Al igual que Jorge González, Gastón se decía a sí mismo "yo no sirvo para amar", luego de terminar su larga relación con Antonia en el invierno del 2001. La cosa entre ellos se iba enfriando, al mismo tiempo que la atracción entre él y Ruth aumentaba en grados Celsius.
No pasaron muchos meses antes que se gestara una nueva relación. Fue como un relevo, una posta de tres eslabones: Marcela, Antonia y Ruth. Con la primera duró cuatro años, con la segunda dos y con Ruth va para los tres. Su primer pololeo fue a los 18, ahora tiene 27.
Matemática elemental: nueve años exactos. Gastón prácticamente nunca ha estado sin una relación estable.
Francesca (24) ha pololeado siete veces en siete años. "De esos pololeos, sólo tres merecen el nombre, el resto fueron o cosas más de niños o relaciones muy cortas y sin profundidad".
Su lapso más largo en soledad han sido nueve meses, "y con pinches, un año".
"A mi actual pololo lo conocí hace dos años, salimos durante seis meses y pensé que me estaba embalando más que él, así que corté la relación. A los dos meses empecé a salir con otro, pololeamos al tiro y duramos once meses, terminamos y al mes y medio ya estaba pololeando de nuevo".
Su caso, claramente, no es el mismo de Gastón. Mientras ella cambia de pareja constantemente, el otro se mantiene estable por años hasta que aparece otra. Pero ninguno de los dos permanece solo mucho tiempo ¿Miedo intenso a la soledad? ¿Adicción a la compañía?
Según la sicóloga Silvia Orellana, el ciclo natural en los jóvenes es: probar, enamorarse, idealizar, desidealizar y romper. "En la mujer es más romántico, en los hombres es un proceso de conocimiento erótico", explica.
La especialista asegura que esta constante exploración no es en vano y que hasta puede ser beneficiosa. "Permite establecer una identidad, descubrirse a sí mismo y canalizar el impulso sexual de un modo adecuado".
Antes de ser polola, Paula era insegura. "Cuando chica era feúcha, y cerca de los 17 sufrí un cambio espectacular que me convirtió en una chica popular". Casi de inmediato tuvo su primer pololo y desde ese día no ha cambiado de estado civil, aunque ya está en su cuarta relación.
La palabra soledad no está en el vocabulario de Paula. "Soy de la teoría de que "a rey muerto, rey puesto", así se sufre menos y los otros ven que encontraste pareja rápido".
Sólo un duelo
Tampoco figura en el léxico de Carlos (21), quien tuvo una estadía de tres años y una novia en México, la que dejó en el país del norte y reemplazó rápidamente al llegar a Chile. Antes de eso tuvo otras cuatro relaciones cortas en su historial de pololeo.
"Soy pololo, porque en los últimos cuatro años he pasado más acompañado que solo, mucho más tiempo. Quiero pensar que puedo estar solo, pero no se me ha presentado la oportunidad; cuando volví, lo primero que hice fue ir a buscar otra. No es que quiera reemplazar un amor por otro, simplemente busco amor cuando no lo tengo".Efectivamente, muchos perciben la soledad como una especie de fracaso. Pero a juicio del sicólogo Fernando Urra, hay una razón más de fondo para tener compañía constante. "Estar solo implica reflexión, y no es bueno para ellos porque significa conectarse con sus afectos."
Y la imagen con la que se pueden encontrar no es precisamente la que quieren ver. Inseguridad, carencias afectivas o alguna pérdida pueden gatillar conductas de este tipo, y nadie quiere asumir que "necesita" de otros para validarse.
Gastón considera que su gran error fue no tener un duelo entre su primera y segunda relación. "El clavo tienes que sacarlo tú mismo porque es un menoscabo para la otra persona ser un remedio para olvidar, lo caché ahora; con ella me embalé muy rápido, como que la agarré al tiro para no estar solo".
Si bien los considera importantes, Silvia Orellana opina que los períodos de duelo varían según la naturaleza y duración de cada relación.
"Si la ruptura fue decidida en conjunto, el duelo es más corto o si ya había alguien en mente, también. En todo caso hay quienes necesitan más tiempo, depende de la historia previa, de la profundidad de la relación".
Según su óptica, lo preocupante de transitar rápidamente de una relación a otra es que se tiende a buscar a la pareja anterior, o algunos rasgos de ella, en la persona que acaban de conocer.
Dependiente
Hay rasgos de dependencia afectiva más extremos que otros, según Fernando Urra; los de carácter patológico se deben a malas experiencias tempranas y a un sistema familiar agresivo, lo que daña la autopercepción.
"Entonces se busca encontrar en otros esa seguridad; se necesita un 'yo complementario'. Por eso la búsqueda incesante, y cuando éste ya no lo satisface, busca otro".
Silvia Orellana sostiene que en este caso se da una suerte de círculo vicioso donde, al término de la relación, el afectado se victimiza y enseguida busca a alguien más para suplir esta carencia.
En cuanto a la manipulación, la especialista considera que lo más sano es que las relaciones de poder dentro de la pareja sean simétricas y que éste sea intercambiable.