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Un modelo de exportación

Moreno, alto y muy simpático, este rapa nui es perseverante y no abandona los proyectos que emprende. Por el momento, el modelaje rinde sus frutos, pero sueña con volver a la isla a formar una familia.

18 de Octubre de 2005 | 10:33 |
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Llega a la entrevista con anteojos oscuros y abrigado en una gruesa parka roja. Dice que está muy resfriado, que se siente mal y que las ojeras no están para sesión fotográfica.

La razón es que la noche anterior estuvo grabando un comercial hasta tarde, pero al poco andar confiesa que lleva tres días de intensas celebraciones de su cumpleaños, el número 28. Y manteniendo la tradición rapa nui, lo ha hecho acompañado de todos “sus primos” que viven en Santiago y alrededores.

Hotuiti Teao Drago no tiene nada de divo; es más, tiene algo de ingenuo y la fama de modelo le ha jugado malas pasadas, especialmente con las chicas más lanzadas.

Nacido en Isla de Pascua, de padre rapa nui y madre continental, pasó parte de su juventud en el territorio insular, hasta que gracias a sus buenas notas logró ser becado e internado en el Instituto Barros Arana.

Su madre, Silvia Drago, originaria de Concepción y cuya historia personal es notable (perdió una pierna a los 4 años y hoy recorre la isla en moto), lo bautizó Hotuiti Rangi en honor al último hijo del rey Hotumatúa y al cielo.

Y aunque tiene una hermana, es definitivamente un hijo regalón. Para mantenerse conectado con su mamá le compró un celular y ahora pueden hablar a toda hora. “Bueno, el cariño de las madres es único”, se excusa.

-¿Cómo fue tu infancia?
”Imagínate, yo estudiaba en un colegio donde todos se conocen, donde conoces las casas de todos y aunque es una isla chiquitita, uno ve muchos extranjeros. Eso te hace ser como cosmopolita así que donde me fuera, iba a sobrevivir”.

-¿Fue especial?
“Igual a cualquier otro, la única diferencia es el lugar. Y también los problemas que había para pololear; la gente de la isla somos parientes, entonces siempre te decían no, no se puede porque es la prima del hermano del primo. Tuve unas cositas por aquí y por allá, pero no duraban mucho, porque todo se sabe y te separaban”.

-¿Tenías más libertad?
“Bueno, es que allá cuando te da la cosa te vai a la playa, acá te vas a la pieza, no más, a ver tele”.

-Llegaste a Santiago a los 15 años, ¿te sentías provinciano?
“Llegue a un colegio donde en cada curso había 40 alumnos y tres segundos medios. En ese tiempo era alto y flaco y todos me vieron como bicho raro, con rasgos distintos. Las molestias al principio eran el moai, el indio, el aborigen, ésos eran los sobrenombres.
“Tenía dos opciones, ponerme un escudo y no pescarlos o seguirles la corriente e ir a la par con ellos. Bueno, y si no podís contra ellos, unéte y empecé a hacer sus actividades.”
Si en la isla nadaba y buceaba, entonces, en Santiago tuvo que empezar a jugar fútbol y básquetbol y a hacer atletismo porque era lo que hacían los continentales. Cuenta que llegó a hacer ocho pruebas: posta 4x100, 400 metros, 1.500 mts., lanzamiento de bala, disco y jabalina, salto alto y largo y obtuvo títulos en cinco. “Esta historia nadie me la cree”, agrega.

Los resultados de esto fue una beca deportiva en la Católica para estudiar bachillerato, pero la Universidad Mariano Egaña le abrió las puertas en ingeniería comercial. “Es que no me fue muy bien en la P.A.A., parece que jugué mucho básquetbol y acá uno comienza a conocer las fiestas, las chiquillas”.

-Aquí podías pololear.
“Uhhhhhhhhh… en el colegio tuve hartas pololas. Como uno estaba internado, daba hora para el lunes, el martes, el miércoles, y el fin de semana tenía otras y así. Imagínate, encerrado en un colegio toda la semana y entre puros hombres”.

