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"Lo peor, sobre todo en un regalón, es no tener lo que se quiere"

El actor, que encarna a un correcto abogado en “Los Treinta” de TVN, es el menor de cinco hermanos y se declara abiertamente regalón; dice disfrutar de las cosas simples de la vida y tomar su carrera como la prolongación de un juego, donde vive interpretando distintos papeles.

21 de Junio de 2005 | 08:49 |
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Andrés Velasco es uno de los protagonistas de “Los Treinta”, la nueva teleserie nocturna de TVN. Es su primer protagónico y se estrena justo como la conflictiva pareja de Sigrid Alegría, que es la madre de su hijo, en la vida real.

Alonso tiene 7 años, nació mientras estudiaban y es un fuerte vínculo que los une hasta el día de hoy. En esta novela, curiosidades del destino, representa al marido trabajólico de Sigrid, que es una alcohólica, y, también, tienen un hijo.

-¿Qué ha significado representar un protagónico?
“Entrar de lleno en el oficio televisivo; había estado en la televisión por la tangente, con personajes secundarios que me permitían seguir haciendo teatro. Hacer un protagónico significa dedicación exclusiva, estar todo el día en eso y ha sido fuerte, porque es más estresante de lo que pensé, son muchas horas al día dedicado al personaje. No sé como será con otros roles, pero éste es especialmente tenso y tiene otras características que también me tiñen un poco el día, sobre todo sus males”.

-Es un trabajólico.
“Es más que eso, la actitud que tiene, estar todo el día en esa pará, con esa ropa… es muy conservador, durante la semana usa terno y el fin de semana la polerita Polo con los Dockers, es muy reconocible. No hay relajo, nunca”.

-Y eso es bastante distinto a tu manera de ser.
“Sí, diametralmente distinto. Eso ha sido lo más duro; tal vez si mi personaje fuera un gallo súper relajado, no sería tan estresante; el salto no tendría que ser tan grande cada día. Ahora, siendo más objetivo, el hecho de estar todo el día en el canal implica mucho desgaste; son muchas horas de espera, que es lo que más cansa, y además, el ambiente, como en cualquier empresa grande, es bastante hostil para el ser humano; uno es un rol; no un número, pero sí un rostro, que es más raro todavía”.

-¿No te gusta ser rostro?
“No me gusta ser actor de la tele y he tenido la suerte de no ser muy reconocido en la calle, que es cuando se te corta la vida privada. Por cosas del destino, tengo un rostro que la gente no reconoce mucho; además que he hecho personajes de mucha caracterización y eso ha facilitado que todavía puedo andar por la calle súper tranquilo”.

Lleva cinco años actuando en teleseries, participó en “Amores de Mercado”, “Pura Sangre”, “Destinos Cruzados” y “Pecadores”, pero siempre en roles secundarios. Reconoce que ahora le da vergüenza verse retratado en los afiches publicitarios y en las paletas de los paraderos de micro.

-¿Siempre tuviste claro que ibas a ser actor?
“No y todavía no lo tengo claro. Fue sólo una circunstancia de la vida”.

Estaba en el colegio- Manuel de Salas-, a punto de salir, y no tenía idea de lo que quería estudiar. Tenía una actitud bastante liviana y algo desmotivada, cuenta, e incluso se preguntaba si sería flojera. Al correr de los años ha asumido que no es que sea flojo, sino que le gusta vivir la vida de una forma simple y sin complicaciones. Le gusta trabajar con las manos, también actuar, y eso lo conecta con la vida, pero nunca sintió pasión por ser actor y, dice, cree que no la siente por nada más que por la vida, por la naturaleza, por la cotidianeidad.

-¿Eres muy sensible?
“Sí, me apasionan las sutilezas como las hojas de los árboles moviéndose con el azul del cielo de fondo”.

Explica que la actuación lo conecta con la vida, pero la pasión se la dan otras cosas como un rico jugo hecho por él o construirle un juguete a su hijo.

Su tono de voz, su pose en la silla, la manera de hablar denotan que debe haber sido muy regalón de chico y así lo reconoce, porque sus hermanas mayores tenían 15 y 18 años, cuando nació y los hombres, 4 y 5. “Mi madre, que es una madre profesional, tenía 40 años al nacer yo y la mano ya estaba muy manejada, me tocó ser el regalón y ella lo confesó más de alguna vez. Me gustó escucharla, porque de ahí parte mi vida”.

-¿Y tus hermanos?
“Me fijaban los límites un poco, pero igual me cuidaban”.

-¿Malcriado?
“No. Ser el regalón es una responsabilidad con uno mismo, para no ser un monstruo, ser capaz de emprender cosas solo en la vida y de ser feliz sin necesidad de tener a la mamá al lado”.

