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“Hay mucho mito en torno a mí”

Fanático de Seinfield y Fontanarrosa, es decir, de que aquéllos que se ríen de la vida y en tono serio, este periodista deportivo se confiesa un personaje; uno que inventó para poder decir las barbaridades más grandes sin arrugarse.

17 de Mayo de 2005 | 10:14 |
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Es un hombre de convicciones. Advierte que nunca come o almuerza antes de tener sexo. Tampoco lo hace para hablar de pega, porque las pocas veces que lo ha hecho le va mal en la negociación.

“Te empiezan a embolinar la perdiz. Yo no tomo vino (sólo Coca light), pero el otro termina hablando cabezas de pescados y, necesariamente, tienes que fijar otra reunión para hablar de lo que te interesa”, argumenta.

Tan fuerte convicción la adquirió después de conocer a quien se convertiría en uno de sus escritores favoritos: el cuentista y caricaturista argentino Roberto Fontanarrosa. En el libro “El mundo vive equivocado”, hay un cuento –explica- en el que dos hombres fantasean con la conquista de una mujer, en un bar. Uno de ellos establece un estratégico cronograma que incluye la clásica cena romántica y él otro le plantea que no debe hacer eso antes de tener sexo, porque se come ansioso y no se disfruta la comida.

Aldo Rómulo Schiappacasse (casi 44) es un personaje. Uno en la vida real (parlanchín, risueño, acelerado) y otro en la ficción, porque asegura que en los medios de comunicación no es él, si no otro que inventó.

Su vida transcurre entre la radio Cooperativa, Chilevisión, la universidad, una revista, el diario “El Mercurio”, el cine, los hijos, el tenis y un sinfín de reuniones y otros. En el último tiempo se ha convertido en el icono de los conversadores, uno que casi desplaza de su sitial a Don Francisco, pero él no está ni ahí.

-Para conversar se necesita tiempo y eso parece que a ti te falta.
“Eso es una suerte de mitología. No soy bueno para conversar”.

-Entonces, ¿para qué participas en programas de conversación dos veces a la semana?
“Soy bueno para escuchar. Me siento y pongo caras; soy más bien un provocador”.

-O sea, azuzas a todos los demás y miras como se pelean.
“Exactamente. Básicamente pongo temas para que la conversación fluya, pero no soy buen conversador, no soy gallo de anécdotas, ni chistes”.

-Pero tu imagen es de gordo simpático.
“Es una imagen falsa, o sea, con mis amigos nos juntamos a tomar cerveza… No, sabís qué, si algo he perdido en los últimos años trabajando como enfermo son mis amigos. Los veo poco y nada, casi no como con ellos en la casa porque no puedo, del noticiero llego muy tarde y al día siguiente me levanto temprano. Entonces, si algo perdí tratando de compensar a la familia son las comidas con los amigos”.

-Qué lata… ¿qué te queda?
“Me quedan (y empieza a enumerar risueño) tres hijos, mi nueva señora, una casa fantástica y mi último vicio que es comprar cuestiones en Internet, libros y DVD fundamentalmente. También me queda la televisión por cable, que cada vez trasmite más cosas entretenidas, y me queda todo el resto del día donde me lo paso conversando”.

-Tu vida se ve agotadora; la radio, dos veces al día; la tele, todas las noches; clases… Con ese ritmo ¿para qué tienes TV cable?
“¡Estai loca!, en la noche dan cosas salvajes en el cable”.

-O sea, eres de los que castigas el sueño.
“Sí, duermo seis horas”.

-¿Y es suficiente?
“No”, contesta sin nada de culpa. “De repente duermo siesta”, agrega.

-¿Cuál es tu vía de escape?
“Entrar a un cine a las 10. 30 de la mañana”.

-¡¿Qué cine está abierto a esa hora?!
“El Hoyts de La Reina abre a las 10 y el Parque Arauco a las 11… sentarme –continúa- en Internet a revisar todos los sitios de productos europeos; bañarme con mi hijo de 1 año 4 meses en la piscina, que camina y se tira pequeños piqueros. Ir a buscar y a dejar todos los días a mis otros dos hijos al colegio; jugar tenis dos veces a la semana”.

