¿Qué es el amor? Cada época ha definido este concepto de diferentes maneras y lo ha ligado a las expectativas que tiene de él. Según el estudio realizado por Charles Rothery y Sergio España, del Centro de Investigación Mediática de la Universidad del Desarrollo, las mujeres jóvenes y prósperas del Chile de hoy hablan del amor como un estado permanente, como un sentimiento que se vive en el cuerpo y en el alma, que contiene elementos de atracción sexual, de admiración, de apoyo mutuo, de proyectos comunes. Contiene muchas cosas, muchas más que las que soñaron sus madres y abuelas. Demasiadas para este sentimiento que nadie puede definir, que todos necesitan, que todos padecen, que trae tantas penas y alegrías, que dura cada vez menos.
El concepto de amor que se desprende del estudio no asegura estabilidad. Algo está pasando. La familia es siempre lo más importante, es aquello que mide y define a estas jóvenes mujeres, pero ya no es suficiente. No basta con un marido buen proveedor y buen padre, aunque ayuda mucho a mantener el amor. Ahora sienten que si no hay vida de pareja, entonces hay crisis.
Las mujeres jóvenes de los sectores altos, como tendencia (porque no estamos hablando de todas las mujeres, sino que de una huella que se empieza a dibujar), se sienten más poderosas que sus madres y lo son. Por lo tanto, necesitan a los hombres y su amor, pero no a costa de sí mismas. Eso parece ser lo más definitorio de esta nueva tendencia, con contradicciones enormes y, a veces, con los mismos miedos y añoranzas que todas las mujeres de la historia.
Pero ellas quieren un amor de pareja verdadero. Y si no lo encuentran en sus parejas, harán muchos esfuerzos que van desde pedir terapia para ambos, aguantar tiempos largos de frustración, apoyar y esperar, hasta expresar su disconformidad, pero lo van a pelear hasta tenerlo.
Una cuestión de expectativas
Pero ¿qué esperan las mujeres del amor? Aquí resumo algunas de sus aspiraciones.
Comunicación: que sus parejas las oigan, las conozcan, se interesen en ellas. Que sus penas, miedos, conflictos sociales y familiares sean compartidos o al menos que el otro esté abierto a escucharlas.
Atracción sexual: si bien es frecuente que "hacer las tareas" con el marido o pareja no sea siempre un acto gozado, es importante, también, "hacer el amor". Y esto no es un tecnicismo, se relaciona con sentir las ganas genuinas de querer sexo con él. El orgasmo ya no es, como lo fue hasta hace muy poco, un valor en sí mismo. Estas mujeres saben tener orgasmo, es cosa de concentrarse y hacer las cosas necesarias. El tema es estar excitadas, no tener que excitarse como un acto voluntario para cumplir con algo que saben va ser rico al final, la mayoría de las veces. Ellas quieren sentir la emoción de un encuentro, sentirse queridas y deseadas, no sólo buscadas, porque es rico tener relaciones y porque hace bien y es necesario para la fisiología, el cutis, el buen carácter. Menos aun porque es una necesidad fisiológica de los hombres jóvenes que son sus parejas. Ellas quieren sentir amor (emoción amorosa-romántica) en una gran proporción de sus relaciones sexuales con su pareja.
Proyectos comunes: el amor es con proyectos. No basta estar casados. Hay que compartir, convenir, luchar juntos por logros comunes. Curiosamente, es poco frecuente que esto se relacione (como en la generación de los 60) con valores comunes. No es que no existan, es que no parecen fundamentales a la hora de hablar del amor. En cambio, la educación de los hijos (más bien el colegio apropiado para ellos), el barrio donde van a vivir, la casa que se construirán o van a comprar, las vacaciones y los viajes comunes o con los hijos, el tipo de vida social que quieren tener en común, etc. Dónde y cómo se situarán en la sociedad a la cual pertenecen. De allí se desprenden muchos proyectos, y eso aparece como fundamental.
Actividades de pareja: es importante viajar juntos, comer juntos, hacer cosas solos y con los amigos más íntimos. Para los que son religiosos, pertenecer a una comunidad que los apoye en sus vidas de pareja, y para los que no lo son, hacerse espacios para ellos y que éstos sean disfrutados, es un componente del amor.
Entretenerse juntos: si bien se parece a las actividades en pareja, esto está registrado como una expectativa importantísima, ya que de lo contrario todo lo anterior se hace formal. No se adivina en ningún rincón el amor como diferencia, salvo como complemento en términos de carácter. O sea, si ella es lectora y amante del cine o de la música o del teatro y él sólo se apasiona con el fútbol, no importa demasiado, pero debe estar compensado por panoramas sociales que disfruten ambos, por algo que claramente haga entretenida la vida conjunta. Tal vez gozar compartiendo lo que cada uno hace por su lado. Ahora, el ideal es una comunión de intereses o humor parecido, o copucheos gozados de a dos o gustos similares. Estas mujeres piensan que latearse con el marido o la pareja es una señal grave, que presagia crisis.