-No hablas de tu padre, ¿por qué?
“Mi padre es una persona muy importante, porque me ha hecho sentir tranquilo y eso se lo agradezco mucho. Tiene una personalidad un poco retraída, tal vez con algo de ausencia, con un mundo interior demasiado grande y profundo, que me dejaba medio colgado. Los dos muy callados, pero estaba siempre cuando lo necesitaba, no eran necesarias tantas palabras. En parte he heredado eso, no le tengo para nada miedo al silencio.
“Cuando tuve que enfrentar mi paternidad, en el momento de crisis, respondí de acuerdo a los cánones que él me entregó: entregarle a mi hijo solvencia, para que no le falte nada y dar los consejos necesarios y el apoyo que necesite siempre”.

-¿Te apoyaron en tu casa para ser actor?
“A mis padres les dio un poco de temor por la proyección de la carrera, pero creo que más les alivió verme interesado por algo. Cuando niño era muy desmotivado y eso les llamaba la atención, así que me dieron la libertad de elegir lo que yo quisiera hacer, siempre y cuando lo hiciera bien. Agradecí su confianza, demostrándoles que no se habían equivocado al apoyarme y dio resultado; desde que empecé a estudiar no he dejado de hacer teatro, después televisión y con eso están tranquilos, felices, orgullosos”.

Como tenía una actitud muy expresiva y mucha gestualidad, el profesor de teatro prácticamente lo obligó a integrarse a su taller en IV Medio. Velasco aceptó y se dio cuenta que “la base del teatro era lo que para mí es la vida, vivir la vida, ser feliz; estar en el hoy, ahora”.

-¿Cómo así?
“Me proponía jugar a algo: entonces si hoy representas a un indio, eres un indio”.

-Seguir jugando, como un niño…
“Justamente, la pega de actor me despertaba esa cosa como de niño que, como hermano menor la tenía muy bien desarrollada… ¡Profesional de la infancia!”.

-Pero en teatro has hecho papeles que no son juego, como en “Bodas de Sangre”.
“Me los tomo con la misma liviandad, aunque me entrego por completo. Es importante la cosa infantil, como de juego, pero hay que sumarle la actitud del adulto, del que quiere hacer las cosas bien, responsablemente, con seriedad, tomándoselo como un oficio, por el cual te están pagando. También sentir que uno forma parte del sistema, no que uno es bicho raro en la sociedad”

-¿Y vas ha poder a seguir con el teatro? ¿Cuánto dura la temporada de “Los Treinta”?
“No nos queda por grabar mucho, un mes y medio más o menos. Es que esta época coincidió con que había decidido terminar con el teatro por cuestionamiento personal –por qué estoy haciendo teatro, qué teatro quiero hacer, con quién quiero trabajar-. Hice mucho tiempo teatro aceptando propuestas, aprendiendo mucho con directores de sus ideas y todo eso, pero me sentía como personal externo”.

-¿Siempre te sientes como personal externo?
“Sí, un poco. Es que yo tengo una cosa muy fuerte con la familia y con los amigos de verdad. Para mí el ideal es tener una compañía de teatro que englobe el concepto familia no sólo en los parientes, sino en esa familia en que uno puede elegir, esos amigos de la entrañas, que son muy importantes.”

-¿Esos son hombres o mujeres?
“Son… hombres principalmente, o sea, de los que te podría nombrar dos son hombres.”

-¿También actores?
“Relacionados con el teatro debido a que eso estudiaron, pero no lo ejercen. Uno es cocinero y el otro es músico, son sensibles, muy trabajadores también y también muy niños; somos parecidos, digamos. Ellos son parte de mi familia, con quienes yo me proyecto en la vida. Hay una instancia -que es la que defiendo-, entre la familia y la sociedad. La familia es un núcleo demasiado pequeño y la sociedad es inmensa; entre medio hay algo que desconocemos, que el sistema no lo contempla, que es como el clan, la reunión de más gente a la familia de origen. Eso es lo que quiero fortalecer en mi vida; tengo mi pareja, mi hijo, mis hermanos, pero hay algo más, un círculo que a uno lo fortalece y que fortalece a la familia”.

Eres muy profundo en tus ideas, pero bastante tímido ¿o no?
“Sí, sí, súper tímido. De hecho mi primera negativa a hacer actor fue porque me daba mucha vergüenza, mucha timidez. Me costó mucho tiempo para arreglar mis problemas personales. Es producto de ser tan regalón, yo decía que era tan tímido que jamás iba a decirle a una mujer que la amaba. ¿Cómo iba a pedirle matrimonio? ¿Y qué hago con mi vida? ¿A qué me dedico sin esta capacidad? En un momento pensé en ser sacerdote de algo, me lo planteé así por sentir que tenía una cosa espiritual blanda, pero sobre todo impulsado por una cuestión de cachar que había un muro enorme entre el hoy y el atreverme a hacer algo y sobre todo con el resto de gente. Pero también me di cuenta de que el ego jugaba mucho en contra, la vanidad, el querer hacer las cosas perfectas y no arriesgarse al error público”.

-¿El temor al fracaso?
“Es que yo creo que es lo peor y sobre todo en un regalón… no tener lo que se quiere”.

“Esta edad combina esa cosa responsable e irresponsable a la vez”

“Busco la particularidad más que llamar la atención"


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