-¿Te aplicaste en la universidad?
“No sabía qué quería estudiar, aunque tenía aptitudes para las matemáticas. Yo soy de los que si entra estudiar algo, saco la carrera, con esfuerzo y todo. Quería entrar a la Escuela Naval, pero me arrepentí y tampoco quería volver a la isla porque significaba: uno, que había sido un fracaso, y dos, que me quedaba plantando papas hasta el fin de mi vida.
“Entré a ingeniería y era entretenida. En el ramo “El entorno profesional” vi que tenía muchas opciones de trabajo, que podría estar en cualquier parte y así, de repente, estaba en sexto año haciendo tesis y dando examen de grado”.

-¿Y en qué momento se cruzó en tu vida el modelaje?
“El año 1997, en tercero de la universidad, estaba tranquilo viviendo de lo que me mandaban mis papás y conocí una polola. Ella era un poco mayor, trabajaba y tenía recursos, por lo que sacaba a este estudiante que carreteaba con dos lucas. Me llevó al “Misissipi” del San Damián, segmento ABC1, un martes de la mujer y como faltaba un concursante, subí al escenario y me puse a bailar pascuense. Cuento corto, gané, me dieron 100 lucas que era mucha plata para quien vivía como con 30, unos jeans, raqueta y pelotas, ticket de solarium y me dijeron que tenía que ir a la final de la semana siguiente. Ahí, me produje y también gané.
“Entonces, conocí a una niña que trabajaba en una agencia de modelos y me planteó modelar. Al día siguiente me llamó para mi primer casting donde me pagaron 400 lucas y eso que era extra”.

-De ahí a las pasarelas y shows.
“No, trabajé varios meses gratis. Ya sabía técnicas de marketing y quería entrar a ese mundo, pero el mercado de los modelos estaba muy cerrado. Hice desfiles de beneficencia, donde había un chileno y puros uruguayos. Miraba para ver cómo se hacía, copiaba y mejoraba. Salía de clases y partía a los desfiles en micro”.

-¿Por qué no abandonaste ingeniería?
“Porque yo vine a Santiago a estudiar. Tenía que responder, soy un niño muy educado (en tono de leseo), mi madre me decía que cuando uno empieza las cosas hay que terminarlas. En los últimos años de carrera me independicé y les dije que no me mandaran plata”.

Su entrada a la televisión se produjo el mismo año ´97; se presentó a los “Top ten” del programa “Venga conmigo” en Canal 13, que ganó por cuatro semanas consecutivas. Después, en 1998, se impuso en el concurso “Mister mundial” de TVN, en el programa “La noche del Mundial”. “Ahí me gané un auto, entonces ya no iba a los casting en micro”, dice.

En agosto de 2001, le propusieron ir a Miami, al concurso “Mister Sábado Gigante”. Por su pinta, pasó rápido las pruebas de preselección y en menos de una semana estaba en Florida.

-¿Cómo te fue en Miami?
“A mí me fue espectacular (entre risas). Me fui cinco días a Miami. ¿En el concurso? Bueno, yo tenía un físico atleta, pero no hipertrofiado, o sea, de fisicoculturista, y allá todos eran latinos tipo “Charles Atlas”. No gané, pero saqué como 400 dólares”.

-Al regresar ¿te llamaron de la Vivi Kreutzberger?
“Sí. Todavía me acuerdo que el día de la final; la Vivi se estaba maquillando y me preguntó oye tú, ¿podís decir más de tres palabras seguidas en cámara?. Agrandado le contesté que sí y entonces me dijo que si ganaba, a lo mejor me llamaban para ser modelo”.

Se tituló el 2001 y hoy no ejerce porque le va mejor en modelaje si se hace una relación dinero/horas trabajadas. Sabe que su actual profesión en algún momento terminará, pero cree firmemente que con todo lo hecho, tendrá varias oportunidades.

A los 28 años tiene un departamento, auto y puede darse gustos. Pero advierte que “hay que tener educación para saber tener esas cosas”.

-¿La fama no se te ha ido a la cabeza?
“En un momento, pero la familia te ayuda a aterrizar”.


“No he vivido una suerte de xenofobia”

“Para qué (empelotarme), si vestido queda la cagada”


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