"¡Mijito, pregúntele a su papá!" o "ah, no sé, es tu mamá la que ve esas cosas" son frases que a más de alguno le suenan familiares y que a Trinidad (11) le dan "demasiada rabia".
"Mi papá es súper estricto y yo sé que a mi mamá le carga que sea así, pero no le dice nada. Más encima, cada vez que quiero pedir permiso para algo me manda donde él", alega.
Claro, la mayoría de los padres dedican largas horas a conversar sobre la religión que inculcarán a sus hijos o del colegio en el que los matricularán. Pero pocos dedican el mismo tiempo a discutir acerca de cómo van a enfrentar los desafíos cotidianos que implica la crianza.
Así, no les queda más que improvisar. Sin embargo, ir solucionando los problemas a medida que se van produciendo es riesgoso tanto para la relación de pareja como para el desarrollo del niño. Peor aún si se resuelven delante de los niños. "Eso no sólo los angustia, sino que les produce un sentimiento de confusión enorme. Al final, van a terminar haciendo lo que quieren y eso puede derivar en un problema conductual mayor", sostiene la sicóloga infanto-juvenil Verónica Penna.
Carolina (30) lo sabe. De hecho, la forma de educar a sus hijos se convirtió en fuente de peleas maritales. "A veces se portaban pésimo y mi marido no les decía nada. No me quedaba otra que tomar las riendas yo, pero al final quedaba como la bruja". Otras veces, era él quien los castigaba por cosas que a Carolina le parecían "mínimas". Varias veces llegaron a desautorizarse delante de los niños, hasta que la situación topó fondo. "Nos estábamos llevando pésimo por este asunto, así que nos sentamos y conversamos hasta llegar a un consenso".
Cada uno tuvo que ceder y respetar el acuerdo al que llegaron. Pero ambos coinciden en que "el cambio se nota".
Según la sicóloga, lo ideal es anticiparse a las discrepancias que puedan surgir y tener el tema educacional conversado de antemano. "Si te vas a comprar un auto, ves qué seguro vas a contratar, dónde lo vas a estacionar, etc. Lo mismo pasa con los hijos, no puedes esperar a que pruebe drogas para ver cómo vas a abordar el tema con él".
La especialista agrega que el estilo de crianza que se adopte debe ser parte del proyecto de familia. "Cuando piensan tener hijos ya es momento de conversar qué quieren para ellos y hablar sobre la forma en que cada uno de los padres fue educado en su familia de origen".
Doble contención
Maribel (37) y Jorge (41) lo hicieron "casi sin querer". "Ambos teníamos hermanos chicos cuando nos pusimos a pololear y eso propició el que habláramos de las cosas que nos molestaban y cómo queríamos que fueran nuestros hijos". Según cuentan, fue tanto lo que hablaron y se proyectaron, que en la práctica les resultó fácil. "Obvio que hemos tenido diferencias, pero en detalles. Eso sí, parte de nuestro acuerdo previo fue nunca, por ningún motivo, manifestarlas frente a los niños".
Conversar estos aspectos es vital, según Verónica Penna, porque permite corregir los errores. "Si no revisas tu propia educación vas a repetir el modelo porque lo encuentras lo mejor, o vas a actuar en forma reaccionaria y hacer todo lo contrario si la experiencia no fue buena".
Tener claro de antemano qué piensa cada uno no garantiza que nunca vaya a haber desacuerdos. "Pero sí sirve para resolver las discrepancias con tranquilidad y comprender por qué uno reacciona de determinada manera".
Pero, ojo. Los límites claros también pueden diluirse si no son ambos padres los encargados de aplicarlos. "El papá que adopta el rol normador y la madre que se desentiende del asunto sólo generan más confusión en el niño", precisa.
La sicóloga infantil Rossana Culaciati enfatiza la importancia de la flexibilidad en la tarea de educar. "Los dos tienen que ser capaces de rayar la cancha y de manejar a sus hijos, y los dos deben tener la misma capacidad de comprenderlos, acogerlos y contenerlos, dependiendo del caso".
La idea es mostrarse como una autoridad parental integrada. "Hay que tener en cuenta que los niños son tremendamente perceptivos y captan todo en el ambiente. Si ven un vacío a través del cual puedan manipular, lo van a hacer. Ellos saben perfectamente qué pueden conseguir con cada uno de los padres y hasta pueden llegar a enfrentarlos si es necesario", afirma.
Cosa que no sucede cuando se encuentra con papás que se apoyan mutuamente. Los dividendos que esto trae son considerables: no sólo se hace más fácil la tarea de educar, sino que el desarrollo emocional de los pequeños se favorece. "Si tiene las reglas del juego claras se va a sentir contenido y más seguro de sí mismo", opina Verónica Penna.
Sin exagerar
Tampoco es recomendable caer en la trampa de educar a los hijos según "recetas de cocina".
La sicóloga infanto- juvenil Rossana Culaciati recomienda a los padres tener ciertas pautas en común, como los valores y aquellos aspectos que ellos consideran importantes para inculcar en sus niños. "Lo ideal es que ante una desavenencia, siempre conversen".
Sin embargo, opina que caer en el extremo de definir cómo se va a actuar en cada caso o qué tipo de castigo se va a dar al niño tiene el riesgo de crear un clima de tensión y poco propicio para la espontaneidad.
"Al final, el ambiente familiar se convierte en una lucha por encajar en este molde preestablecido, lo que puede ser igualmente nocivo".
Otra cosa a tener presente es que todos los niños son distintos y, por lo mismo, también sus necesidades.
"Si tienes un hijo hiperactivo vas a tener que actuar distinto de cómo lo haces con el que es más tímido. Uno nunca sabe cómo van a ser, así es que difícilmente puedes establecer pautas demasiado precisas", aclara.