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“Lo peor es dárselas de capa en los negocios”

Alegre y relajada, Patricia Deutsch, al frente de Fabrics, asegura que algún día se va a retirar. Pero como se reconoce trabajólica, eso es poco probable.

04 de Agosto de 2005 | 10:13 |
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Su apellido paterno es alemán y el materno, ucraniano, pero de ellos tiene poco, a lo más la puntualidad. “No tengo nada de alemana, nada de rígida”, dice -de entrada- risueña y relajada.

Patricia Deutsch Galatzán es oriunda de Viña del Mar, lugar a donde llegó la familia judío polaca de su padre arrancando de la guerra y en donde casi todos los inmigrantes se han desempeñado como comerciantes.

Esa veta es la que despliega hoy, a todas sus anchas, al frente de una de las empresas de telas y tapices más importantes en el rubro, “Fabrics”, la cual ha manejado sola desde 1987, cuando enviudó de su primer marido, y que factura más de 150 millones de pesos mensuales.

Nunca se proyectó en esta actividad, pero las vueltas de la vida la llevaron a este competitivo negocio. Con apenas 18 años, abandonó sus estudios de párvulos, se casó por poder con Claudio Grinstein y viajó a Miami a unirse con la familia de él que probaba suerte lejos del gobierno de la UP.

Así, llegó en 1973 a Estados Unidos, sin saber inglés, pero con las ganas de construir un futuro al lado de su marido. A pesar de lo apegada que estaba a su familia, enfrentó el desafío, entró a trabajar en una tienda de departamentos y se imbuyó en el mundo del retails. Paralelamente, tuvo a su primera hija.

“El mejor aprendizaje que uno puede tener es vivir afuera. Más que el mundo de oportunidades, hay retos y si uno no aprende rápido a arreglárselas, no sobrevive”, dice ahora.

En 1978, decidieron volver y Grinstein, mueblista, quiso iniciar su propio negocio en el mundo de las telas. Compró una pequeña fábrica de felpas y abrió su primera tienda, “Felpalín”, en la calle Arturo Prat. “En ese momento todavía no se salía de la depresión, no había mucho en el mercado y tampoco con quien competir, excepto las tradicionales que siguen hasta el día de hoy”, explica.

-¿Cuál fue el objetivo inicial?
“Enfocarnos en las telas, no en el diseño de muebles, eso era secundario. El fuerte era venderle a los mueblistas y decoradores y ése sigue siendo nuestro mercado”.

-Han tenido altos y bajos, imagino. ¿Cómo les fue en la recesión del ´80?
“Fue atroz, muy difícil y creo que nadie se salvó de no haberlo pasado bien y nosotros no estuvimos exentos. El cambio del dólar impactó en las importaciones, pero tuvimos la suerte que siempre había algún negocio grande que nos salvaba, proyectos para hoteles y cosas así, hasta que nos consolidamos”.

-¿Cómo fue que ingresaste al negocio?
“En Miami aprendí como se maneja el cuento de las ventas, pero yo trabajaba desde los 13 años… me trabajé todas las Pascuas (ríe), tenía como pasta para eso. Apenas llegué comencé a traer ropa y accesorios que vendía acá, pero no era fácil, así que en 1979 le propuse a mi marido abrir una tienda que yo manejaría. Ésa fue la Andrés de Fuenzalida, donde nació Fabrics”.

El nombre, genérico de telas, lo habían visto en Miami y los convenció. Ella abría y cerraba la tienda, ayudaba en la selección de diseños y viajaba a elegir telas. “Me metí en esa parte, no en la administración porque no tenía ninguna idea; eso lo manejaba mi marido”.

En 1987 Grinstein falleció y ella, a los 32 años, se quedó sola con una hija de 11 años y un niño de casi 3 años, cuatro tiendas, la fábrica y más de 40 empleados. “Era un buque grande”, recuerda.

-¿Cómo se enfrenta un momento así?
“Creo que las mujeres tenemos ventajas y desventajas y hay que aprender de las dos cosas. La parte difícil es complementar la vida de la casa con el trabajo, pero la parte entretenida es que uno, como mujer, en definitiva, puede lograr muchas cosas más. Ya sea por ignorancia, inocencia o audacia, las cosas resultan porque la gente te cree. En este negocio lo importante es que la gente te tenga confianza y tener buenos equipos.
“Eso es lo que fui haciendo lentamente, no me fue fácil porque la gente conocía a mi marido, no a mí”.

-¿Te planteaste venderlo todo?
“Claro, las cosas habían estado difícil, la fábrica no se podía manejar sola y tener socios tampoco era fácil. Al final, resolví que tenía que tomar las riendas y mi decisión fue seguir”.

-¿Por qué?
“No sé, quizás un poco por patuda (se ríe) y las cosas se empezaron a dar. Por algo pasan”.

-¿Ha sido difícil ser mujer en el mundo de los negocios?
“No lo creo, lo que las mujeres podemos lograr con nuestra dosis de inocencia es mucho. Lo peor es dárselas de capa en los negocios. La sabelotodo en el mundo de los machistas no resulta. Hay que ser femenina para enfrentarse a los bancos, a los proveedores.
“Ser amable, hacer sentirse bien a la gente es importante. No me siento disminuida por ser así, ni he tenido que ser la chora del equipo”.

En este proceso fue fundamental la aparición de la persona que se convertiría en su segundo marido, en quien se apoyó. Así, en los ´90 abrió la tienda del Alto Las Condes, la única de su rubro en un centro comercial.

“Somos una marca que lidera, la gente reconoce a Fabrics. Nuestro público es gente que quiere tener cosas bonitas, no a precios tan caros, pero que muestre una tendencia. Es un público variado, le vendo al maestro tapicero de Estación Central y a la gente de La Dehesa”, afirma orgullosa.

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