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“Cuando uno logra que la gente le tome el gustito, jamás deja de leer”

18 de Agosto de 2005 | 09:17 |
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La pasión por la lectura no es sólo para sí misma, sino una vocación por crear instancias para que los chilenos comiencen a tomarle el gusto a la lectura y se reviertan las cifras que nos califican como un país poco lector y con baja comprensión de lectura.

Clara Budnik ha dedicado su vida a ello y habla con orgullo y amor de lo que hace y lo que ha hecho. Una vida ligada siempre a incentivar éste, que ella califica, como uno de los mayores placeres de la vida.

-¿Cuál es tu libro de velador?
Las memorias de Adriano de la Marguerite Yourcenar, pero en muchas bibliotecas no lo ha pedido nadie”.

-Tal vez por desconocimiento.
“Sí, creo que hay una influencia muy fuerte de la persona que está a cargo de la biblioteca de cómo “vende” los libros”.

A propósito de ello y, seguramente, para ejemplificar lo que quiere decir, cuenta que su primer trabajo (en los ´60) fue en la biblioteca pública de Providencia, donde pudo hacer lo que hasta entonces nunca se había visto. “El alcalde amaba la biblioteca y por lo tanto, todas las locuras que nosotros inventábamos; éramos un grupo de vivía pensando cosas nuevas. La trasladamos a un lugar más grande, hicimos un sector exclusivo para niños, estanterías abiertas –lo que no se había visto nunca- (nos matábamos ordenando libros, pero éramos felices). Las señoras reclamaban por los niños, porque ensuciaban las paredes y yo decía ¡Qué bueno!, porque significaba que sentían suyo el lugar”.

Con una de sus amigas, que hasta hace poco fue sub directora de Bibliotecas, crearon el sistema de préstamo de libros a los niños hospitalizados. Sacaron el carro de licores de su casa, lo llenaron de lectura para niños y partieron al Calvo Mackenna. La experiencia la considera maravillosa, pero también traumática; en ese tiempo ella tenía tres niñitas pequeñas y “fue muy impactante ver a los niños enfermos terminales. El miércoles no dormía pensando si encontraría al día siguiente al niñito al que le había prestado el libro”.
Por eso ahora, cuando comenzó el proyecto Un libro para sanarme, hicieron una biblioteca piloto en cada hospital infantil o que tuviera una sección de niños, con carritos, juguetes, libros, títeres, pero le enseñaron a la gente de los hospitales a manejarlas.

De su experiencia en esa biblioteca municipal también nacieron los bibliobuses. El alcalde las autorizó a comprar uno si encontraban una población pobre en Providencia que lo necesitara. “No había, era como el año 1968, entonces inventamos ir a la población de los obreros de la comuna, que eran los empleados de la municipalidad. Nos fuimos en mi auto y llevamos los libros en una maleta; eran para adultos, pero los niños nos empezaron a pedir, así que en el club deportivo les montamos una pequeña biblioteca a la que íbamos después de salir del trabajo, como a las siete de la tarde. Una vez los niños me rompieron un abrigo, pidiéndome libros. Si veías el espectáculo de afuera, lo que creías que le estábamos llevando eran chocolates o juguetes… jamás libros”.

-¿El hábito de la lectura nace o se hace?
“Siempre digo que yo tuve el privilegio de nacer en una familia lectora; siento que no todo el mundo tiene esa suerte, y si hay algo rico y que da satisfacción en la vida, es poder leer. Por lo tanto siempre me propuse tratar por la buena, no por la obligación, enseñar a otros a leer y a disfrutar la lectura.
“Me parece que cuando tienes más problemas en la vida, es el mejor minuto para leer y vivir- comillas- otras vidas que no son la propia. Cuando uno logra que la gente le tome el gustito a la lectura, jamás deja de leer”.

-Pero las cifras acusan una fuerte disminución de la lectura en la población.
“Sí, pero por muchas cosas. Primero porque a nadie en Chile se le ocurre regalar libros, entre otras cosas, porque son caros, pero se gastan mucha más plata en salir a comer, por ejemplo. Hay toda una dinámica en contra: faltan bibliotecas, si hubiera quioscos de préstamo en las esquinas, la gente leería feliz”.

De un tema pasa al otro rápidamente, como queriendo contar todo sin que nada quede fuera: “Hace dos años inventamos El casero del libro, puntos de préstamo en 28 ferias libres de Chile, que también fue tremendamente exitoso. Brasil, Perú, Argentina y Bolivia han copiado el programa, monitoreado por nosotros”.

Explica que la DIBAM crea un proyecto piloto, lo hace funcionar, arregla defectos y potencia virtudes y, después de cumplido el ciclo, lo pone a disposición de los alcaldes por si quieren continuar con él.

Las estadísticas de El casero del libro, son asombrosas: cuando partieron, un 63 por ciento de la población monitoreada no leía; a los doce meses, sólo el 10 por ciento continuaba sin leer, el resto estaba leyendo un libro cada 15 días y además, diarios, que en los puntos no se prestaban.

-¿¡Cómo!?
“Siempre he dicho que para cada lector hay un libro y para cada libro hay un lector y no hay recetas que valgan.
"Una vez, en Venezuela, una amiga estaba angustiada porque su hijo no leía, hasta que, conversando, supo que le interesaban los astronautas y no paró de leer más; después fueron surgiendo otros temas y se convirtió en un ávido lector”.

-Volvemos al papel que juega el bibliotecario.
“En la Biblioteca de Providencia éramos tan mateas que sentíamos que si no nos habíamos leído todo, no podíamos recomendar. Eso nos ayudó a aprender a nosotros y a incentivar al resto… Una de las buenas escritoras para niños que hay en Chile, Cecilia Beuchat, era una de nuestras pequeñas lectoras de la biblioteca y siempre que nos vemos me dice ¡Tú eres la culpable!.
“También tiene que ver con que te ofrezcan un libro, no que te lo tiren. En la casa, no hay nada más rico, cuando niños, que te lean un cuento. Más grande, entras a un colegio y te obligan y se produce ese cambio brutal del cariño a la obligación, siento que la biblioteca pública es la que puede recuperar ese espacio, porque no va a evaluar, no va a poner notas y leer lo que quieras o cuántas veces quieras”.
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