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Cómo entender y afrontar la diversión adolescente

Una polémica fiesta de 15 años a fines del año pasado, destapó un tema altamente sensible para los padres, el del manejo de horarios y costumbres en los jóvenes. Próximos a las graduaciones, el asunto vuelve a removernos.

24 de Abril de 2006 | 15:32 |
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“No pude dormir en toda la noche. El domingo en la mañana lo primero que hice fue escribir la carta y llevarla al diario. Nunca pensé lo que iba a venir después”. Antes de partir de viaje la tercera semana de noviembre de 2003, el empresario Luis Hernán Cubillos vivió las 48 horas más intensas del año.

Todo partió en la fiesta de 15 años de su hija. Una pelea que terminó con un joven en la clínica y la intervención de carabineros, más las actitudes de muchos de los 150 invitados, lo dejaron en “un estado de desilusión”.
Sin dormir y con la adrenalina viva escribió una impactante misiva dirigida a los padres de adolescentes. Nueve preguntas había en la carta. Todas empiezan con la expresión ¿dónde están?. Dónde está el respeto, dónde están los amigos que contienen las peleas, dónde están los papás y las mamás.

La carta se publicó en “El Mercurio” y las reacciones no pararon. Cubillos recibió llamados de todos lados, hasta de regiones, ofreciéndole ayuda para hacer frente a la situación. También se hizo pública la molestia de quienes se comportaron correctamente en la fiesta y no faltaron las voces que tildaron de exagerada la actitud del empresario. Él admitió que su carta provocó reacciones encontradas, pero que todas éstas demuestraron algo: El tema es súper sensible.

Abdicar de un rol

El caso de la fiesta y las preguntas de Cubillos muestran aspectos nuevos de cómo se está viviendo hoy la adolescencia y otros que son propios de una situación en la que se junta mucha gente en un ambiente de distensión. Sin embargo, aspectos como las faltas de respeto y las reacciones de violencia son aplicables a situaciones cotidianas que están viviendo estos jóvenes.

Hoy, los chiquillos llaman por teléfono y no saludan. ¿Hay alguien al otro lado de la línea que les pida otro comportamiento?, se pregunta Jorge Sanhueza, especialista en adolescentes y decano de sicología de la Universidad Adolfo Ibáñez. Lo mismo con las reacciones agresivas que los chicos observan de sus propios padres en la vía pública: sin darnos cuenta, estamos estableciendo modelos de interacción.

Tan reciente como el precoz inicio de la sexualidad y el fácil acceso al alcohol y a las drogas es la creciente crisis de autoridad que están viviendo los padres frente a los hijos. Y los grados de libertad que se les están dando a los jóvenes.

Desde muy chicos les entregamos elementos propios del mundo adulto. “Les decimos pueden andar por donde quieran, mientras estén ubicables en su celular. Les pasamos plata, les damos todas las posibilidades, pero no los educamos en el rigor de que las cosas se ganan con esfuerzo y voluntad”, afirma Sanhueza.

Con él concuerda el siquiatra Sergio Canals: “Se los convierte en una especie de adultos chicos, en circunstancias de que a los 15 se es impulsivo por naturaleza: la zona del cerebro que controla la impulsividad madura recién a los 18”.

En las últimas décadas, los sicólogos pusieron mucho énfasis en que los seis primeros años son cruciales en el desarrollo. Después de esa etapa, se ha traspasado la tarea formativa a los colegios. “Pero hoy sabemos que la contención, el cariño y los límites de los padres son tan esenciales al principio, como entre los 12 y los 18 años”, agrega Jorge Sanhueza.

Tribuna

Ignacia (19)


Los papás que ven lo que quieren ver no van a llegar a ninguna parte. Hoy los niños de segundo y tercero medio están yendo a los mismos lugares y haciendo las mismas cosas que nosotros, que estamos en la universidad. Tú vas a alguna disco en la Alameda, Patronato o Recoleta y te encuentras con puros niños chicos. Son casi un jardín infantil. Y ves a las niñitas con su vaso de piscola en la mano. Y las ves con una polera mínima y con los pantalones mostrando casi todo. Pero después las encuentras a la salida con sus polerones y sus moños, todas señoritas, esperando al papá. Porque no faltan las cuiquitas que se las dan de flaite.

También me ha tocado ver a niñitas curadas en el baño de la disco. Y en lugares que son para mayores de 18. Es demasiado fácil conseguirse un carnet de identidad prestado: con la hermana grande o con las amigas de la hermana.

