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“La violencia económica es la más clásica en el sector alto”

05 de Mayo de 2005 | 10:45 |
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Nacida el 11 de abril de 1976 en el seno de una familia católica en Los Ángeles, estudió en Las Teresianas de esa ciudad. Se considera cristiana, pero hay muchas cosas de la Iglesia que no comparte.

Estuvo casada dos años con quien convivió otros dos años, después de un largo pololeo; sin embargo, dice que las cosas no se dieron y se separó hace poco.

Actualmente hace clases en la Universidad de Chile –“que ha tenido como una revolución en este último tiempo”- de “Género y derecho”; es un optativo que, reconoce, es muy crítico y bastante alternativo al derecho que se enseña tradicionalmente.

Su propia experiencia de vida, más los años estudiando y defendiendo casos de mujer, han hecho que tenga una clara visión de las realidades de los distintos sectores sociales.

-¿Cuál es la realidad en la clase alta?
“Primero, los casos de femicidio no salen a la luz, porque hay más poder para ocultarlos. Todo depende si sale en la prensa o no; hay muchos casos en que la policía recoge el cuerpo y nadie sabe, porque es ella la que entrega la información a los medios. Y a nosotros, como organizaciones, menos, y averiguarlo es sumamente complicado, aunque igual lo tratamos de hacer. Pero necesitamos más tiempo para ayudar y prevenir, que el que se puede ocupar en estudios”.

-¿Te parece que en estos sectores se da más la violencia sicológica?
“Más que nada la violencia económica, que es la forma clásica de los sectores más altos. Si te amenazan con no pasarte 20 lucas (en los estratos bajos), no importa mucho; pero aquí estamos hablando de dejarte sin la plata del dividendo, del colegio de los niños, y las mujeres quedan, literalmente, atadas de mano.
“Además, los hombres, tienen todas las posibilidades de “quedarse sin bienes”. Todo lo suyo pertenece a sociedades de las que son parte, pero no socio. He estado en muchos juicios así, en que está todo armado para ser un tipo que hasta le arrienda a sus papás la pieza donde vive y todo perfectamente legal”.

- Y la gente no lo cree.
“Es que nadie se imagina que alguien pueda llegar a eso. Además, hay discursos súper duros desde las propias mujeres, hay una exaltación total de la que se las arregla sola, porque la que saca adelante a sus hijos y la casa sin pedir ayuda es una súper woman; todo el mundo la admira, incluso los hombres. En cambio, la que tiene demandado al marido es bruja, le quiere sacar todo, es una fresca, nunca asumió, no quiere trabajar. ¡Claro si después de 10 o más años sin haber trabajado, a duras penas alcanza un trabajo por cien lucas!
“Ella se paseaba en su auto yendo a buscar y a dejar a los niños, eso era lo que hacía, ése era su trabajo, el cuidado de los hijos; pero después se convierte en la fresca que está tratando de sacarle hasta la pepa del alma al marido. Las mujeres se resisten mucho a demandar por pensión alimenticia; lo hacen cuando ya no les da el pellejo a ellas solas, porque asumen que la cuestión de los hijos es de ellas y es un mérito no necesitar del tipo. Ése es un discurso que exculpa a los hombres de cualquier responsabilidad. Ésa es una construcción de género de la sociedad”.

Patsili postula que la violencia es un círculo, en que el poder tiene un rol fundamental, así como las experiencias de vida.

-¿Por eso, pese al 20 % de denuncias de agresión en el pololeo, las mujeres se casan con un hombre que saben que es violento?
“La violencia no es tan sencilla de comprender, porque tiene que ver con muchas raíces culturales. Mujeres que han vivido violencia familiar cuando eran hijas, tienden a aceptar más naturalmente que el marido las golpee, porque como la mamá nunca reclamó, lo consideran norma y, a veces, ni siquiera grave.
“Como las estructuras machistas son más fuertes, más se acentúa el modelo. Hay justificaciones del tipo quien te quiere te aporrea o ”es mi marido y no tenís na’ que meterte. Y las escuchas habitualmente”.

Explica que tampoco se puede separar al hombre que ejerce la violencia de la mujer que la recibe. Porque hay algunas que basta una sola agresión para terminar con la relación; sin embargo, otras, después de una disculpa y jurar que nunca más, la perdonan y en un tiempo, se repite el episodio. Eso significa, dice, que existe algún tipo de dependencia y que la mujer se vuelve “víctima de violencia”. Es entonces, cuando en términos más generales, se define a la violencia como abuso de poder. “Nadie está ajeno a que en una relación pueda darse un empujón, el tema es si estamos en una situación de abuso o no”, aclara.

-Muchas veces las mujeres –y sin ser machista- también ejercen violencia verbal y ello termina en el golpe del hombre, ¿qué pasa en esos casos?
“Para explicarlo, y no en términos legales, sino más de cómo se entiende la violencia, no todo acto de agresión constituye delito, porque puedo darle una cachetada a mi marido, pero si no hay una relación de poder que hace que se instale una forma de convivencia donde uno está arriba y otro abajo, no se entiende como violencia intrafamiliar”.

-¿Existen las denuncias de hombres?
“Menos de un 5 por ciento. La violencia se produce en el mundo en un contexto en que las mujeres están subordinadas respecto de los hombres, al menos, en una relación de desmedro: en aspectos económicos, educacionales y con muchas responsabilidades familiares y sociales. Estas mismas hacen que digan me golpea, pero es tan buen padre o cómo me separo y sigo manteniendo el nivel al que está acostumbrada mi familia. No ven salida; algunas se las arreglan de cualquier manera y se van, las otras no pueden o no ven cómo”.

-Pasa por la pérdida de la autoestima ¿o no?
“La violencia es muy fuerte. El golpe no viene solo, es porque eres tonta, no sirves, algo hiciste mal, es un castigo. La primera forma de entenderlo es, entonces, yo tengo la culpa. Ahí es donde el otro empieza a abusar. Literalmente te pone un pie encima. ¿De dónde te vas a agarrar para salir adelante?”.


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