Reciclar el amor
La mezcla entre la expectativa del amor, la dificultad del matrimonio y un mercado abierto, sumado a la sensación de poder y a la capacidad verdadera de estas mujeres de cuidar a sus hijos si se quedan solas, hacen que el valor del matrimonio esté en juego. No explícita ni conscientemente. Pero lo está. Y la generación más vulnerable es ésta registrada en el estudio de Charles Rothery y Sergio España: las mujeres de sectores económicos altos, entre 25 y 39 años. Porque saben que se van a casar de nuevo, porque saben lo que quieren o a lo que aspiran, porque tienen la energía de un tsunami, porque trabajan y se hacen cargo sin tregua de sus hijos y sus hogares, y porque tienen muchas ganas de vivir la vida intensamente.
Desde que el matrimonio ya no es para toda la vida, a pesar de las intenciones de los cónyuges, y desde que la infidelidad se ha abierto como una posibilidad, ante la frustración del amor esperado y soñado, alguna vez sentido pero apagado, surge la búsqueda del amor en otros hombres. Esto va desde la fantasía erotizada de un compañero de trabajo o alguien que se conoció por internet, con quien no se concreta el amor, pero se recupera la ilusión, se comparte, existe ese alguien que escucha, recuerda. La emoción de estas relaciones subsidian los matrimonios.
Si la lata, el desencuentro, la pérdida del respeto y la admiración se hacen agudas, surgen los amantes. El mercado actual tiene recursos para eso. Los hombres modernos ya no van a burdeles, ellos también quieren amor y sexo con sentido. Entonces, sin querer romper sus matrimonios, comienza como un juego la pasión escondida, que también subsidia el matrimonio porque le pone color a la vida. El vacío disminuye y la lata del marido es más tolerable si se puede pensar en las lucecitas de otro que también añora el próximo encuentro. Aquí una de ellas cuenta su historia:
"Soy una profesional exitosa, una tonta que ha hecho todo bien y todo en serio en la vida. Le hice la carrera a mi marido, él lo reconoce. Sin mí no sería quien es, pero lo pillé con la secretaria, una señorita de los más linda y cariñosa, nada serio, pero suficiente para mí. Ahora soy otra, sigo con él y estamos mejor como pareja, con mucho más respeto. Él anda aterrado de que lo eche, pero yo nunca más voy a quererlo como antes. Fue demasiado. Ya no soy una tonta, aunque tengo que hacer esfuerzos para no ser buena de más. Tengo un amor, pero platónico, que no me causa ni un problema ni una culpa. Nos mandamos poesías, leemos los mismos libros, nos regalamos discos y videos, yo he crecido tanto con él y me hace tan feliz".
Los recuerdos de las historias de sus madres, algunas "perfectas y vacías", son otro incentivo en la búsqueda del amor. Muchas se quedarán con sus parejas originales, pero es porque ya arreglaron el cuento o porque sueñan o tienen otro amor. "Estoy felizmente casada, después de años malos y una crisis tras otra. A los 6 años de casada una mañana me vi y comprendí que era igual a mi mamá. Estoy desde los 10 años jurando que nunca seré como ella, que jamás tendré un matrimonio como el suyo, y aquí estaba yo, perdiendo la vida. Me fui a terapia, después llevé a mi marido, lo eché de la casa dos veces hasta que me creyó que iba en serio. Fue él a terapia solo también. Ahora nos queremos más, lo pasamos mejor, salimos juntos, tenemos amigos, estamos construyendo la casa que soñamos y somos buenos amigos".
Otro ejemplo: "Creí que había dejado de amar a mi marido y tuve mucho miedo y mucha depre. Ese año sin amor fue atroz. Lo que pasaba es que nos habíamos dejado estar, él y yo. Nos costó reencontrarnos, pero lo logramos. Ahora cuidamos la relación como locos y tenemos redes que hacen posible que salgamos solos, viajemos solos. Mi comunidad católica ha ayudado mucho, todos habían pasado por cosas parecidas. Tanto que hemos dedicado la comunidad al amor, como una manera de recolaborar con la fe a través del mantenimiento de los matrimonios".
Se acabaron las tragedias de morir por amor. Esta generación buscará el amor a manos llenas, pero no va a morir por nadie. Sufren, se deprimen, intentan salir adelante, se caen, se vuelven a deprimir frente a un abandono amoroso, como todas las mujeres de la historia. Pero al revés de hace 50 años, cuando la mujer abandonada se iba a casa de su madre con sus hijos y se quedaba sola para siempre, estas mujeres se reciclan como hoy se recicla todo. Podemos decir, entonces, más allá de todo valor o principio moral o religioso, que estas mujeres vivirán como quieren vivir. No se darán por vencidas.