Dos veces nominado al Oscar por “Alsino y el Cóndor”, de 1982 y “El chacal de Nahueltoro”, de 1975, a Miguel Littin no es el reconocimiento de la Academia lo que lo guía en su búsqueda cinematográfica; al contrario, pone su creación al servicio de grandes causas o temas que le apasionan.
Nacido en Palmilla, una localidad de Colchagua, en 1942, su creación intelectual abarca muchos temas. Ha escrito varios libros y obras teatrales, tiene varios en carpeta, y ha sido el guionista y director de una veintena de películas.
Estudió arte dramático y escenografía en la Universidad de Chile. En 1963 fue director del canal 9 (el canal que acaba de comprar Piñera, Chilevisión), y el 68, siendo profesor de esa misma casa de estudios, realizó su primer largometraje –“El chacal de Nahueltoro”-, basado en la historia de un campesino analfabeto que mata a hachazos a su mujer e hijos. La crítica lo destrozó y lo acusó de “morboso y violento” por el contenido del film; no obstante, hoy es reconocido como uno de los hitos de la cinematografía latinoamericana.
En 1971, el Presidente Allende lo nombró presidente de Chile Films, una de las razones por las que debió partir al exilio en 1973, primero a México y luego a España. En 1986 viajó clandestino a Chile y filmó “Acta general de Chile”. El 90 regresó definitivamente al país.
Amigo personal de Gabriel García Márquez, el colombiano escribió un libro titulado “La aventura de Miguel Littin, clandestino en Chile”; pero hubo un problema, el novelista redactó en primera persona, y la confusión fue tremenda para ambos.
El cariño por su ciudad natal, lo convirtió en alcalde de Palmilla por dos períodos consecutivos, pero el desgaste entre la labor edilicia y su constante creación, hizo que, finalmente, se dedicara sólo al cine y estrenara, hace poco tiempo, “La última luna”, una película en la que él reconoce haber vuelto al “cine de autor”, donde no importa la taquilla, sino el contenido del film.
-¿Siempre tus películas generan debate?
“Los temas que yo enfrento siempre generan debate. Recuerdo que cuando hice “El chacal de Nahueltoro”, me trataron poco menos que de antipatriota. La polémica se creó desde antes de que apareciera, lo que me sirvió de propaganda. Lo mismo pasó cuando filmé en Nicaragua en la guerra o cuando vine clandestino el 82 a filmar a Chile. Cartas iban y venían.
“Si te dedicas a contestar no filmas, pero la razón que me lleva a hacer mis films es decir las verdades que se tienen que expresar también en el cine. Hay que entender mi postura a partir del compromiso sartriano, el de la responsabilidad de los intelectuales frente al fluir del mundo; Sartre es un filósofo y un escritor que marcó a toda mi generación”.
-¿No crees que esas polémicas pueden alejar a la gente de las salas?
“Es posible, pero qué puede hacer uno. Me lo pregunto todos los días, uno hace una película y hay críticos que la interpretan como quieren e incluso ponen notas, de una manera absolutamente irresponsable, porque no estamos en la escuela. Mi deber es con el hombre y con su destino y creo que el público es mucho más educado y mejor informado que la gente que se expresa de esa forma. Yo debiera contestarle a esos señores que son unos ignorantes y debieran estudiar de nuevo, pero ni siquiera vale la pena, porque se creen la voz del público y, finalmente, no son nada; salvo algunas excepciones”.
-¿Nunca te ha picado el bichito de hacer algo comercial?
“Desde lo más profundo, nunca me he planteado el problema comercial en relación al cine. Algunas películas de pronto han sido muy vistas, por ejemplo, “Actas de Marusia” llegó a un millón de personas en una semana en Ciudad de México y fue vista por cientos y miles en el mundo; “La viuda de Montiel” se estrenó simultáneamente en 8 salas, “El recurso del método”, que fue un enorme éxito en Europa.
“No lo he buscado, no me he propuesto jamás los cánones del producto comercial”.
-¿De quién te sientes heredero?
