujer es un orgullo llegar a esa edad con su delgadez y encanto, a pesar de ser una gran fumadora y enfrentar un difícil cargo de gobierno, donde debe lidiar con trabajadores y empresarios, los sectores más duros del país.

Punto aparte merecen su vestimenta y colgajos, que al principio de su gestión llamaban poderosamente la atención de los medios y que generaron más de alguna entrevista. De hecho, María Ester Feres nos recibe en su oficina vestida con uno de esos chalecos de angora e hilo que tanto le gusta usar y una pollera calipso que hace juego con sus ojos.

Luce un collar dorado con calipso y una gran cruz de oro, además de un prendedor, también dorado. Tres aros en cada oreja y varias pulseras en ambos brazos.

“No me puse más para no estar muy recargada”, comenta.

Ejerce una gran atracción, tanto que -aunque se había negado a hacer fotos porque venía recién llegando de una reunión con trabajadores en Rancagua y se había levantado antes de las cinco de la mañana- se va posesionando de su papel y empieza a posar.

Cuenta que es súper buena fisonomista, pero pésima para los nombres; por eso trata a todo el mundo de “mi amor” o “cariño”.

- ¿Siempre tuviste este estilo?
“Soy acuario, un signo muy libertario. Nunca estimé que tenía que ser igual al resto, tampoco diferente. Siempre he sido así, con mis colgajos y mis vuelos, mis besos y mis abrazos, incluso cuando estuve en el exilio”.

- ¿Te molestaron alguna vez los comentarios que generabas?
“Nunca me ha importado, porque cada cual debe tener sus características particulares y estar conforme con uno mismo”.

- ¿Cuál es el secreto para verse tan bien?
“Corro todo el día y duermo muy poco, así que todos los cumplidos son bienvenidos. Como aquí todo es tenso, pongo aceites aromáticos para limpiar el ambiente y echo todo para afuera, pero sin herir a los demás. Siempre mantengo una posición optimista frente a la vida”.

Antes de volver de Alemania consideró que su futuro en Chile era incierto, así que empezó a interiorizarse en la cartomancia “para ganarme la vida leyendo las manos”. Pensó poner un lugar especialmente dedicado a la mujer donde pudiera comprarse ropa, “poquita, pero especial”; hacerse limpieza de cutis y de aura; sacarse la suerte, y comer. También trajo unas 3 mil recetas alemanas antiquísimas que le dio una monja porque “no pensaba quedarme en la casa”.

- ¿Alma de empresaria?
“Yo creo que sería una buena empresaria, porque soy ordenada, metódica y buena negociadora”.

Está casada hace treinta y cinco años con el también abogado Juan Enrique Míquel, a quien describe como un roble. Se conocieron en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, donde él era ayudante de uno de sus profesores. Se fueron al exilio con diferentes destinos, pero después de unos meses se juntaron en Alemania comunista.

Tienen dos hijos; María Loreto, que siguió la tradición familiar y es abogada, y Juan José, ingeniero.

- ¿Este cargo deja tiempo para la familia?
“Mis hijos se quejan porque cocino re poco desde que estoy en la Dirección. La mañana del domingo me la gasto en leer la prensa y, más que un placer, se transforma también en trabajo. Mi mamita cumplió 93 años en agosto, entonces tengo que hacerme tiempo para verla los fines de semana; no porque sea una obligación, sino para estar con ella”.

- ¿Qué opina el marido de la Directora del Trabajo?
“No cree que sea una súper mujer, pero me quiere harto. Cuando estamos juntos nos olvidamos del mundo y gozamos mucho. No tiene rollos con mi cargo y, aunque él se mueve en el mundo empresarial, me llama la atención cómo reacciona frente a mi gestión. Todo lo conversamos y llegamos a acuerdos”.

- ¿A qué hora, considerando tu agenda diaria?
“Tenemos piezas separadas por mi desorden, la mía parece bazar árabe; también por el famoso zapping, pero yo me levanto en la mañana y me meto a su cama a tomar desayuno, conversamos y nos ponemos al día. También en las noches.
“Cuando lo paso mejor es en nuestros viajes. Me lleva donde nadie me conoce, no tengo que tomar ningún tipo de decisiones y sólo soy la señora Míquel. Me trata como una reina… ¡Es encantador!”

Reconoce que le gusta todo tipo de música (de Mozart al bolero), coser, cocinar, pero le queda poco tiempo.

Su mayor placer es la lectura, especialmente la novela histórica, lo esotérico y lo semifantasioso; y su mayor sueño es conocer Medio Oriente “antes de morir”.

- ¿Algún otro deseo?
“No especialmente. La vida ha sido muy generosa conmigo, me he realizado en muchos ámbitos y he optado por las cosas que he querido. Además, tengo dos hijos muy lindos (me hubiera gustado una familia grande, pero el exilio no lo permitió) y 35 años de un matrimonio muy feliz, en que se han combinado mi paciencia musulmana y la suya catalana”.

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