Es demasiado fácil mentir por el celular: decir que vas a un lugar cuando en realidad estás en otro. Es demasiado fácil meter pisco a una botella de Coca Cola y hacer el pre-carrete en la calle.

Pero no por eso se puede meter a toda la juventud en el mismo saco. No todos son así. En esto también hay responsabilidad de los papás. Ellos tienen que tratar de controlar a sus hijos desde chicos porque a los 18 ya es tarde. No puede ser que tus hijos te controlen a ti. Tienen que ponerles horarios, invitarlos a tener vida familiar. Crear una confianza recíproca.

He pensado cómo va a ser esto en 15 años más, cuando yo tenga hijos. Y pienso en el ejemplo de mis papás. Los que mandan son ellos. Podrán transar en alguna cosa, pero nos ponen límites claros y siempre con un argumento detrás.


El temor paterno

El sicólogo ve con preocupación el manejo conductual de algunos colegios del sector oriente: “A los chiquillos complicados se los saca sistemáticamente de la sala y se los lleva a otra instancia. Con ello, se transmite que la figura de autoridad deja de ser aquella con la cual te relacionas todos los días, como los padres y los profesores”.

A esto se suma el temor de los papás de enfrentar los conflictos con los adolescentes. Los límites se necesitan más que nunca y los padres no los ponen porque es más difícil. Están cansados de pelear todo el día con la vida y no quieren llegar en la noche a pelear con los hijos. “Los padres de antes no peleaban. Para ellos, las cosas no estaban en cuestión”, dice Jorge Sanhueza.

Para Sergio Canals, los progenitores se sienten inseguros del afecto de sus hijos y temen imponer normas en un mundo cambiante y globalizado en que nada está muy claro. Los límites entre lo bueno y lo malo se han desdibujado. Nuestros padres, en cambio, nunca tuvieron dudas de qué era lo correcto. Y marcaban la conducta de los hijos a través de la ética del deber.

El siquiatra dice que hoy impera la ética subjetiva y la ética de la autenticidad. Entonces, como las cosas no están tan claras, el padre duda de su rol. Ambos especialistas coinciden en que no es fácil ser padre; pero que, precisamente en este contexto, los jóvenes necesitan más contención y límites claros. Pocas normas, pero muy claras; negociar con los hijos, pero exigir el cumplimiento de los compromisos”, dice Jorge Sanhueza.

Para Sergio Canals es clave tender puentes de complicidad y comunicación con los adolescentes. Pero para eso, hay que dedicarles un tiempo exclusivo y preguntarse: sabría qué CD regalarle a mi hijo? ¿Cuándo fue la última vez que fuimos al cine o a un concierto juntos? ¿Cuánto sé del mundo de mi hijo?

La fiesta debe seguir

Luis Hernán Cubillos no se ha cansado de repetir que tras la experiencia volvería a abrir su casa a los jóvenes. Sin embargo, agrega, tiene claro que ahora lo haría de manera diferente. Hay que hacer reuniones un poco más chicas. Y no basta con que los invitados estén en la lista: hay que conocerlos.

Un padre dice conocer a adolescentes de estrato alto que, sólo por deporte, se roban diez compact disc en cada fiesta a la que van. Otro señala que ahora hace las fiestas en el exterior de su casa: en una carpa, con pasto sintético y baños químicos.

Varios padres han tomado la decisión de no dejar ir a sus hijas a fiestas en las que no estén seguros de que los dueños de casa estarán presentes. Otros agregan que no negocian la hora en que van a buscar a sus hijas: simplemente aparecen.

Todas estas medidas son claramente impopulares entre los jóvenes, pero estos padres soportan berrinches y pataletas, porque, en el fondo, saben que a los adolescentes les da seguridad que estén preocupados de ellos.

Sergio Canals agrega “Si se le dice a un hijo que salga a las 23:00 y vuelva a la 1:00, el chiquillo claramente no va a ir a ninguna fiesta, lo que tampoco es bueno para él. Hay que sentarse y transar: O.K., hasta las 3:00, pero yo te voy a buscar y así garantizamos tu seguridad".

Jorge Sanhueza explica que para que los chicos puedan contar lo que les está pasando, tienen que tener un modelo. Y eso no lo encuentran en la casa: los padres no les hablan de sus propios miedos, penas y fracasos. “Es esencial hablarles de uno mismo a los hijos”.



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