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“Soy un Infante viviendo en el mundo de los Machuca”

Feliz en su cargo de alcalde de Peñalolén, cree profundamente que nació para estar en el servicio público. Marcado por su padre, espera heredar a sus cuatros hijos hombres algo de su enseñanza.

09 de Marzo de 2005 | 16:42 |
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Cruza todas las mañanas desde Huechuraba a Peñalolén para hacer lo que le gusta. De mucho intentarlo, finalmente, en las pasadas elecciones de alcalde consiguió un cargo de representación popular para poder hacer servicio social.

El nuevo edil Claudio Orrego Larraín, abogado de la Universidad Católica, con un postgrado en economía en la universidad de Cambridge, se inició en lo público muy joven, inspirado por su padre y su colegio, el Saint George.

Estando en la universidad, se fue a vivir, entre 1987 y 1991, a la población “La Faena”, junto a otros dos amigos. La experiencia lo marcó tanto como haber trabajado en el “Pequeño Cottolengo”, con niños lisiados, o haber sido ministro de la Vivienda de Lagos.

Entre medio, sumó otras candidaturas a alcalde y diputado, la jefatura de la división de Modernización del Estado en la administración Frei Ruiz-Tagle, la creación de una corporación llamada “Encuentro” que está en el corazón de “Lo Hermida” y tres años como ejecutivo en la empresa Sonda.

-Estás de nuevo con los pies en el barro, ¿qué se siente?
“Estoy feliz. Desde el colegio trabajé en poblaciones y la decisión de vivir en “La Faena” fue consecuencia de mi trabajo previo, de mis ganas de comprometerme más radicalmente.
“Además, era una búsqueda vocacional, no sabía si me quería dedicar a lo público o no, incluso me cuestionaba una posible vida religiosa. Estaba buscando y quería ser consecuente. Lo dejé, en parte por mi matrimonio, porque tenía claro que uno debe hacer renuncias. De la población me fui al altar”.

-¿La película “Machuca” te interpreta?
“Siempre digo que soy un Infante viviendo en el mundo de los Machuca. La noche que gané la elección, estando en el comando, alguien gritó de la calle ¡buena Machuca! cuando me asomé por una ventana”.

No tuvo la oportunidad de conocer al padre Gerardo Whelan (el sacerdote que inspiró la película) cuando era rector del Saint George, pero el destino quiso que se encontraran trabajando en la población “La Faena”.

“El espíritu de esa película no sólo lo llevo como algo muy profundo en mi ser, sino que es parte de mi ideario. Peñalolén tiene más Infantes y Machucas que ninguna otra comuna en el país”.

-¿Qué ha pasado con la integración social en Chile?
“La integración es difícil en este país. Se tomó una opción de homogenizarse; salvo comunas como Lo Barnechea con su cerro San Luis, o Colón Oriente en Las Condes, las comunas optaron por no diversificarse. Si miras un mapa de Santiago y le asignas colores a los estratos socioeconómicos se verían sólo comunas azules o rojas. Muy pocas, como Peñalolén tienen los dos colores.
“Más allá de la experiencia puntual de "Machuca", el gran desafío humano de este país es cómo generar espacios para que gente distinta aprenda a convivir y eso vale para todo, no sólo para el nivel socioeconómico, si no que para lo cultural o étnico. En este país hay una intolerancia inmensa, es cosa de ver a los peruanos y las dificultades que tienen para integrarse. Aquí rápidamente te caricaturizan”.

En términos políticos dice ser la cola de la generación 80, “G-80” de la Democracia Cristiana; más bien, es la cabeza de la G-90. Algunos las consideran, a ambas, generaciones pérdidas porque no tuvieron los espacios para ejercer en el servicio público.

-¿Te crees parte de una generación pérdida?
“Es que yo no me reconozco como una generación pérdida. La vida es larga y tiene muchas vueltas y se evalúa a la gente por a dónde llega y no porcómo parte. Además, hay que sacarse un poco los mitos de encima ¿Qué se considera una generación pérdida? ¿Que a los 30 años no seamos diputados? Bueno, no necesariamente es eso. Hay muchas formas de aportar.
“Puede ser que hoy no controlemos el aparato formal del poder, el partido. Eso es cierto y se debe a muchos factores: a una vieja guardia que nunca ha querido dar espacios, que ha borrado con el codo lo escrito con la mano, y también a una fantasía de creer que algún día Frei Montalva iba a resucitar, a tomar a la nueva generación y a darle un espacio. Obviamente no ocurrió”.

Orrego es descarnado en la autocrítica: “Nuestro gran pecado ha sido esperar eso y no, de alguna manera, armarnos de ideas, voluntad y decisión para tomarnos el poder. Al final nadie da el poder, se conquista”.

-¿Por qué se pasmaron los G-80?
“Bueno, hubo una cuestión razonable dada por esa espera que se dio entre la G-80, donde quedaron eternamente como jefes de gabinetes. También hubo un aburguesamiento: uno se instala en el poder, tiene chofer y no se está en la trinchera.
“Son pocos los dispuestos a asumir una campaña, gastarse sus ahorros para conquistar el poder. Es duro, sacrificado, pero no pierdo la esperanza”.

-Sin renovación de cuadros no habrá juventud reencantada con la política.
“Sí. Estoy convencido de que si mi generación no hace de esto un servicio permanente va a ser difícil reclutar a los jóvenes. Hay algunos que están dispuestos a quemar sus naves por irse a la aventura.
“El verdadero sentido lo da estar dispuesto a perder por una causa. Dispuestos a ganar hay muchos; a perder, pocos”.

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