“Tengo toda la herencia de lo que es el neorealismo italiano –Visconti, De Sica, Antonioni-, estoy formado por ese cine, el de Fellini. Adoré “Los murmullos de la luna” y me costó mucho verla, porque había tan pocos espectadores que no querían pasarla”.
A pesar de que su cine no puede se catalogado de comercial, es uno de los realizadores latinoamericanos que cuenta con más presupuesto para sus películas; “Recurso del método” costó 26 millones de dólares; “Tierra del Fuego”, seis. Cifras desconocidas para los cineastas nacionales. “He pasado de la artesanía a la gran parafernalia industrial, he vuelto a la artesanía y así, porque son medios que ayudan, pero no que determinan”.
-¿Tu desarrollo hubiera sido el mismo si te hubieras quedado en Chile?
“Sí, supongo. Nunca consideré que para hablar del mundo fuera necesario irme de Chile, pero las circunstancias políticas se dieron de tal forma que tuve que salir.
“Claro, enfrentarme a circunstancias distintas, como en México, hizo que me sumara a un momento único y especial del cine de ese país. Tenían leyes e iniciativas que me fueron muy favorables, también mis coproducciones con España, Italia, Alemania y Francia, pero nunca me pregunté si hubiera hecho esas películas de haber estado en Chile.
“Tal vez estuve ahí justo en el momento en que había que plantear esos temas y había un oído receptivo a mi propuesta”.
-¿Qué significa Chile para ti?
“En realidad, Chile es un rincón que a uno lo acaricia y le da calor, en que la gente me conoce y me saluda en la calle, promete ir a ver mi última película; eso en otras partes del mundo no lo tienes.Significa la patria, en definitiva.
“Si vas a mi pueblo, Palmilla, todo el mundo sabe donde vivo. Esa familiaridad, que es la vida, es muy difícil tenerla en otro lugar que no sea donde se ha nacido. De allí que me sienta chileno universal y por eso regresé a Chile, después de 20 años de exilio”.
-¿A pesar de lo incipiente del cine chileno?
“Venirme era como iniciar de nuevo mi carrera cinematográfica, en un país donde esta industria no existe, pero mi decisión fue regresar y quedarme, porque la vida es más importante aun que el cine”.
-¿Tuvo costos?
“Mi regreso fue por mi propia voluntad, tanto que usé todos los recursos y posibilidades que tenía para volver clandestino en 1982, porque se negaban a que entrara legalmente al país”.
-¿Qué peligro representabas que sólo pudiste entrar en la última lista, la que se entregó antes del Plebiscito?
“Nunca supe por qué, pero hasta ahora hay gente que me persigue en forma inmisericorde; parece que soy muy peligroso. Evidentemente fui un adversario irreconciliable de la dictadura y además fui allendista desde muy joven; ésas pueden ser las razones”.
-¿Ese amor por Chile te llevó a ser alcalde de Palmilla?
“Si no hubiese sido cineasta, hubiera sido alcalde toda mi vida. Fue una experiencia maravillosa, porque la gente tenía y tiene la confianza total y absoluta conmigo, como para buscarme para ayudarla a solucionar sus problemas. Fueron muchas las cosas que se lograron, también gracias a convenios que hicimos con municipios del país y del exterior. La aldea que estaba entrampada en el subdesarrollo entró en el desarrollo del Chile contemporáneo”.
-¿Cumpliste el ciclo?
“Llegó el momento en que tuve que tomar en cuenta el tiempo y decidir. Para mí es imposible siquiera pensar la posibilidad de dejar el cine; entonces, cuando el martes viajaba a Europa, miércoles y jueves filmaba en París, el viernes estaba de vuelta en reunión de Concejo Municipal o en alguna inauguración y luego volver. Era de loco, pero además la gente necesita dedicación exclusiva y el cine, para mí, es mi pasión y mi vida”.
“Uno queda atrapado por el rigor de esas realidades”
“Uno no puede estar en la cama con la productora ejecutiva de su película”