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¿Estresada? “Sí, hay épocas en que ni me sale la voz”

09 de Diciembre de 2004 | 10:08 |
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Valeria tiene dos hijas de 14 y 13 años y un “concho” hombre, de 7. Es la única vez que se nota un poco compungida y explica que, lamentablemente, “el pobre Jose” no alteró en nada su nivel de trabajo. De la oficina se fue a la clínica y eso le pesa, pero no se arrepiente, porque han sido los costos.

Mientras Valentina y Catalina estaban más chicas, vivió en El Carmen de Huechuraba, lo que, según dice, ayudó mucho a estar más tranquila, porque los niños jugaban el barrio y vivían en una especie de microclima; pero crecieron y necesitaron volver más cerca del colegio –Saint George – para poder ser más autónomas.

Esto complicó a José Miguel, al que ha debido inventarle panoramas y cursos para que se le pase un poco la nostalgia. “Todavía no me perdona habernos cambiado a un departamento y salir de allá”, cuenta.

-¿Cómo se compatibiliza tanto trabajo con la familia?
“Difícil. Es un tema en que los hijos, de alguna manera, entienden y aceptan que sus madres trabajen mucho; hay un grado de tolerancia mayor de parte de ellos, porque las mamás de sus amigos también lo hacen. Son más independientes, con madres a distancia, pero siempre presentes y efectivas”.

-¿Y las cosas domésticas?
“La Sol compra por internet, yo voy al supermercado, porque me gusta darme una vuelta una vez al mes y aprovechar de ver lo que está saliendo, mirar precios. Me lo autoimpongo como forma de observar lo que está pasando en las grandes cadenas, dónde estamos nosotras, cómo están dispuestas las góndolas, etc”.

-¿Los maridos comparten labores?
“Harto. No les queda otra, por la forma de vivir; nos vamos poniendo más prácticos, las cosas tienen que salir y hay que echar mano de todos los que forman parte del núcleo familiar”.

-¿Cómo influye que estén todos en el área de los alimentos?
“Somos súper independientes, pero lo positivo es el apoyo que hay entre nosotros. Como saben cómo funciona una empresa productiva de perecibles, donde no se puede parar porque la materia prima no espera; entienden y el tema se hace más comentable, más fácil”.

-¿Te queda tiempo para otra actividades?
“Tengo que reconocer que es muy poco el tiempo libre. Juego vóleibol por el colegio de los niños, porque es casi una necesidad biológica hacer deporte, desarrollar otras áreas que no tengan que ver con el trabajo”.

-¿Y con los niños?
“Trato de arrancarme y salir con ellos, pero me cuesta porque están en edades que son complicadas y no les doy el gusto a todos juntos; pero ya no pregunto, los obligo un poco, aunque las dos adolescentes vayan un poco a contrapelo ¡Igual terminamos pasándolo bomba!”

-Tú eres una mujer muy buenamoza, ¿no hay conflicto con las niñitas?
“No, no lo siento así, para nada. A ellas les da mucho orgullo la mamá. Ponle tú ahora que están en una edad que no quieren nada con la mamá, que hayan elegido –cada una- viajar conmigo para celebrar sus quince años, me llenó de satisfacción, de verdad”.

-¿Por qué?
“Tal vez, porque dentro del cuento culposo típico, siento que se entretienen conmigo, que lo pasamos bien juntas y que soy súper atractiva como madre, a pesar de que peleamos. Te hace ver que está el conflicto de la edad, pero que vas bien encaminada”.

-¿Vas a reuniones de curso?
“Me turno con Miguel (su marido), pero me gusta darme el tiempo, conversar con las mamás de los amigos, sociabilizar con el curso, porque así estás atenta a lo que les está pasando…el José ¡ay! Esto de tener dos generaciones es muy complejo, siento que se ha criado solo con la Anita, que es mi mano derecha. Aunque siento que el gallo no me necesita, porque es súper autónomo”.

-¿Estresada?
“Sí, hay épocas en que ni me sale la voz. Siempre se manifiesta de alguna manera, pero nunca grave, uno encuentra la manera de seguir adelante. Uno no puede estar en todas, pero siempre las cosas se arreglan, aunque algunas veces el costo sea mayor”.