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"La mujer domina el tema; sabe lo que quiere"

Muchas de las mujeres que hoy tienen entre 35 y 45 años recibieron como anillo de compromiso una de las creaciones del orfebre Mihali Geyger Mailath. Era casi una obligación que fuera de Mihy, como todo el mundo le dice, porque su fama es más que similar a su correción: todos saben que es un joyero al que se le puede llevar sin ninguna desconfianza cualquier pieza para renovar o transformar, pues sus consejos son siempre acertados y nadie se ha quejado nunca de que le falte ni un milígramo del metal que entregó.

21 de Febrero de 2005 | 09:27 |
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De origen húngaro, sus padres fueron inmigrantes que llegaron a Chile buscando mejores horizontes después de la II Guerra Mundial. Tuvieron 5 hijos, sólo una mujer, la menor.

Los hermanos Geyger fueron criados con el rigor del que ha vivido la guerra, pero sin los prejuicios del chileno; por eso, cuando Mihy le dijo a su padre que quería ser golfista profesional, éste “me obligó a dedicar mi vida a algo más tradicional y, entre las opciones que me dio, opté por la orfebrería”. Resulta, al menos, curioso que este oficio le resultara más adecuado, pero la explicación es que estaba enraizado en la cultura de los europeos.

Su éxito se consolidó hace 15 años, cuando empezó el boom del oro amarillo; a Mihy no le gustaba el rojo y, entonces, fue uno de los primeros en tomar la nueva tendencia y empezar a diseñar aros, anillos y collares distintos y elegantes, porque los dibuja uno a uno.

“Llevo tantos años en el oficio, que ya conozco las preferencias de mis clientas y me basta una pequeña explicación para darles en el gusto”. No termina de decir la frase, cuando llega Ximena Casarejos, “la mujer detrás don Francisco en la Teletón”, trae varias cosas para que le arregle y transforme y se deja llevar por los consejos del experto que, además, parece ser su amigo.

La entrevista se ve interrumpida innumerables veces, porque, a pesar de la simpatía y gusto de su colaboradora en el taller, las mujeres lo quieren a él, lo buscan, le preguntan y les encanta lo que vienen a buscar…¡Ay, le achuntaste justo!, ¡Es justo lo que quería! Él sólo sonríe y se pone un poco colorado.

Aunque cueste creerlo, Mihaly es muy tímido y se le nota, especialmente cuando lo fotografían, no puede relajarse y abiertamente se cohíbe, no se siente a gusto, a pesar de que es muy buenmozo y tiene cuerpo de deportista, además de un buen porte y ojos azules.

-¿Te buscan más para las transformaciones o las novedades?
“Hace 15 años se usaban realmente las transformaciones, porque el oro rojo, que era muy feo, quedó de lado. Como yo dibujo todo, me buscaban para transformar joyas antiguas”.

-¿Cómo definirías tu estilo?
“Es bien mecánico, no tiene una estructura simétrica. Son joyas un poco irregulares, a veces, raras, pero con armonía, porque les he agregado grabados, piedras”.

-¿Sólo dibujas?
“Sí, pero mando a hacer y llega justo lo que dibujé, porque tengo los mejores maestros y me conocen hace años”.

-¿Cómo es el proceso de creación?
“Llega la gente, le muestro lo que tengo; los clientes hacen algunos cambios y empiezo a dibujar sobre lo que ellos quieren; sobre todo que ya llevo más de 20 años, así que las cosas salen fáciles, naturales”.

-¿Cómo nace esta afición?
“Viene de mis papás, que son europeos: me hice joyero hace 30 años, desde los 15 años que hago joyas. Es un concepto distinto, porque era súper raro ser joyero a no ser que fueras hijo de uno –como Gonzalo Barros de la “Casa Barros” o don Elías Karmy y su hijo-. Lo mío fue súper difícil, porque yo lo único que quería era ser golfista”.

