Cristina de la Sotta cree firmemente en la participación de la mujer en el mercado laboral, pero desde una visión distinta a la de la sociedad actual. Para ella, las mujeres deben plantearse frente al mundo como tales, desde sus diferencias y no como si fueran un hombre más, obligándose a dejar de lado lo más profundo de su ser, la maternidad.
“Éste siempre ha sido mi tema, yo creo que las mujeres humanizamos nuestros lugares de trabajo”, dice.
La directora ejecutiva de la Fundación Chile Unido trabajó durante varios años, después de recibirse de abogada y ocupó importantes cargos en distintas empresas. No obstante, a medida que sus logros laborales aumentaban, sentía que su vida familiar se alejaba cada vez más. Al cumplir 12 años su hija mayor, la crisis se agudizó y luego de trabajar media jornada durante unos meses, decidió volver a su casa y hacerse cargo de sus hijos y su marido.
-Tú tenías esa opción, pero ¿qué pasa con las mujeres que no tienen la posibilidad de dejar de trabajar?
“Es cierto, muchas no la tienen. Me acuerdo del caso de una secretaria que estaba súper complicada, trabajaba el día entero, tenía que cambiar al niño de colegio; me acuerdo haberle recortado de un diario del domingo un colegio al que podía postular, pero no podía siquiera llevarlo a dar examen, te juro que lo encontraba realmente angustiante. Es una clase media que queda presa en un estatus: los dos trabajan, tienen casa propia y por lo menos un auto; pero todas esas cosas hay que pagarlas, entonces quedan en una telaraña espantosa, por el tipo de trabajo que desempeñan y por el tipo de vida que llevan”.
-Además quieren darle otro tipo de vida a sus hijos y eso pasa por una mejor educación.
“Eso es una constante; desde el junior para arriba, todos quieren que sus hijos sean más que ellos, porque ya se dan cuenta que, mientras más precaria es la situación es peor, en el fondo, ya no tienen opción, pero la oportunidad, el futuro está en sus hijos. Entonces se la juegan para que tengan una vida distinta”.
Cuenta que sintió que era una responsabilidad social pelear por los derechos de quien no puede hacerlo por si mismo y comenzó a investigar sobre el tema, teniendo presente que en Europa estaba de moda la conciliación, la flexibilidad laboral y otros temas.
Durante este proceso llegó a una conclusión: “la mujer se incorporó al mundo del trabajo en un momento determinado, gracias al movimiento feminista, pero planteándose en términos de igualdad con el hombre”.
-¿De alguna manera hemos sido culpables de que esto sea así?
“Absolutamente. Creo que la deuda del feminismo está ahí, su evolución natural debiera ser que la mujer viviera su maternidad. En una época de tanta tensión, de tantas cosas, llegó el minuto de producir un cambio”.
-¿Cuál?
“De mentalidad, cultural si se quiere, de que la mujer es mujer y por serlo es distinta, hace un aporte diferente y, además, es madre, y la maternidad debiera ser valorada socialmente; es un plus, porque te desarrolla el instinto, la intuición, uno termina viendo debajo del agua. Realmente ser madre es un aporte diferente y las mujeres nos vemos coartadas, porque nos transformamos en hombres. El gran desafío de la mujer hoy es atreverse a ser lo que es.
“Ése es un tema que estamos trabajando súper fuerte, el del verdadero liderazgo femenino, que pasa porque las mujeres seamos capaces de pararnos frente al mundo, pero como mujeres; no con esta característica de un ser como medio asexuado, que no tiene hijos, no tiene familia, trabaja, es eficiente, cumple y deja de lado la maternidad, que está en todas las células completas, es inevitable”.
-Pero el grueso de la mujeres sigue pensando en la competencia de igual a igual.
“Hay un grupo, unos estudios –el primero que conocí fue el del London School of Economics- que tiene ideas que se han replicado en otras partes. Llegan a la conclusión de que el 20% de las mujeres en general sólo quiere trabajar; otro 20% quiere irse a su casa y el 60% restante, a lo único que aspira, es a conciliar familia y trabajo. Si nosotros pudiéramos hacer un estudio de esa naturaleza, te aseguro que los resultados serían los mismos”.
-El 20% que sólo quiere trabajar ¿a qué sector pertenece?
“A una elite social y cultural. Pero la parte bonita de este trabajo es que uno se empieza a encontrar con tanta gente… hicimos unos focus group en Peñalolén, con mujeres de la población La Feria, me estremeció verlas. Te das cuenta, primero, del amor por sus hijos; son lo más importante para ellas y, lo segundo es este techo que ellas sienten que tocaron –es desgarrador- y la esperanza en estos niños, que de alguna forma puedan tener una suerte mejor”.
-Es complicado, porque para eso necesitan fuertes redes de apoyo…
“Y no existen, a pesar de que la gente más pobre es mucho más solidaria que la gente que tiene más. Hay pocas redes de apoyo, pocas posibilidades de trabajo para la gente más pobre, poca flexibilidad de horario. Tiene que haber un cambio de la legislación laboral e, incluso, más profundo.
