Tres matrimonios cuentan la experiencia de trabajar unidos para sacar adelante Culinary, Softland y Cervecera Kunstmann.
18 de Mayo de 2005 | 12:25 |
Estos matrimonios optaron por embarcarse juntos en un negocio. Unieron fuerzas, se apoyaron y cada uno aportó sus conocimientos para sacar exitosas empresas adelante.
Sergio Silva e Isabel Cox, dueños de Culinary; Luis Alberto Erazo y Ana María Pucci, de Softland, y Armin Kunstmann y Patricia Ramos, de la Cervecera Kunstmann. Son las tres parejas elegidas.
Ellos compartieron un inmenso espíritu emprendedor y pusieron amor detrás de sus proyectos porque "si uno quiere lo que hace, se facilitan las cosas y resultan. Eso es válido para la empresa y el matrimonio", dice Patricia Ramos.
Sus esfuerzos han dado resultados y el trabajar unidos ha sido un plus para su producto. El sello familiar y la delicadeza con que llevan la empresa, como si fuera un hijo más, marca la diferencia.
Luis Alberto y Ana María, Softland:
Treinta años juntos. Estudiaron, pololearon, se casaron, tienen cinco hijos y una empresa: Softland.
Son un perfecto complemento y a primera vista se nota. Luis Alberto Erazo aporta visión y calma, su tono reflexivo hace notar que cada uno de sus pasos está fríamente calculado. Ana María Pucci es pura energía, cabeza también, pero una que funciona a toda velocidad.
Luis Alberto partió con Softland en 1983 con los ahorros que juntaron, los dos ingenieros civiles, en sus primeros años de matrimonio. Ana María siguió trabajando para mantener a la familia. No lo pensó dos veces al minuto de apoyar a su marido. "Lo encuentro un tipo muy capaz y siempre supe que le iba a ir fantástico", cuenta ella.
"Los primeros años son una debacle, es desgastador cuando trabajas y trabajas, y no vez resultados, terminas agotado", dice él. Pero al tercer año tanto sacrificio fue recompensado, a esas alturas ya podía retirar un sueldo y por el quinto hay ganancias.
Ana María entra a apoyar a su marido en la gerencia comercial de Softland. "Para trabajar en equipo hay que tener claro quién es el líder. No pueden haber dos cabezas que se contradigan, igual que en la casa", dice Luis Alberto, quien toma las decisiones complicadas en la oficina y en la casa.
Sus medidas dieron resultado. En 2001 una empresa española compró Softland y la convirtió en su plataforma en Latinoamérica. Luis Alberto es su gerente general y Ana María salió para estudiar un posgrado.
Sergio e Isabel, Culinary:
Para cuidar su matrimonio Isabel Cox decidió entrar en el negocio que su marido, Sergio Silva, comenzaba. Se había empezado a gestar el Culinary y él partía a Europa y Estados Unidos en gira comercial. "Resultó ser que su socio era socia. Ahí terminó mi ingenuidad. Con 8 hijos, más valía cuidar el capital humano", dice ella.
Aprovechando su profesión de periodista y su manejo de idiomas, se embarcó junto a su marido y ofició de relacionadora pública y traductora. La gira fue todo un éxito, la socia desapareció e Isabel se transformó en apoyo fundamental en Culinary, escuela internacional de artes culinarias y servicios, de la que ella es su relacionadora pública y jefa de Admisión.
De familia cocinera, de campos antiguos donde todo lo que se comía se hacía ahí y los parientes y huéspedes participaban en la elaboración de tortas, mermeladas y manjar blanco, los Silva Cox son amantes de la buena mesa. Pero nunca se imaginaron en un negocio gourmet.
Economista y Chicago boy, Sergio se desempeñó en empresas públicas, privadas y también en negocios propios. Después de Odeplan, ODEPA, Machasa, de la Universidad de Chile, TW Logística e Inacap, desembarca en 2000 en Culinary.
Trabajar con su señora tiene, a juicio de Sergio, una gracia. "Nadie te dice las cosas con más franqueza que quien te quiere y eso es clave para divisar detrás de tus espaldas".
Ambos resaltan la similitud entre la empresa y el matrimonio. Al entrar en un negocio hay que ver el futuro, como cuando uno se va a casar y ve un proyecto de vida. Cuando existe alma, no tiene por qué fracasar.
Armin y Patricia, Cervecera Kunstmann:
"Más alemán que los alemanes", así describe Patricia Ramos a su marido Armin Kunstmann. Es que hay que tener el empeño de un alemán para devolver a Valdivia sus tradiciones germanas. La fábrica de cerveza y la Bierfest Kunstmann en la que se escucha el acordeón, se bailan polcas, y se comen chuletas con papas y chucrut.
Nada de esto sería posible sin la ayuda de su señora. Armin y Patricia están a la cabeza de la Cervecera Kunstmann, que nació cuando él comenzó a hacer este caldo en la cocina de la casa hace trece años. Patricia y sus cinco hijos lavaban botellas, ponían corchos y pegaban etiquetas, mientras Armin cocía a fuego lento la cebada malteada.
Partió haciendo cinco litros y hoy produce 3 millones 400 mil litros de cerveza premium al año, que se vende en Chile y Japón. Un gran salto que Armin dio de la mano de Patricia. Él puso el espíritu innovador y ella, las dotes empresariales que nacieron cuando vendía bikinis en Reñaca.
En 1991 la fábrica de cerveza se traslada al garaje y empiezan a comercializarla. Seis años después venden acciones y construyen una microcervecera y a su lado un restaurante donde se pueden degustar las cinco variedades de cerveza Kunstmann: Lager, Lager sin alcohol, Pale Ale, Bock y Miel.
Este último negocio es dirigido por Patricia y la Compañía Cervera Kunstmann, que tiene un 50% de participación de CCU, la preside Armin.