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¿Una concertista en piano?

23 de Diciembre de 2004 | 10:34 |
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La oficina de Gloria Stanley en Vitacura es pequeña. No se ve mucha gente considerando la carga de trabajo que tiene y que canaliza a través de Stanley Chile Press y Centro Editor 2.

La explicación está en que, al igual que sus clientes, ella externaliza algunos servicios, especialmente, la producción de eventos.

Casada con el abogado Jorge San Martín, tuvo seis hijos en dos sacas (van de los 32 a los 15 años) y asegura que al igual que muchas mujeres que trabajan, consiguió compatibilizar sus dos mundos con organización y ayuda familiar. “De verdad no fue fácil, se necesita el apoyo del marido y yo lo tuve, porque a él le encantaba que fuera profesional”, reconoce.

-Tu marido, por años, sufrió insuficiencia renal y hace poco se transplantó. ¿Cómo modificó eso tus prioridades?
“Uno se da cuenta que la salud es lo que más vale en la vida. Lo que más valorizo hoy es eso, más que el tiempo; la salud es un don demasiado importante. Jorge vivió muchos años atado a una máquina para dializarse y por eso, lo admiro mucho, porque se fabricó un entorno para esas 5 a 6 horas, día por medio.
“No podíamos salir mucho en espera de un órgano y ahí uno se da cuenta del drama que hay detrás de esto, de cómo el cuerpo se va deteriorando y no se puede ser una persona activa. Después hubo problemas de rechazo y los remedios son carísimos; de hecho, muchos optan por no transplantarse debido a que nos los pueden costear”.

-Tienes dos hijas periodistas, ¿cuánto influiste en eso?
“No lo sé, ellos han visto que lo he disfrutado. Vieron que había momentos intensos donde llegaba cansada o que a pesar de haber trabajo harto no se obtuvo el lucimiento que se quería, pero que aún así me gustaba”.

Una hija, Gloria, trabaja con ella y uno de sus yernos (los dos que tiene son periodistas) también. Es más, Andrés Velasco es su socio en Chile Press, pero se dedica más a ser decano de la Universidad de la Diego Portales.

¿Cómo es trabajar con la suegra?
“No lo sé. Vemos cuentas juntos, especialmente las que tienen un contenido económico, porque él es muy bueno para eso. Hacemos los diseños juntos y no tenemos problemas, de verdad. Mis dos yernos son muy buenos y los llaman por ellos, no por mí”.

Su otra hija periodista, Francisca, la ha hecho tres veces abuela. Todo el familión se junta bastante seguido en la parcela de Curacaví, donde ella se dedica a cultivar flores.

Su estricta formación, su personalidad exigente –que muchos de sus colegas resaltan y ella confiesa- explican por qué no se imagina sin trabajar y por qué, entre sus planes futuros, está volver a estudiar. “Me encantaría seguir un post título en historia o filosofía. Uno se va desgastando en este camino, siempre tiene que estar dando ideas y, de repente, me gustaría recibir”, aclara.

Si bien no requiere de más tiempo para ir al gimnasio (ya que nunca ha ido) o cocinar, sí quisiera tener más espacios para poder ir al teatro y a conciertos.

-¿Te has arrepentido de alguna decisión o camino tomado?

Se queda en silencio y, a los minutos, surge otra historia oculta que cualquier siquiatra consideraría un conflicto no resuelto.

A temprana edad aprendió a tocar piano y ya estaba en el conservatorio cuando resolvió estudiar periodismo. Sus profesores de música le aclararon que para poder ser una concertista exitosa debía ensayar a lo menos 6 horas diarias y, como buena perfeccionista que es, resolvió que eso era incompatible con su futura profesión. Entonces, cerró el piano y nunca más pulsó una tecla.

Hace muy poco tiempo, su hija Francisca (ninguno de sus hijos aprendió música, lo que confirma que algo hay ahí no resuelto) le pidió el piano para su nieta mayor y, ahora, se cuestiona si vuelve a él para acompañarla.

“Es lo único que añoro”, reconoce.
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