Definitivamente no hay consenso. La posibilidad de establecer políticas de discriminación positiva en favor de la mujer no convence ni a las mismas del género.
Así quedó de manifiesto entre un grupo de profesionales que se reunieron a debatir el tema junto a las abogadas María Luisa Brahm y Clara Szczaranski al amparo de Comunidad Mujer.
La baja participación laboral de las mujeres de estratos más bajos debido a que no cuentan con una red de apoyo social para el cuidado de los hijos y la brecha salarial que se aprecia entre hombres y mujeres de mayores ingresos y en cargos de alta responsabilidad fueron datos puestos sobre la mesa.
Éstos y la escasa presencia de mujeres en el mundo de la política (la ONU señaló hace algunos años que en este campo la igualdad entre ambos sexos demoraría unos 168 años en lograrse) motivaron la pregunta de si es necesario establecer políticas de discriminación positiva.
Clara Szczaranski, quien reconoció no haberse nunca planteado el tema, sostuvo que antes de debatir sobre discriminación positiva abiertamente, las mujeres debían hacerlo a puerta cerradas pues, claramente, no hay consenso ni siquiera en los términos que se emplean.
Aún así, tanto María Luisa Brahm, directora del Instituto Libertad, como Clara Szczaranski, presidenta del Consejo de Defensa del Estado dieron señas de tener puntos de vistas muy similares para enfrentar el problema.
Entre otro, afirmaron que las mujeres se sentirían descalificadas por haber alcanzado puestos por medio de un tecnicismo y no por su propio esfuerzo. Es decir, se vería como un paternalismo que ellas, en lo personal, no quieren.
Ambas tuvieron también un rotundo no de respuesta ante la posibilidad de fijar “leyes de cuotas” para la participación políticas de las mujeres. Brahm dijo que en la política debe operar la democracia y la competencia, es decir, las mujeres deben ser elegidas por sus capacidades y no por cumplir una cuota, mientras que Szczaranski aseguró que la cuota sería el techo para las aspiraciones femeninas.
En el campo laboral, María Luisa tuvo una visión muy crítica del comportamiento de las mujeres en lo referido al uso de las ventajas que las leyes les dan en protección de la maternidad. Concretamente cuestionó el abuso que se ha hecho de las licencias de enfermedad por hijo menor de un año, que en la última década ha tenido un incremento de 1.300%. “Eso no lo tiene ninguna patología”, acusó.
Clara Szczaranski, en tanto, se aventuró a señalar que aquellas empresas que tienen políticas de apoyo a las mujeres trabajadoras-madres lo hacían motivados por cuestiones de imagen.
Falla cultural
Así las cosas, el debate derivó en el origen del problema: educación y cultura machista y discriminatoria, donde los hombres y las mujeres no comparten los roles de cuidado de los hijos ni hogar.
Las anécdotas no faltaron: como que machismo se escribe con “m” de mamá o que las madres defienden que las hijas recojan la mesa y el hijo levante la maleta, aunque la mesa se levante tres veces al día y la maleta, una al año.
Ambas abogadas se matricularon con algunas soluciones que claramente requieren de tiempo para obtener resultados. Primero, permear con un enfoque de género a hombres y mujeres desde su edad preeescolar; segundo, que las mujeres busquen su propio equilibrio entre las actividades que realizan; y tercero, que se establezca que el postnatal pueda ser utilizado por el padre de modo que los empresarios no sepan quien de la pareja lo va a tomar y no aumente los costos de contratar mujeres.