En los años del gobierno militar, Patricia Politzer fue una de las periodistas que trabajó más activamente por el retorno a la democracia, desde sus artículos y columnas en diferentes medios, considerados -en ese tiempo- casi al margen de la legislación vigente y que muchas veces fueron incautados o censurados y que, finalmente, desaparecieron casi en su totalidad.
Formaba parte de un grupo muy conocido de mujeres periodistas al que pertenecían también María Olivia Monckeberg, Marcia Scantlebury, Mónica González, Patricia Verdugo, Elizabeth Subercaseaux y muchas otras.
Recuerda con nostalgia esos tiempos, en que salía lo mejor de cada uno y se establecían profundos lazos entre los, entonces, disidentes.
-¿Sientes el peso de ser una de las más conocidas defensoras de la democracia?
“¡Chuta qué fuerte! Tuve la suerte durante la dictadura de poder trabajar en medios que se dedicaban a abrir espacios para la libertad de expresión”.
-¿La suerte?
“Digo la suerte porque hubo otros colegas que se vieron en la obligación de trabajar en medios donde la información era censurada, tergiversada y manipulada; entonces, fue un privilegio poder ganarme la vida en espacios en los que se informaba sobre las violaciones a los derechos humanos. Hoy hay muchos sectores que recién están abriendo los ojos a esta realidad”.
-¿Qué opinas de eso?
“Me enoja que hoy haya tanta gente que siga diciendo nosotros no sabíamos. La verdad es que quienes trabajamos en periodismo y en las organizaciones de derechos humanos, desde el primer día de la dictadura, dimos cuenta de la situación; desde el boletín “Solidaridad”, hasta revistas como “Hoy”, “Análisis”, “Apsi” y etc; por cierto, en las radios Cooperativa y Chilena”.
No pierde el tono cadencioso y suave de su voz, pero se nota más alterada; algo molesta, tal vez; cosa que se evidencia en la rigidez del cuello y la mirada penetrante con que mira. Sin perder la compostura continúa: “Me resulta desconcertante que la gente siga diciendo que no sabía…¡No quería saber!”.
-Eran varias las mujeres periodistas de esa época que trabajaban en estos medios y que se percibían como muy amigas. ¿Era así realmente?
“Sí, somos amigas, pero ¿sabes? Más allá de este grupo, era una época en que –como suele ocurrir en las épocas de crisis- las personas sacan lo mejor y lo peor de sí”.
-¿A qué te refieres?
“Los que estuvieron por la defensa de los derechos humanos y de la libertad de expresión, a pesar de todas las dificultades, sacaban lo mejor de sí mismos, otros, lo peor de sí...Todos los que estabámos en esta resistencia contra la dictadura establecimos relaciones muy potentes, muy fuertes”.
Acota que eso pasa siempre en situaciones límites comos las guerras, el holocausto, las tiranías, como por ejemplo la guerra civil española. “Después aparece una cierta nostalgia de esa época”.
-¿Nostalgia?
“Por supuesto no de los horrores de la dictadura, pero sí de las relaciones tan fuertes entre las personas, desde el mejor lado de uno. Cuando volvemos a la normalidad, a la democracia, ya no tenemos necesidad, nos relajamos y empezamos a sacar, también, las partes más egoístas, más competitivas, más negativas”.
Explica que las relaciones se tornan enormemente enriquecedoras, muy cercanas y fuertes y eso se va relajando a medida que pasan los años de democracia, por eso esa sensación de añoranza que experimentan los antiguos “opositores” de este tipo de vínculos: “¡No de la dictadura, por cierto!”