No se amilana por nada. Ni frente al jefe ni ante un desafío. Tampoco cuando tiene que hablar en público, pedir aumento de sueldo o ante un trabajo abrumador.
No, ella sabe desenvolverse. Siempre mesurada, siempre asertiva. Jamás un enojo en la oficina ni menos un estallido en lágrimas. La mujer fluoxetina ó Prozac. Así la han bautizado el cine y los medios de comunicación, sobre todo en los países más desarrollados, debido al primer nombre con que se comercializó el fármaco.
Una mujer que nunca se desmaya como sus antepasadas, ni se ruboriza. Una mujer de éxito que no ha tenido que lograrlo a costa de noches en vela ni días tapizados de estrés.
Pero ¿qué pasa en el medio laboral chileno? ¿Se produce también este tipo de trabajadoras que funciona a punta de píldoras?
Que en el país existe un aumento en el consumo de sicofármacos es una realidad difícil de negar. Primero fueron los ansiolíticos. Después se les agregaron los antidepresivos.
La siquiatra Carmen López sostiene que durante las últimas tres décadas el consumo de tranquilizantes, sedantes o fármacos para combatir la ansiedad - las benzodiazepinas- ha experimentado un aumento progresivo.
De acuerdo con antecedentes del Instituto de Salud Pública, han ingresado a Chile muchos más principios activos de estos medicamentos. También se sabe que se venden más en las farmacias, lo que llevó a cambiarlos de categoría; ahora sólo se expenden con receta retenida.
En cuanto a los antidepresivos, entre los que figuran en primera línea el Prozac o fluoxetina, aunque no hay registros nacionales que lo comprueben, se sospecha que cada vez se toman más.
No se sabe si porque la depresión se diagnostica más debido a que la gente consulta mucho o se está automedicando, ya que son remedios que no necesitan prescripción médica para ser adquiridos. Lo más probable es que esto último esté ocurriendo en mayor escala. Lo que sí sabemos es que la enfermedad depresiva está aumentando en el mundo y en Chile, especialmente entre las mujeres.
Para ser más preciso, José Bitrán, médico siquiatra especializado en trastornos del ánimo, destaca que este mal es doblemente más frecuente en el mundo femenino, por causas no sólo biológicas sino sicosociales, culturales e históricas.
Lo que para nadie resulta un misterio es que ellas están conquistando cada vez más espacios en el ámbito laboral y no sólo en puestos subordinados sino en cargos altos.
Muchos postulan que la mujer estaría sicológicamente menos equipada que el hombre para asumir estas funciones, debido a su supuesta o real fragilidad y descontrol de sus emociones.
¿Se deberá a su biología o a la cultura?, según el especialista Ignacio Parada su energía es distinta a la masculina. A ella la distingue la maternidad; es más receptiva, sensible, abierta al contacto con sus emociones y tiene más desarrollado su sistema comunicacional. El hombre, en cambio, es más duro, rígido y condicionado para la conquista del espacio y del mundo. Esto es cultural y biológico.
Sin embargo, advierte, ambos géneros también cuentan con el lado opuesto, mayor o menormente acrecentado de acuerdo a su sexo. En el caso de las mujeres, por ejemplo, la energía masculina que las recorre les permite trabajar fuera de su casa, tomar decisiones y ejercer liderazgos.
Sobre el mismo tema, José Bitrán también reconoce que ellas no funcionan igual que ellos desde el punto de vista neurobiológico y conductual. Pero...Eso nada tiene que ver con los estereotipos clásicos con que se las califica: que son lloronas, histéricas, cambiantes, vergonzosas. Lo que pasa es que a lo largo de la historia se les ha reforzado un papel más pasivo y eso es por cultura y no por biología.
Hoy, dice, la mujer está funcionando en otro escenario, en uno más parecido o idéntico al de los hombres, que le exige características interpersonales que hace cincuenta o cien años eran inconcebibles e incluso indeseables en su género, dentro de un entorno dominado desde y por la masculinidad, con sus reglas del juego incluidas.
La gran diferencia, advierte, se da en las formas como procesamos la comunicación. Los hombres necesitan un lenguaje concreto, respuestas precisas, que le demuestren con argumentos una determinada posición. Las mujeres tienen una especie de radar para captar el mensaje más allá de tantas explicaciones y comprobaciones.