“Esto de vivir para trabajar va contra de la naturaleza humana, contra la familia, contra todo, la gente tiene que darse cuenta de eso. Esto se empieza a notar cuando la mujer sale a trabajar, porque antes ella cubría todas estas necesidades: el cuidado de los hijos, de los ancianos, las obras sociales y hoy no hay quien lo cubra, porque las mujeres están trabajando en los mismos términos que el hombre. No hay que ser muy perspicaz, ni adivina, para darse cuenta que estamos frente a una realidad que no nos gusta”.
-¿Qué papel juega Chile Unido en este escenario?
“Estamos en una etapa de transición, pero de crisis como sociedad y nosotros estamos tratando de ser una voz: las cosas tienen que cambiar y pueden cambiar; en otras partes ya lo han hecho”.
-¿Buscan entonces revertir el proceso al que se ha llegado en países desarrollados?
“Chile está lejísimos, estamos súper aislados, pero todavía el país tiene cosas súper buenas. Tenemos toda la posibilidad de aprovechar las ventajas de la globalización, que es poder conocer la experiencia del mundo entero, sin haber perder lo bueno que hoy día tenemos, eso es lo que nos mueve de corazón”.
-¿Por qué organizaciones femeninas, si es un problema de sociedad?
“Ese es uno de los grandes problemas que tenemos, generalmente las cosas de mujeres, las hablamos sólo nosotras. Si haces una charla que puede ser súper interesante, llegan sólo mujeres. A los hombres hay que sensibilizarlos en el tema, yo tengo mucha fe en ellos, en cómo están asumiendo su rol de padres, en cómo están ayudando en la familia, sobre todo los más jóvenes, además que tienen ganas de hacerlo”.
-¿Compartes la idea de que somos las mujeres las que construimos el machismo, a través de la educación de los hijos?
“Exactamente. Así como las mujeres quedamos atrapadas de repente entre las cuatro paredes de la casa o de la cocina, los hombres están atrapados en el papel del proveedor, que es lo menos satisfactorio que existe en el mundo, porque, por último, tú eres la mamá linda y en la noche el beso y el abrazo no te lo despinta nadie; en cambio, el papá es un caballero ausente que llega en la noche muy cansado y malgenio… se llevan la peor parte.
“Los hombres están más atrapados, son más unidireccionales, especialmente en el tema del trabajo. Las mujeres, en cambio, son múltiples, porque si se les cierra una puerta, siempre abren una ventana”.
-¿Cómo tratan de revertirlo?
“De a poco -hay muchas ganas, pero los recursos son escasos-, hemos tratado de generar cosas que de alguna forma lleguen también a los hombres, a los empresarios; por eso el premio “Mejor empresa para madres que trabajan”, este es el tercer año, en conjunto con revista Ya y vamos a premiar a fines de abril”.
-¿No te parece difícil conciliar el mundo de las mujeres? Las que están en la casa quieren trabajar y las que trabajan se culpan por no estar en la casa.
“Yo viví en carne propia eso. El tema está en que uno tiene que entender que, mientras las cosas sean como son, hay dos opciones: o te marginas o te sometes.
“Yo voy a dejar los pulmones para que la gente se atreva a pegar el salto, porque hay muchas que no pueden. Voy a remover conciencias, despertaré en las mujeres este cuento, porque lo veo una necesidad. Que la gente entienda que cuando uno opta por una cosa, tiene que renunciar a otras.
“Hay un tema con el exitismo que es fatal, tremendo. La que está en la casa, está apoyando a los hijos, pero está pensando en la vecina que sale todos los días con su chaqueta, ejecutiva y la ve más atractiva… ¡Oye, si cada una eligió lo suyo y una opción es tan respetable como la otra!
“La que está en la casa sufre de descalificaciones horrorosas, a mí me pasó muchas veces y también al revés. Me acuerdo de un cumpleaños en que todos los adultos criticaban a una niña que había decidido volver a estudiar y cuyo hijo menor tenía 6 años. En ése tiempo yo trabajaba todo el día y me sentí pésimo… ¡Qué indolencia!, si nadie sabe lo que puede sufrir alguien por dejar a los niños. Que no me cuenten cuentos ¡todas lo pasamos mal!”
-Volvemos al tema, conciliar.
“Una amiga mía, con la que fuimos socias en una empresa consultora, decía que llega el minuto en que uno puede hacer todas las cosas, llegas a un cierto nivel que puedes hacerlo. Yo le contesté
¿cuánto tiempo pasa para llegar a eso? Te lo ganaste trabajando, claro, pero cuánto tiempo pasó y qué dejaste de hacer, que no va a volver nunca más. No es la gracia que cuando llegues, a los cuarenta y tantos a ser gerente general, puedas ir al día de la madre o llevar a los niños al pediatra, porque el niño ya está grande y puede ir solo. No da lo mismo; definitivamente, no da lo mismo”.
"Un hijo les da un sentido de vida"
"Quería más que ayuda, quería vivirla"