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Del dolor al crecimiento

“Mi herida es un agujero negro, es como un útero oscuro. Mi herida es como una tumba donde yo sufro y gozo. Mi herida es tan oscura, tan inconmensurable, tan infinita, que yo no creo tener años para poder andarla, pero en mi herida yo me oculto para nacer”. A. Smith- Mitaku Oyasin

29 de Junio de 2005 | 09:42 |
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”Caminé sin rumbo, sin saber a donde ir, que sería de mi vida? ese aviso de despido a mis cincuenta y cinco años, sin haber hecho otra cosa que trabajar para esa fábrica por años, entregarles todo... todo...”

”Sabía que las cosas habían cambiado entre nosotros, que no era lo mismo de los primeros años de casados, pero estaban los niños, y a pesar de todo, continuamos juntos, luchando, eso creía yo. Cuando llegué ese día a casa, él estaba sentado, mirando por la ventana, al lado suyo una maleta… qué va a pasar conmigo ahora?”...

”El médico lo había anunciado, sólo seis meses, lo sabía… pero cuando ese día a las 5:30 de la madrugada sonó el teléfono mi corazón latió más fuerte y sentí un dolor agudo, había llegado el momento. Pensé: el doctor se equivocó, fue menos, sólo pudimos disfrutarlo por tres meses. Salté de la cama, no había tiempo para llorar, tenía que estar ahí, con él. Han pasado ya seis meses y todavía siento ese dolor en mi corazón porque sé que no lo volveré a ver… tantas cosas sin decir...tantas cosas sin hacer... lloro en silencio, oculto mi pena, pero esta ahí, hasta cuándo? no lo sé “....


Pérdidas, todas son pérdidas y lo natural en la vida es hacer un duelo; llevar adelante un proceso de adaptación después de haber sufrido esa pérdida.

No es fácil enfrentar esto porque es algo muy complejo que se experimenta de muchas y variadas formas. Generalmente se utiliza este término por la pérdida debido a la muerte de un ser querido, pero, lo cierto es que hay distintos tipos de pérdidas: la pérdida del trabajo, un divorcio, una amputación, las pérdidas que sufren las víctimas de la violencia, entre otras.

El duelo es similar a un proceso de curación, que lleva tiempo; en el que la persona debe realizar un “trabajo de duelo” hasta que se da la restauración. Pero al igual que en una curación física por una enfermedad, ésta puede ser total o casi total y también se dan situaciones de casos de curación inadecuados.

Es importante elaborar un duelo debido a que es la forma en que se va a restablecer el equilibrio y para esto hay ciertas tareas a realizar. La primera es aceptar la realidad de la pérdida. Por el impacto de la noticia muchas personas quedan paralizadas, incapaces de sentir, otras gritan, lloran, es un período de confusión y aturdimiento, se pierde la seguridad hay una pérdida del control.

Muchas veces se produce un tipo de negación “no puede ser que esto este ocurriendo”. Otras, es negar el significado de la pérdida, ejemplo: “No era un buen trabajo”, “No estábamos tan unidos”, “No era un buen padre”. Podemos decir, que esta etapa se supera cuando se permite mostrar los sentimientos reprimidos, entonces el trabajo de esta tarea es asumir que las cosas no serán como antes: la persona esta muerta, se marchó y no volverá.

La aceptación de la realidad lleva tiempo debido a que implica una aceptación tanto, intelectual como emocional. Por eso, es necesario emprender la segunda tarea: trabajar las emociones y el dolor de la pérdida.

El dolor no todos lo experimentan con la misma intensidad y muchas veces se da tanto un dolor físico, como emocional y conductual. En esta etapa ocurre que quienes nos rodean nos tratan de evitar este dolor y eso nos puede llevar a una negación, es decir, no sentir, bloquear nuestros sentimientos y por ende negar el dolor que sentimos y esta presente.

Esta negación la podemos realizar por medio de recordar sólo los momentos agradables vividos con el ser amado, en el trabajo o con el fallecido, no pensar en lo desagradable, es decir, idealizar. El trabajo de esta tarea es vivir el dolor no evitarlo.

La tercera tarea es adaptarse a un medio en el que las cosas no son como antes. Esto significa cosas diferentes para personas diferentes, implica asumir roles distintos a los que se tenían, aprender a manejarse en un entorno desconocido, por lo que muchas veces se puede sentir inútil, incapaz, inadecuado. La negación se da al no adaptarse a la pérdida, a través de fomentar su propia impotencia, no desarrollar habilidades o aislándose del mundo, no asumiendo las exigencias del medio.

El trabajo de esta tarea es asumir los nuevos roles, desarrollar habilidades, abrir nuevas posibilidades, integrarse al entorno con una mirada positiva hacia delante.

Finalmente, hay que recolocar emocionalmente la situación de pérdida y continuar viviendo. Para muchas personas esta tarea es la más difícil de completar, pero lo importante es entender que no se trata de perder los recuerdos, si no de que ya no se sienta la necesidad de reactivarlos tanto, no es olvidar la pérdida sino que encontrarle un lugar apropiado, un lugar importante, dejando espacio para nuevas situaciones.

No mantener el apego al pasado, darle un sentido a la pérdida que nos permita avanzar.

Tal vez no hay una respuesta para cuándo termina el duelo, hay autores que señalan que termina con la última fase del duelo, la restitución, otros cuando se han completado las cuatro tareas antes indicadas. No hay fecha definitiva, aunque los textos señalan cuatro meses, un año, dos años, nunca. Lo cierto es, que cada uno tiene su tiempos y un punto de referencia tal vez sea cuando la persona es capaz de pensar en la pérdida sin dolor, con una tristeza diferente, cuando se puede volver a invertir las emociones en la vida y en los vivos, cuando hay esperanza, cuando se experimenta nuevamente gratificación y se adapta a los nuevos roles, si esto no ocurre ya que no es fácil para muchas personas comprender, asumir y superar cada una de estas tareas, sería importante la intervención de un familiar, amigo o compañero que señale el revisar el acudir a un especialista que trabaje en conjunto el proceso de duelo, pues esta claro que no siempre la persona que sufre el dolor va a reconocer la necesidad de apoyo.

En una carta que Sigmund Freud escribe a su amigo Binswanger, cuyo hijo había muerto, dice: "Encontramos un lugar para lo que perdemos. Aunque sabemos que después de dicha pérdida la fase aguda del duelo se calmará, también sabemos que permaneceremos inconsolables, y que nunca encontraremos un sustituto. No importa qué es lo que llena el vacío, incluso si lo llena completamente, siempre hay algo más".