La mujer y la familia están, este año más que nunca, en el centro del debate público. Esta preocupación transversal es una señal alentadora, ya que la posibilidad de mejorar las condiciones de vida de muchas mujeres están más cercanas.
El desafío tiene dos caras: por una parte, la baja participación de la mujer chilena en la fuerza de trabajo (37%, que nos deja bajo varios países latinoamericanos, que tienen 50,4% como promedio, y para qué decir de los países desarrollados, donde la tasa promedio es cercana al 60%), y,
por otra, la baja en la natalidad, atribuida en parte a las desfavorables condiciones para compatibilizar el trabajo con la maternidad en nuestro país.
Las soluciones planteadas por los distintos grupos políticos son diversas, pero hay un punto en común: para todos es claro que hay que
luchar por la conciliación familia y trabajo, para hombres y mujeres, pero especialmente para estas últimas, que están viviendo bajo una fuerte tensión.
Jornadas eternas e inflexibles, mala calidad de la educación preescolar, discriminación de sueldos en iguales cargos, imposición de estilo de trabajo masculino, topes de responsabilidad autoimpuestos... Todas éstas son cargas que hacen que todavía para muchas sea un sueño inalcanzable el tener un trabajo que las realice y que mejore la calidad de vida de su familia, además de poder desarrollar su maternidad con tiempo y calidad. Por lo demás,
esa aspiración de tener las dos cosas, trabajo y familia, es la mayoritaria. La minoría quiere o sólo trabajar o sólo ser mamá.
Ante este diagnóstico compartido, hay diversas soluciones planteadas. Algunas dependen del poder político - como hacer realidad la flexibilidad laboral y aumentar la calidad y cobertura de la educación preescolar- , pero hay muchas que requieren de la voluntad y la visión de la sociedad completa.
De la iniciativa y empuje de personas concretas que, desde sus respectivos cargos y responsabilidades, logren avanzar en este sentido, seguros de que el aporte de la mujer a la empresa, en cuanto madre y en cuanto trabajadora, enriquece a todos y debe ser, por tanto, un problema no sólo de ellas.
Esto implica, de parte de la empresa, superar estereotipos que hacen mucho daño, como el que contratar mujeres es más problemático. Y, por el lado de las mujeres, este cambio implica la responsabilidad de no abusar de los derechos actuales, como por ejemplo, de las licencias maternales. Es decir, asumir responsablemente la flexibilidad laboral.
Las empresas y trabajadoras que elegimos, en esta
tercera versión del premio Revista Ya y Fundación Chile Unido a Las Mejores Empresas para Madres que Trabajan, han traspasado esa barrera y nos están indicando un camino viable, ético y productivo, de contribuir a hacer una sociedad mejor desde nuestro quehacer cotidiano.
Aquí hay fórmulas de flexibilidad, de incentivo, de "empoderamiento", de apoyo a las madres tanto en las salas cunas como en las distintas necesidades de los hijos.
Fórmulas novedosas, inspiradoras y muy efectivas, que han demostrado que darle prioridad a este tema dentro de la cultura corporativa no sólo es una manera de atraer y retener a las mujeres en sus empresas, de valorar y contar con su aporte, sino también de aumentar la productividad y mejorar el clima laboral de ellas.
Felicitaciones a todos ellos y ojalá que sirvan de modelo para muchas empresas chilenas más.
Cómo fueron elegidas
