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Cómo enfrentar las rabietas

El nacimiento de un hermano o la partida de la mamá al trabajo pueden gatillar reacciones agresivas en los niños que es posible manejar.

22 de Septiembre de 2005 | 18:37 |
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Cuando Elena (2 años y medio) quiere llamar la atención recurre a una rabieta. Entonces, reparte patadas o mordiscos entre la mamá, el papá, la nana o cualquier adulto que no le preste atención exclusiva. También hace blanco de su rabia a su hermano de nueve meses con quien ahora debe compartir los mimos de padres y abuelos.

De hecho, la agresividad de Elena se acentuó cuando nació su hermano. "Cuando tomo a Renato me empieza a pegar... Tiene una rabia interna que no sabe cómo controlar", cuenta Catalina, su mamá. "Y tomó conciencia de que eso provoca una gran reacción entre los adultos, que la llevan a otra parte y le conversan, así que lo usa cada vez que quiere llamar la atención.

La agresividad en los niños preescolares se presenta como una respuesta defensiva, explica la sicóloga infanto-juvenil, Verónica Navarrete. Es muy raro que aparezca de un día para otro en niños tranquilos. Es más habitual que surja en los que son más inquietos, impulsivos y con temperamento más fuerte.

Una respuesta que se puede manifestar en situaciones que exigen de él una adaptación al medio, como cuando nace un hermano, se va la persona que lo cuida, él entra al jardín, la mamá vuelve a trabajar, etc.


Identidad y poder

La agresividad también aparece en aquellos niños que tienen una baja tolerancia a la frustración. Al ver anuladas sus demandas, al sentir que tienen menos tiempo de la mamá o que el amiguito está jugando con otros niños, se les genera una frustración tan grande que su manera de reaccionar es a través de una conducta violenta.

Verónica Navarrete advierte que este comportamiento muchas veces nace de la autoafirmación del niño. Entre los dos y los tres años, él está poniendo sus límites, está determinandoéste soy yo. Y la agresividad nace como una respuesta de identidad y de poder.

Krisna Tolentino, sicóloga encargada del servicio Fonoinfancia de Integra, cuenta que las numerosas consultas que reciben por este tema son abordadas desde dos focos: ver de dónde proviene la agresividad y de analizar el vínculo que la mamá tuvo con sus padres.

Exploran el contexto familiar, si está atravesando por una situación de crisis, si el niño está frente a un cambio como la llegada de un hermano o de un pariente.
La forma cómo la mamá se está vinculando con su hijo tiene una directa conexión con la manera cómo ella se relacionó con sus padres. Es esperable que un niño con una mamá con trastornos de apego tenga comportamientos agresivos.


Tarea para padres

Enseñar a los niños, de a poco, a vivir la frustración es un buen comienzo. Los padres les pueden ayudar a controlar sus impulsos y a entender que demostrar sus emociones no es malo. Deben aprender a mostrar, de una manera socialmente adecuada sus sentimientos de rabia. de otra forma, va generando un nivel tal de frustración que puede reventar igual que un volcán, dice Verónica Navarrete.

También es importante que los padres fijen límites claros, precisos y consistentes. Esto significa que el niño los entienda, que siempre lleguen hasta cierto punto y que determinada conducta siempre tenga la misma retribución. Muchas de las conductas agresivas o de descontrol tienen que ver con una postura de límites inconsistente.

Para controlar la conducta agresiva, padres y educadores deben ser capaces de desarrollar en los niños actitudes empáticas, es decir, que aprendan a ponerse en el lugar del otro y entender lo que éste siente.

Otro punto es reforzar en ellos las conductas prosociales y la resolución no violenta de conflictos. Es decir, celebrarles que sean amables con el hermano menor y los amigos y no pegarles cuando le dan de patadas a un mueble por una rabieta.

El juego es una buena manera de conversar con ellos, porque así se entra en su mundo.

Krisna Tolentino recalca que durante el período preescolar es fundamental ayudar al niño a regular sus emociones, es decir, a nombrar lo que le está pasando. Describirle físicamente la emoción que tiene y explicarle que eso se llama rabia o pena, y que cuando la tenga debe buscar formas de expresarla.

En Fonoinfancia también ayudan a la mamá a enfrentar las conductas agresivas de sus hijos. Lo primero que hacen es invitarla a trabajar con alguna vivencia que a ella le ayude a entender por qué su hijo tiene esas reacciones. Además, le entregan elementos de sicoeducación, es decir, datos acerca de la etapa de desarrollo de su hijo y qué debe esperar.

Y, por último, le entregan pautas para afrontar estos comportamientos: Por ejemplo, les endeñan a dejar que su hijo exprese su agresividad a través de canales que no generen daño a otras personas y que después le ayuden a elaborar esa emoción por la que está pasando.

Dos formas de hacerlo son pidiéndole que dibuje lo que le pasa o bien usando títeres que hablan por él y la mamá. Cuando una mamá se siente con herramientas, puede hacer una lectura distinta de lo que le pasa al niño y abordarlo mejor.


Signos de alerta

Cuando las conductas agresivas comienzan a ser un patrón de conducta reiterativo es hora de preocuparse. Si tiene dificultades en la casa, con los amigos, en el jardín, con los primos e, incluso, él lo está pasando mal, es bueno plantearse la posibilidad de acudir a un especialista.

Sin embargo, la agresividad no sólo es indicador de un trastorno del desarrollo, sino también de situaciones tan complejas como es el abuso sexual o el maltrato. Si va acompañada de retraimiento, de dificultades en las relaciones con otros, de pesadillas, cambios en la alimentación y conductas erotizadas puede ser un indicador de lo anterior, dice la sicóloga de Integra, Krisna Tolentino.

De hecho, en el Fonoinfancia (800 200 818) se trabaja con estas preguntas para descartar o confirmar situaciones de ese tipo.
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