-¿Y entonces?
“Mi papá dijo joyero o chef y como era muy autoritario, le hice caso. Yo ya dibujaba, había tomado cursos en el Instituto Cultural de Providencia. Encontré el taller de un chino que me hacía clases; era el único cabro entre un montón de dueñas de casa, tenía como 15 o 16 años”.

A los 18 tuvo su primer taller en Brasil, donde estuvo dos años; después se fue a Canadá a estudiar diseño de joyas, pero el típico, el que venden en todas las joyerías. El no quería eso, no deseaba ser uno más y, tampoco, un comerciante.

-Si no eres comerciante ¿cómo te ganas la vida?
“Te juro, aquí me ayudan a ponerle precio a mis creaciones, porque yo no sé. Mi papá siempre me decía uno más uno son tres, pero me cuesta mucho aplicarlo a la vida real; de cobrar se encarga mi señora, las chiquillas de la tienda, porque a mí no me resulta.
“Tanto así que a veces les hago el anillo primero en plata y no cobro esa especie de maqueta”.

-¿Sólo diseñas a pedido o tienes stock?
“Tengo algo de stock, pero muy poco, porque sale muy caro y es muy riesgoso; el resto es todo mandado a hacer”.

-¿Tu clientela es fiel?
“Sí, gente que me sigue hace tiempo, amigos o que hemos entablado la amistad a través de las joyas; aunque se me fue un poco de clientela los últimos cuatro años”.

Explica que la “fuga” se debió a que él no quería dejar su taller de 17 años, en el edificio Omnium, pero éste fue perdiendo el perfil; “se llenó de depilaciones y costaba estacionarse” y tuvo que cambiarse a Alonso de Córdova, la calle de moda.

-¿Qué opinas al respecto?
“¡Qué pena!, porque a menos de seis cuadras, cambia el ambiente. Además que –no quiero ser agrandado- yo fui el que trajo la mezcla de oro y plata a Chile, fui precursor en muchas cosas y da tristeza que la gente te deje, porque el edificio se puso menos pituco”.

-¿Quiénes son tus clientes?¿Hombres o mujeres?
“Hoy día la mujer domina el tema. Conoce muy bien las piedras, los metales; sabe lo que quiere.”

-¿Usan muchas joyas?
“Muchas, la cantidad que van recibiendo año a año, más las que se compran ¿te puedes imaginar la acumulación a los 20, 30 o 50 años de matrimonio. Además que regalar una joya es más fácil que regalar ropa, porque siempre es bienvenida”.

-Los hombres ¿usan joyas?
“No en este país: es demasiado fino, estai pintando monos, complicado usar anillo, incluso de sello. Hay una etapa, cuando más jóvenes que usan collares, aros. Adultos ya no, a lo más un par de colleras”.

-¿Han cambiado las tendencias en estos 35 años o impones tu estilo?
“Tengo un estilo propio, pero han llegado modas a las que uno tiene que adaptarse aunque no le guste, como el oro blanco, por ejemplo. No es que seamos distintos como país, pero sí muy diferentes a los europeos en general. Para mi gusto, en Italia, Alemania, Francia o España, la gente usa muchas joyas, entonces dejan el oro blanco para ciertas ocasiones. Aquí, en cambio, se volvió una moda y se ponen brillantes con oro blanco para la calle, para el día a día…¡no me gusta!; para mí hay horas para las distintas joyas”.

-¿Pero tienes joyas en oro blanco?
“Sí, pero para mí el oro es oro, el color amarillo del oro”.

-¿Por qué no te gusta el oro blanco y sí la plata?
“Lo encuentro feo, negro, afierrado. Aquí le dan un baño de rodio, entonces lo mejoran, pero dura dos o tres meses no más; el europeo es peor, porque lo mezclan con níquel que le da un tono amarillento. En cambio, con la plata puedes hacer una bonita fantasía o mezclarla con oro y da colores muy lindos”.









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