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El estrés y la angustia conspiran contra la intimidad

Para evitar el distanciamiento es necesario que ambos reeroticen su vínculo afectivo.

08 de Junio de 2005 | 11:44 |
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"Sale todas las mañanas súper temprano de la casa, corre todo el día y siempre llega cansado. Yo lo busco y me insinúo porque necesito hacer el amor para estar feliz; si no, ando ansiosa e irritable", cuenta Marcela (28), entre molesta y desconcertada.

Lo que sucede es que ahora no sólo los hombres, sino que también las mujeres, ven la sexualidad como una forma de gratificarse y, por lo tanto, ambos depositan grandes expectativas en este sentido en la pareja. Sin embargo, debido a lo centrada que hoy está la sociedad en producir, muchas parejas están descuidando su intimidad hasta construir una zanja de agresión y dolor entre sus miembros.

"Cuando el estrés reduce la vida íntima ambas partes tratan de identificar un culpable y se responsabilizan mutuamente, de modo que las conversaciones gentiles son reemplazadas por ironías y comentarios hirientes con los cuales se deslegitiman y destruyen la autoestima", explica la psiquiatra Ximena Fuentes.

Otra causa de problemas sexuales es la angustia del rendimiento: el miedo a no satisfacer al otro. Esto se explica por la actual preponderancia de los medios de comunicación, que muestran escenas de pasión eterna protagonizadas por individuos perfectos, lo que frustra a las personas comunes que no pueden reproducir ese modelo. "Entonces vienen los reproches y las recriminaciones, en vez de conversar abiertamente el problema", acota la profesional.


Una tarea de dos

Aunque pudiera pensarse que esto afecta sobre todo a los adultos jóvenes, "no existe un grupo etario que se vea más afectado que otro, porque si a los treinta hay que producir para pagarle el colegio a los hijos, a los cincuenta hay que seguir trabajando para costearles la universidad y terminar de pagar el crédito de la casa. La máquina agarra a todos por igual, por lo que es importante que todas las parejas se den tiempo para cuidar su intimidad", afirma la doctora Fuentes.

Si el amor se hace entre dos - hay que ponerse de acuerdo: transmitiendo mensajes no verbales de seducción y consentimiento- , así se resuelven las problemáticas afectivas. En este sentido, lo primero es que la pareja reconozca que su vida íntima no anda bien y luego diagnosticar el porqué: si es un problema de deseo, de orgasmo (eyaculación precoz) o de exitación (disfunción eréctil o frigidez).

Contrario a lo que se piensa, está comprobado que fisiológicamente mujeres y hombres se demoran lo mismo en llegar al orgasmo. Lo que pasa es que la sexualidad es un fenómeno complejo que está mediado por la historia personal, la cultura y la educación. Así, hay mujeres que por creencias se postergan por complacer al compañero y hombres que por ignorancia apuran la relación. Sin embargo, si la pareja crea un ambiente protegido y seguro, ambos pueden tener una sexualidad satisfactoria, pues el orgasmo simultáneo es más la excepción que la regla.


Invitación a amar

Una vez aclarado el origen del problema sexual de la pareja, es necesario chequear el grado de ofensas y descalificaciones que sus miembros se han hecho fruto de éste. Si la relación está muy dañada hay que empezar por repararla. Sólo entonces se puede iniciar el camino para recuperar la intimidad.

Éste consiste en reerotizar el vínculo hombre-mujer, para lo cual ambas partes deben focalizarse en sí mismas y redescubrir su comportamiento sexual, distinguir los estímulos que lo hacen reaccionar y conocer sus respuestas afectivas, para luego compartir esa información con el otro y utilizarla.

"El objetivo es que la vida sexual sea más lúdica y humana. Hay que destruir el mito de que en la sexualidad todo debiera ser espontáneo, como en las películas. La intimidad debe funcionar igual como cuando, por ejemplo, invitamos a un amigo a comer a la casa y nos preparamos para recibirlo", afirma la siquiatra.

Otra manera de erotizar la relación, agrega la profesional, es entusiasmando al pensamiento a lo largo del día: acordarse de la pareja, recordar momentos íntimos juntos, o sea, invitarse a un encuentro amoroso.