Se nota que Mihy tiene años en el negocio, conoce los gustos, las tendencias, pero impone los propios; es decir, le va afinando el pulso a la gente.
Se maneja hace tantos años en el rubro que, incluso, se da la regalía de hacer cosas que no vende, sólo porque se le ocurrieron y quiere verlas terminadas.
Da precios, compara países, hace un recuento de lo que ha vivido en sus años de orfebre.
-¿Y para anillo de compromiso?
“Tengo la tradición de este país, el compromiso es blanco y con brillantes. Todo blanco, blanco, de un color, fino. Lo que es para anillo para cumpleaños, aniversario, regalos en general, se puede mezclaro todo, piedras, plata, amarillo, todo lo que tú quieras. El blanco es simbólico, es para toda la vida”.
-El blanco del que hablas para compromiso es el platino.
“Sin duda, el platino, nunca cambia de color y se mantiene en el tiempo”.
-¿Cuál es para ti el mejor anillo de compromiso?
“Platino, da lo mismo con qué piedra, pero platino. El oro blanco se pone negro a pesar del baño electrolítico. Si el gallo se va a gastar 400 o 500 lucas-por lo muy menos-, la diferencia en platino son 100 más y es una joya para toda la vida”.
-¿Qué rango de precios tienen tus anillos de compromiso?
“Entre los 600 mil y el millón, el millón doscientos mil pesos, a veces más. Depende del cliente”.
-¿Te traen muchas “joyas de la abuelita” para transformarlas?
“Sí, muchas. Pero en general no son muy bonitas; son placas antiguas que ya no tienen vida: son piedras con cortes antiguos y pocos, no como los de ahora ¡Gastan en anillo y no le ponen piedras buenas!”
-¿Ha sufrido cambios el diseño de este tipo de joya?
“Hoy día son planos: ese es otro gran cambio. Antes eran altos, por influencia de un diseñador argentino que ya no está en Chile ¡No sé cómo los usaba la gente, si se pasaba a llevar con todo! ¡Imagínate: le podías sacar el ojo a un niño!
“Decían que le venían a los dedos cortos y gorditos,¡mentira!, les queda bien cualquier diseño de anillo, siempre que sea suelto”.
-¿Consejo?
“Que no se hagan gorduras en el dedo, eso es muy feo. Hay que preocuparse cada cuatro o cinco años, hay que revisar la medida del dedo, para ver si está cómodo”.
-¿Sigue presente el regalo para los quince o los 18 años?
“Para los quince ya no, ¡tienen toda la razón!, ese anillo de perlas era horroroso. Yo vendí harto anillo de perla, pero me daba vergüenza”.
-¿La perla ya no se usa para anillos?
“Muy poco; sobre todo que este país no es productor de perlas, no tenemos la tendencia de Japón o de Australia, que tienen que desarrollar cómo venderlas. Los collares siguen de moda y los aros que les cuelga una perla abajo”.
-¿Y a lo 18?
“Igual regalan, pero una cosa más simple; un anillo de oro con un zafirito. Muchas veces también regalan anillos de plata, más usables, que no se pierda la tremenda inversión”.
-¿Qué es lo que a ti más te gusta en joyas?
(Piensa un buen rato). “Las grandes tiendas, Tiffany, Cartier; joyas que uno ve con unos brillantes enormes. Me impresionan tantos brillantes, los que usan las reinas, el nivel de fortuna; de millones de dólares que hay en una joya”.
-¿Has visto eso en Chile?
“He visto brillantes de 17 kilates y me ha tocado arreglarlos, avaluados en 700 mil dólares. Pero uno, en estos matrimonios que te digo yo, como el del Príncipe Felipe y Letizia, ¡el paseo de las joyas! Además todas originales, porque está muy de moda copiarlas y usar las falsas”.
-¿En este país también se copian las propias joyas?
“Sí, hay gente que para viajar me manda a hacer copia de sus propias joyas, plata bañada en platino, con piedras de colores, que aparentan ser reales. Son réplicas por el temor a perderlas o que se las roben”.
-¿Cuáles son las piedras que más te gustan?
“Los brillantes, primero que nada; después los zafiros y después todas las demás. Los brillantes son como la vida: el brillo que da, me recuerda los cuentos de niño, los barcos hundidos, de piratas, llenos de oro y de joyas”.
Sobre la mesa hay dos collares gruesos, irregulares, con grandes piedras de colores en los extremos, de un estilo muy moderno. Mihy cuenta que trata de hacer este tipo de creaciones que salen de lo común –medio esotéricas, las califica- por gusto, para deslumbrar, para no quedarse sólo en las cosas chicas.
-¿Has incursionado en las resinas, los cueros…?
“Antes hacía muchas cosas de acero con oro, pero es complicado arreglarlas, la soldadura se come al oro, entonces duraba dos o tres años. La gente quería tenerlos como por 30 y eso no resulta”.
-En este rato te han traído hartas cosas para transformar.
“¡Viste! Cuando compran joyas que las venden por montones, se aburren rápido, porque en un año, las tiene todo el mundo. Eso es lo que trato de que no pase con las mías”.