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La experiencia de criarse en el choclón Bulnes

21 de Junio de 2005 | 17:17 |
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En julio próximo cumple 38 años. Casado hace 14 años, tiene seis hijos, cuatro mujeres y dos hombres, la menor de 3 años. Las familias grandes le entretienen… mal que mal, por el lado materno, vivió la experiencia de andar achoclonados y ser muy cómplices. El centro neurálgico de los Bulnes Ripamonti eran el abuelo Francisco, el ex senador del Partido Nacional más conocido como “el marqués”, y la “ita”, doña Elisa.

Parte de la formalidad que transmite la heredó de don Pancho, aunque su padre abogado también contribuyó. Cecil no la escabulle: “En las formas, mi familia es formal, valga la redundancia, pero en el fondo son de mente liberal. En ella hay de todo, agnósticos, católicos; abogados, psicólogos, pintores; todos con distintos intereses y con formas de vida que no tienen nada que ver con esa formalidad conservadora”, explica.

-¿Cuánto influyó el marqués Bulnes en el choclón?
“Los dos influyeron. La que aglutinaba era la abuela, ella era la original, la artista, la que cuestionaba todo, incluyendo la formación católica; la que miraba bajo el agua y la que muchas veces no perdonaba lo que en política le hacían a mi abuelo, era ella”.

-¿Y tu abuelo? Creo que nunca he escuchado una crítica a su persona, era considerado el prototipo de la caballerosidad y honorabilidad.
“Bueno, era así; ética y moralmente impecable”.

-¿Eso les transmitió a ustedes?
“Más que eso, en las conversaciones de lo que fuera, de política o de historia, lo que él transmitía era sentido común. Siempre fue muy razonable y por eso, en general, uno terminaba concordando con él; lo que creía lo defendía con argumentos y su base era la tolerancia. Por eso era una persona de centro y jamás se hubiese acercado a los extremos”.

Esos valores que recibió, Cecil Chellew pretende traspasárselos a sus hijos. Reconoce que hoy algunos van en retirada, pero apunta al hecho de que todas las generaciones tuvieron “su tiros al aire”. “Nuestros papás vivieron la generación Woodstock y la beatlemanía; nuestros abuelos, me imagino, que los años locos del Charleston”, plantea.

-¿Es difícil la tarea en una sociedad donde el éxito y el dinero aparecen como más importantes que ser honesto y leal?
“¿Difícil? Sí, porque da la impresión que todas esas cosas que enumeraste como lograr el enriquecimiento en vida justifica arrollar, pasar a llevar a cualquiera. Pero, bueno, esa es la tarea de los papás; uno, de repente, se siente un poco culposo por no estar lo suficiente con los niños”.

-¿Eres papá presente?
“Eso deberían responderlo mis hijos, pero creo que tengo grados de influencia en ellos. ¿Papá presente? Depende, si es acostarlos y leerles un cuento lo hago, ahora si estoy obsesionado porque no comen, no”.

-¿Qué tan moderno eres? ¿Mudaste?
“Obvio, hoy día no hay nadie que no haya pasado por eso; de la generación nuestra todos hemos ayudado”.

¿Las mujeres (sus hijas) se derriten por el padre?
(Duda antes de contestar para no meterse en problemas) “Diría que están en la edad en que todavía le tienen admiración al padre, antes de que empiecen a mirar los defectos. Tengo que reconocer que son muy cercanos a la mamá, a uno lo ven un poco menos”.

Aunque dice defender algunos espacios y que, en la casa, es algo independiente, claramente no es obsesivo. Su libertad de agenda le permite verlos a distintas horas del día con lo que compensa que algunas veces llegue “re tarde”. “Trato de imponerme comer con los mayores”, afirma.

No puede evitar sonreír al recordar las complicidades que ha establecido con ellos; las conversaciones que tienen sobre las cosas que él hace, los momentos de chacoteo o su rendición frente a ciertas peticiones, como haberles regalado “catitas” a todos y haber asumido, de paso, que si quiere que las mascotas sobrevivan, él tendrá que cuidarlas. “Todas las mañanas tengo que ponerles agua y alpiste; en las noches, las entro para que no se congelen”, dice entre risas.

-Con tu agenda ¿hay tiempo para hobbies?
“No te voy a decir leer porque para mí es obligación hacerlo. Hobbies que en el fondo me desconecten… el golf, pero le tengo que dedicar más tiempo porque estoy malísimo y mi handicap está horrible; kárate, que hago tres veces a la semana en la mañana y trote, que estoy obligado a hacer en un gimnasio porque me corté el tendón de Aquiles.
“Antes dibujaba figura humana e incluso tomé clases, pero cuando me di cuenta que para todo tenía que tener cálculo matemático, me aburrí”.

-Algunas revistas siempre te incluyen en el ranking de los mejores vestidos y los más guapos.
“Es que son amigos míos”, dice a modo de explicación.

-¿Te incomoda o lo reconoces sin rollo?
“El ranking de los mejor vestidos es en tenida formal y la verdad es que encuentro raro estar en ellos. Siempre he tratado de comprarme ropa que me haga sentir cómodo y por eso, soy el primer sorprendido con aparecer en las listas.
“Da la impresión de que fuera una persona obsesionada con la ropa y no es así. Me atrae la ropa en términos estéticos, hice la práctica en Bellavista Tome y por eso, siempre ando tocando las telas y reconozco lo que es de buena calidad y qué de mala. Muchas veces el material puede no ser caro, pero si tener un buen diseño; yo no ando con cosas caras y feas”.

-Con facha de modelo ¿te ofrecieron serlo?
“No de pasarela, pero si algunos comerciales de televisión y fotos para una marca de ropa. Los hice, entonces, porque me había cambiado de carrera y necesitaba plata para poder circular por la vida, carretear, estaba como en estado de sitio.
“Años después me lo volvieron a ofrecer, pero no lo tome porque consideré que me pagaban muy poco y no coincidía con el horario de mi trabajo”.

-O sea, ¿no tienes complejos con este cuento?
“Para nada, si me ofrecieran hacer un comercial, fuera bien pagado y tuviera el tiempo, pero, sobre todo (entre risas) fuera bien pagado, lo haría; no tengo ningún rollo”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Los vicios míos son comer y, fundamentalmente, manjar, leche condensada –el tarro me lo bajo de una- y los chocolates blancos. Si tuviera que elegir entre los tres, el chocolate. Lejos es lo que me tiene más enviciado, los “Toblerones” sobre todo, y me fijo en las etiquetas, si tienen almendras o no; me gustan lo más puro posible”.

-Ahora entiendo porque tienes que hacer kárate tres veces a la semana.
(Lanza una carcajada) “Soy como compulsivo, no me puedo controlar con los chocolates”.
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