Por desgracia, advierte, esta característica, hasta el momento, les ha dificultado el camino para abrirse un espacio en lo laboral.
Para la doctora López, uno de los grandes dilemas femeninos es que no se atreven a poner límites.
No saben decir no me corresponde cuando las recargan de obligaciones; menos aún, plantearse frente al sueldo, lo que ha desembocado que la mayoría gane menos que sus compañeros por igual desempeño. Ese es uno de los grandes motivos que las hace estresarse, angustiarse y enfermarse más de depresión.
Los antidepresivos son uno de los grandes avances en los últimos años en siquiatría. Se sabe hoy que la mayoría de los trastornos depresivos tienen un componente biológico que hace necesario compensar la alteración con estos compuestos, pero siempre bajo prescripción médica.
Por desgracia, como todo nuevo fármaco que ha demostrado su efectividad, ha caído dentro de un uso indiscriminado, incluyendo, tal vez, el querer ayudarse en el trabajo.
También se da que facultativos poco experimentados y la población en general asocien el estar un poco triste, agobiado, cansado, con insomnio o cualquier estado de ánimo transitorio con una verdadera depresión.
Estados que pueden confundir, especialmente a las mujeres que están viviendo una verdadera crucifixión, porque además de tener que soportar la dura presión de la oficina deben compatibilizar hijos y trabajo, afirma Ignacio Parada. Sin embargo, agrega, el médico especialista sabrá distinguir cuándo debe o no recetar un sicofármaco.
Carmen López destaca que hay un examen clínico para diagnosticar la depresión, que es tan certero como un análisis de sangre para medir la glicemia. Para detectar si un paciente está realmente deprimido, tiene que haber un conjunto de síntomas muy claros, muy precisos, que cuando se presentan juntos constituyen una enfermedad.
Quien toma fármacos sin sufrir el trastorno, advierte, no se beneficiará, a lo más se sentirá un poco mejor si se sugestiona que le está haciendo bien; pero igual le serviría una aspirina.
Esto, sin considerar los efectos contraproducentes que, como todo medicamento, podrían tener algunos antidepresivos.
Tampoco contamos con un número suficiente de siquiatras para hacer bien estas terapias. Menos aún para la utilización moderna que muchos de ellos les están dando a algunos antidepresivos en el mundo.
Se ha descubierto que no sólo sirven para tratar las depresiones mayores, sino también síntomas de un mal funcionamiento del cerebro, como incapacidad de tolerar las frustraciones cotidianas, irritabilidad permanente y agresividad que perjudican la interacción con los demás y la adaptación en la vida.
Mejoran la sintonía fina de la siquis, apagando la chicharra interna que nos impide mantenernos serenos y nada tienen que ver con lo que ha sido llamado hoy farmacología cosmética, apta especialmente para las mujeres que no pueden funcionar tan bien como quisieran en el trabajo.
El especialista Ignacio Parada está de acuerdo en que no por buscar el éxito laboral el sector femenino deba disfrazarse de hombre matando su propia naturaleza. " Es cierto que a veces llegan tan mal, que un fármaco puede ayudarlas, sobre todo en el comienzo del tratamiento si su trastorno no es más grave. Las ayudará a no perder energía inútilmente y a tranquilizarse, disminuir su angustia, ansiedad o desmotivación para que así se puedan conectar con su verdad. Pero si el medicamento está sobreutilizado hará efectos de una anestesia que les permitirá seguir corriendo, hasta tropezarse de nuevo con consecuencias peores"
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Lo más adecuado es una terapia, advierte, acompañada o no de fármacos según el caso. Si es a fondo, le permitirá, a quien se trata, autoconocerse. Ideal es acompañarla de técnicas que mejoren sus relaciones afectivas, de métodos de relajación, ejercicio y una actividad espiritual. A veces es preferible incluso, y si se puede, cambiar de trabajo por uno menos agobiante aunque se gane menos.
Lo ideal, postulan los tres siquiatras, es que la mujer conquiste su propio espacio dentro del mundo laboral desde su propia condición femenina. Pero para que haya un cambio, la puerta hay que abrirla desde adentro, concluye el doctor Parada.