-Podrías estar en el mundo de las féminas, ¡trabajadora con doble jornada!
“Hago mis trámites, llevo a mis hijos al médico”, sigue como si quisiera retener esa distinción.

-¿Por qué todo esto? ¿Eres hiperkinético?
“Porque trabajo en esto no más. Porque las pegas van llegando y tal vez, por la educación que recibí de mi padre que como buen inmigrante italiano dice que el trabajo no se desprecia”.

-No sabes decir no.
“No… pero además, tengo pegas muy bien remuneradas que me permiten hacer otras muy mal remuneradas sin ningún remordimiento de conciencia. En la universidad me pagan 90 lucas mensuales, ponte tú, y voy y hago clases fascinado porque sé que no vivo de eso. En la revista de cine gano re poco, en el diario no gano bien, pero me gusta escribir. Todas las pegas me gustan y la que no, la dejo”.

Se ha tejido toda una imagen en torno a él, razón por la cual hoy goza de una extremada sobre exposición. A estas alturas, más de alguien podría afirmar que ya se ganó el título de “opinólogo”.

“Hay mucho mito en torno a mí. Es tremendamente periodístico lo que hago y no ando de fenómeno por la vida. Pero ponte tú, LUN me llamaba a lo menos dos veces al día para preguntarme cualquier cosa y yo contesto cualquier tontera… En cambio, yo sigo reporteando, llamando a gente y pidiendo entrevistas”.

-¿Y entonces?
“Me da una lata cuando me llaman para pedir una opinión, pero yo vivo de eso así que sé lo que es”.

-¿Se te fue de las manos esta sobre exposición?
“No, no. Yo sabía que se me iba a ir de las manos, lo tuve siempre claro, después de empezar a hacer “La Última Tentación”. Uno puede pasar piola con el noticiero, “Tolerancia Cero” o la columna, pero hacer un programa de conversación significa entrar a otro estrato”.

-¿Por qué hacerlo, entonces?
“Porque Jaime Aguirre me venía hinchando desde hace mucho tiempo por el programa; el canal me daba garantías de que iba a ser bueno y me pusieron, este año, al mejor director posible, el guatón Sepúlveda, que es mi amigo. Lo hice por necesidades del canal y además, cuando eres periodista tienes que entrevistar gente que te gusta y no; sabís que tienes que hacer pegas que te gustan y no”.

“No quiero ser objeto de noticias”, dice cuando se le enrostran una serie de portadas en LUN por sus dichos en “La Última Tentación”. “Yo quiero seguir siendo periodista, pero ¿sabís qué?, la gente no te cree. Los medios de comunicación creen que si trabajas en eso es porque estás, básicamente, buscando figuración, convertirte en un fenómeno para saltarse la cola del banco y aunque hagas el esfuerzo de decir que no quieres ese mundo, no te creen. A mí la farándula no me mueve ni un pelo”, sentencia.

Schiappacasse esconde varias historias. Entró a estudiar periodismo el año 1978, porque no le dio para psicología por “ser malo para las matemáticas”. Y ¡propio de él!, entre sus otras postulaciones estuvo pedagogía en danza en Valdivia, a pesar de que su figura actual la cultiva desde guagua, cuando se comía las sopas de leche que dejaban sus hermanos.

-¡Tu sentido del humor es …!
(Entre sonrisas continúa como si nada) “Ya me veía llegando a Valdivia, era una ciudad que me había gustado mucho”.

-Este tipo de actos ¿qué son?, ¿una ironía a la vida?
“De no tomarme en serio. Lo más italiano que tengo es no tomarme la vida demasiado en serio, ni a mí mismo ni lo que estoy diciendo”.

-Dicen que eres el único que ameniza “Tolerancia cero” ya que los otros tres se toman muy en serio.
“Se los digo a ellos. Yo me paseo por la vida con más dudas que certezas; dudo permanentemente, trato de plantearme interrogantes frente a todo, mientras que hay otros que lo saben todo. De repente, saco teorías y no saben si los estoy agarrando para el palanqueo”.

-¿Cómo se puede ir por la vida sin respuestas? ¿eres padre (los dos mayores tienen 10 y 9 años)?
“Soy un padre que está sometido constantemente, a la reflexión de preguntarse qué les pregunto y qué no. De qué voy a hablar y de qué no”.

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El personaje llamado Aldo Schiappacasse
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