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“La rutina me da lata”

29 de Junio de 2005 | 13:51 |
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Algunos recuerdan que Ximena Tannenbaum causó furor en Chile a comienzos de los ´90 cuando, junto a Deborah Mogelberg, instaló la primera flota de limusinas para arrendar. Los largos autos, que sólo aparecían en las películas americanas, se abrieron paso por las calles de la capital y fueron toda una sensación.

Aunque en este negocio duró cuatro años, la participación de Ximena en el mundo automotriz es mucho más extensa porque durante los largos años que vivió en Arica trabajó en el rent a car de su familia, que incluso heredó de su hermano, y además, fue concesionaria de Lada y Volkswagen.

El diseño, sin embargo, estaba impregnado en su disco duro, porque simultáneamente con la compraventa de autos, tuvo una tienda de bijouterie y una boutique que se llamaba el “Atelier Rococó”.

“Qué divertido, es lo opuesto a lo que hago, porque lo mío es más limpio, el rococó es demasiado recargado… era otra época”, se ríe.

Su estreno en sociedad como decoradora fue una muestra en el Alto Las Condes, donde ella pintó las paredes de azulino y puso pieles de leopardo y cebras en sofás y alfombras. “Fue una locura, toda la gente decía ¡qué espanto, qué horror!”.

Al tiempo, decidió probar suerte en La Serena con “La Tienda Azul”, pero duro seis meses. Regresó a la capital, trabajó unos meses en su departamento al lado del cerro Santa Lucía, pero como sus clientes no bajaban al centro se decidió por Bellavista; el siguiente paso fue su salto a Alonso de Córdova.

-Invertiste en un proyecto inmobiliario en Cau-Cau junto a Deborah ¿qué ha pasado con eso?
“Absolutamente nada. Es demasiado lindo; los planes eran hacerme una casita, pero es mucho terreno. Luego, hemos visto que una empresa lo desarrolle, pero nos ofrecen una explotación comercial de 100 departamentos en las 16 hectáreas. ¡Qué lata!”.

-Estás siempre en varias cosas ¿qué te impulsa a tener tantas atracciones?
“No sé, es parte de una manía y a la vez, una pesadilla. Despierto, a veces, a la cinco de la mañana porque se me ocurrió una cosa. ¡Y no está bien! Me gustaría que no fuera así porque estaría mucho más tranquila”.

-Inicias cosas, ¿las…?
“Soy buena para dar el puntapié inicial y cuando toda funciona, me latea. ¡Eso es! La rutina me da lata; cuando todo está marchando perfecto me digo no puede ser y empiezo otra cosa. Me gusta el desafío, me gusta iniciar”.

-¿Sientes que no tienes cortapisas?
“No tengo límites, no hay. Nunca pienso en ello y seguramente algún día no podré hacer nada más. En todo caso, es tranquilo, no soy tan loca”.

-¿Te arriesgas en lo financiero?
“Sí, en La Serena perdí todo porque lo invertí en una tremenda tienda y después partí de cero. Es como soy, nadie cambia; es bueno que uno mantenga su esencia y eso viene desde la crianza. A mí nadie me dijo tú tienes que hacer esto o esto no se puede hacer. Fui criada súper libre y lo agradezco”.

-¿Te has mantenido en la decoración, quizás, porque es permanente creación?
“Sí, y por eso, también, me cambio de casa. Cuando la tengo lista, cuando no le falta ni un clavo, empiezo a buscar otra casa. Imagínate, ¡qué agotador!, pero lo hago en forma inconsciente”.

-¿La tienda es tu cable a tierra?
“No, es mi pasión, el lugar donde puedo trabajar. La tienda es todo lo que a mí me gusta y en vez de tenerlo en mi casa, lo tengo acá. La ejecución de proyectos es el cable a tierra, con ellos pago los sueldos y tiene un enfoque más comercial, porque no sólo me da trabajo, sino que también a los siete talleres que trabajan conmigo”.