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“Yo sigo siendo un enfant terrible”

Chico de pinta rebelde, vive la vida ajeno a los prejuicios. En una nueva etapa profesional se muestra abierto a otros desafíos y a una nueva relación, con alguien que no gusta de flashes y cámaras.

08 de Noviembre de 2005 | 10:25 |
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Es más bajo de lo que se ve en la televisión y la razón es que en sus despachos desde Irak, al lado de Santiago Pavlovic, usó el viejo truco de empinarse sobre sus pies para no verse tan pequeño al lado de un gigantón de casi dos metros.

También está más delgado que hace algunos meses y la explicación es que después de una lesión a la cadera haciendo yoga, recién ahora pudo retomar el futbolito con sus amigos.

El periodista Rafael Cavada definitivamente anda más calmado por la vida, aunque se mueva, por esta agitada ciudad, en moto. Tras la vorágine de los últimos años, vinculada al conflicto bélico que reporteó, hoy está dedicado a sus reportajes para “Informe Especial”, sus columnas en los diarios “Siete” y “La Nación” y un programa de radio.

-Se te ve con menos adrenalina. ¿A qué se debe?
“Tiene que ver con madurez, con que las cosas se aclaran, con la decantación de todo lo que viene después de... después de agitar algo, las cosas se decantan y eso es lo que ha pasado conmigo”.

-¿Eso explica que hayas querido salir de prensa y pasar a un programa de elaboración con más tiempo como el “Informe”?
“Sí, en cierta medida, pero también con hacer un trabajo que te plantea nuevos desafíos. Después de 10 años en el área internacional ya no quedan muchos desafíos”.

-Entendible; si no hay viajes, quedas casi relegado a los teletipos. ¿Cómo aguantaste esos años?
“Saque la carrera –porque entré al canal cuando empezaba cuarto año-, me dediqué a leer muchísimo. El área internacional, aunque no viajes, es fascinante; te exige una enorme cantidad de inversión en conocimiento, en investigación, en entrevistas a analistas y en consultas a “papers” en inglés, traducidos del ruso, en universidades suecas. Fueron años de aprendizaje”.

-¿Pero, cortabas las huinchas por estar en terreno?
“Sí…”

-¿Y por qué en algo tan extremo como ser corresponsal de guerra?
“En rigor, enviado especial a una zona de conflicto, porque el corresponsal vive en la zona. ¿Por qué tan extrema? Porque ahí haces el periodismo más puro, donde hay cosas que contar, y porque, como periodista y como persona tenía las ganas de decir yo estuve ahí, yo lo ví, yo lo conté. También es súper cierto que uno quiere informar, que es lo bueno de esta pega, pero decir yo estuve ahí es reconfortante”.

-Eso implica también yo estuve ahí cuando murieron mis compañeros, entre medio de las balas, en uno de los escenarios más bestiales de la humanidad.
“Sí, pero si no muestras lo más bestial del ser humano, como impedir que se repita. La gente no sabe lo que pasa en una guerra”.

-Con el tiempo, ¿crees que estabas preparado, como persona, para enfrentar eso o te desestabilizó?
“Después me desestabilicé, no en ese momento. Ahí estaba enfocado en hacer las cosas, pero después ya no tienes ese foco y ¿qué haces, a qué te dedicas?

-¿Se produce un vacío?
“Sí…”.

-Pero ¿de qué te vacias, del dolor, de la muerte?
“A ver… he terminado hablando muy poco de la guerra porque tengo la clara convicción de que nunca lo voy a poder explicar, de que no la van a poder entender porque no estuvieron ahí, argumento simple y falaz”.

-Ya, pero, ¿todo se olvida, se carga, qué?
“Se lleva… sobrelleva”.

Cavada asegura que la decisión de pasar al equipo de “Informe Especial”, a cargo de su compañero de andanzas en Irak, no pretende dejar atrás lo que vivió allá. “Nunca querría olvidar eso; el cambio laboral tiene que ver con una oportunidad de seguir aprendiendo. Cuando uno deja de aprender, entonces, mejor ándate para tu casa”.

Reconoce que por mucho tiempo sintió que no tenía nada más que hacer en prensa porque ya había estado en el “gran conflicto”, la guerra. “Me cuestioné si era honesto y decente hacer notas de cualquier futilidad, banalidad, cuando yo ya había experimentado y pasado –según yo, con éxito- la prueba de ver cosas feas y contarlas”.

-¿Y el “Informe” es un desafío? ¿Más que esquivar balas y dificultades de despacho?
“Sí, porque volvemos al tema de aprender; en mi área, periodismo internacional, me queda muy poco por aprender. Al igual que un taxi, después de 10 años te conoces todos los atajos; en cambio, para hacer un reportaje largo se requiere una metodología diferente, un ritmo diferente. Más que la información pura, hay que hacer un relato para seducir a la gente, en lugar de impactarla; y estoy aprendiendo de nuevo a hacer cosas”.

-¿Has asumido otro ritmo de vida?
“Todavía no logro adaptarme, estoy tratando, todavía me levanto a las 6 de la mañana y hasta un cuarto para las 7, cuando salgo de mi casa, estoy con un ojo en el televisor y el otro, en el champú sobre mi cabeza o en el café”.

-¿Crees que te vas a poder adaptar?
“No sé si quiero perder lo otro, pero si sé que quiero enfocarme de otra manera, por lo menos por ahora, para seguir aprendiendo. No hay nada más triste que un trabajo que no te presenta desafíos, que no te estimula. Ahí estás muerto en vida”.

-¿Estás dejando atrás tu fama de “enfant terrible”? Esa imagen cultivaste con tu actitud de partir a Irak aunque TVN no te mandara, como que eras tozudo.
“Yo no lo cultivé… pero yo sigo siendo un enfant terrible, un tipo de ideas obsesivas y de despreocupación en otros; mira como me visto, no hay nada más inútil que una corbata. Pero todo esto no significa ser antisistémico, contracultural; significa que uno se mueve con otros márgenes. Y si ser niño terrible es eso, bueno, sigo siéndolo, sólo que se me nota menos”.

“Me he vuelto más cauteloso, probablemente, más desconfiado”

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