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La mente también puede pasarle la cuenta a la piel

Uno de cada tres pacientes que consultan por problemas cutáneos tiene asociado algún componente sicológico.

01 de Abril de 2005 | 12:11 |
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Las emociones literalmente pueden tenerse a flor de piel. Es más, la angustia, la depresión, el estrés y otros problemas sicológicos pueden derivar en patologías cutáneas que requieren tratamientos de largo plazo. Asimismo, las enfermedades de la piel pueden generar trastornos del ánimo importantes.

El aumento de patologías cutáneas con componentes sicológicos llevó al mundo médico a unir los conocimientos de dermatólogos, siquiatras y neurólogos bajo el concepto de sicodermatología para ayudar a pacientes como Susana Manterola, de 47 años, quien desde hace un mes tiene ronchas en todo el cuerpo. Pensaba que podría ser un chocolate que comió, aunque nunca había tenido reacciones alérgicas. La dermatóloga le diagnosticó una urticaria, le recetó antihistamínicos y le sugirió renunciar a los placeres del cacao, pescados, mariscos y tomate. Pero las ronchas siguieron. Otro médico le recetó corticoides, que le han hecho efecto, pero de los que no quiere depender eternamente.
Sicosis y manías
Algunos pacientes siquiátricos, como los que sufren de depresiones endógenas, esquizofrenia o sicosis, pueden inducir una enfermedad dermatológica a raíz de su condición. Como parte de la sicosis, por ejemplo, ciertos pacientes comienzan a rascarse hasta hacerse heridas porque tienen alucinaciones y piensan que están infectados (ácarofobia).

Hay papás que llegan con la hija a consultar por caída del cabello, pero lo que tiene es una tricotilomanía, una patología siquiátrica en la que se arrancan el pelo en una conducta autodestructiva, dice la dermatóloga María Luisa Pérez Cotapos.

Similar es el caso de quienes presentan conductas compulsivas como comerse las uñas (onicofagia), o no son capaces de controlar el impulso de autoinflingirse lesiones y llegan a la consulta del dermatólogo a pedir tratamiento.

Si uno trata sólo la piel, pero no investiga lo que hay detrás del problema, no puede ayudar al paciente, explica la especialista.


Culpa de los nervios

Entre píldoras y restricciones de la dieta, Susana intuye que puede haber algo más detrás del problema. Aún está haciendo el duelo por la muerte de su marido, está vendiendo la casa en la que vivieron juntos, planea irse a vivir a Quilpué apenas se concrete la venta y su única hija se casará en abril próximo. “Yo creo que he estado muy nerviosa, y quizás el chocolate fue lo que me hizo explotar”, dice.

Según explica la doctora María Luisa Pérez Cotapos, jefa del Departamento de Dermatología de la Universidad Católica y especialista de la Clínica Las Condes, el vínculo entre piel y emociones es más estrecho de lo que se cree. La piel y el sistema neurológico tienen un origen embriológico común y ambos interactúan. Por ejemplo, en una situación de vergüenza nos ruborizamos; si pasamos un susto nos ponemos pálidos, y ante una situación de estrés, sudamos.

Estas reacciones fisiológicas normales pueden verse exacerbadas y llevar a enfermedades de la piel, como la hiperhidrosis - sudoración excesiva- o la urticaria.

Del mismo modo, quienes ya tienen una enfermedad dermatológica y se ven expuestos a factores tensionales o problemas emocionales, ven cómo la patología se agrava o deja de responder a los tratamientos habituales. Así, no es extraño que los adolescentes con acné que acaban de enfrentar el término del colegio y la temida PSU hayan visto brotar con profusión las espinillas; de hecho, en estas fechas hay un aumento importante de las consultas por acné severo.

Hay una relación directa entre estrés, secreción sebácea y agravamiento del acné. Con la tensión, las glándulas sebáceas se repletan, inflaman y se pueden sobreinfectar, dice la doctora Pérez Cotapos.

Lo mismo le ocurre a las personas con dermatitis seborreicas - aumento del sebo y la caspa en la cara y el cuero cabelludo- y que se ven enfrentadas a situaciones emocionales que los sobrepasan. O con quienes padecen psoriasis (enfermedad crónica que se manifiesta con placas escamosas en codos, rodillas y cuero cabelludo) y pasan por un estado depresivo, tensional o angustioso. O con aquellos que cargan con el vitiligo - que despigmenta la piel en manchas blancas- y que puede ser inducido por un estado de tensión, un accidente o una ruptura sentimental.

También ocurre el caso contrario: que sea la patología dermatológica la que afecte a la siquis. Un acné severo o una psoriasis pueden producir deformaciones evidentes que destruyan la autoestima del paciente, especialmente en edades críticas como la adolescencia.

El que la siquis le pase la cuenta a la piel es un fenómeno que ha ido en aumento por culpa de la vida moderna, con sus sobreexigencias, escasez de tiempo y dificultades afectivas. El problema no discrimina por sexo ni edad; incluso los niños están expuestos, por lo que los pediatras deben estar atentos a considerar esta variable.

La alianza entre dermatólogos, siquiatras y neurólogos es la clave del éxito en los tratamientos. El problema tiene que abordarse desde una perspectiva multidisciplinaria, y un componente sumamente importante es la relación médico-paciente, advierte la doctora Pérez Cotapos.

El tratamiento puede incluir sicoterapia, medicamentos y manejo de la patología cutánea. En todo, la actitud del paciente y el apoyo familiar son piezas centrales.





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