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Entre las parejas y “las exploraciones”

29 de Agosto de 2005 | 10:34 |
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No aparecer en la pantalla de televisión le ha permitido liberarse de ciertos convencionalismos que, sabe, debe respetar. Por eso, ahora anda con jeans y chaqueta de cuero, el pelo largo, barba tupida y dos grandes anillos de plata en la mano derecha.

Asegura que sus distintas residencias en Uruguay lo formaron con una visión más amplia del mundo y más frontal. “Yo entiendo que uno puede hacer de su vida lo que se le antoje siempre que no dañe al resto; que si alguien se viste de Armani o con blue jeans rotos es su problema y que criticarlo es tomarse atribuciones que no te pertenecen”, remarca.

Cavada parece estar cansado de que, desde que se hizo famoso, su vida privada haya pasado a ser motivo de interés público; desliza además, una crítica a la serie de publicaciones que lo vinculan a diferentes mujeres conocidas como la fotógrafa María Gracia Subercaseaux.

Tampoco se muestra muy preocupado de que le cuelguen estereotipos, al igual como lo hicieron en la escuela de Periodismo, donde “me decían taquilla”.

-¿Te importa poco ser considerado un rebelde?
“El término rebelde se ocupa en muchos casos y en el mío, para tildar casi despectivamente a una persona que no te has dado el trabajo de entender. Como que no faltan más antecedentes: tiene 37 años, es soltero y anda en moto… rebelde sin causa. Y además, después viene que es un infantil, un inmaduro. ¡Piensen lo que quieran!
“El día que me puse tres aros (que ya no usa), iba subiendo una escalera del Alto Las Condes -donde trabajaba “part time” mientras estudiaba- y una tipa se dio vuelta y me dijo si mi hijo llegara a mi casa con esos aros y ese pelo, lo echo inmediatamente. Yo la miré y le dije qué lata por su hijo, que más iba a hacer”.

-¿Eres un tipo solitario que le cuesta establecer relaciones?
“No, para nada. Por el contrario me considero bastante sociable, me agrada, pero soy individualista, soy una persona que no considera que hacer lo que todo el mundo hace sea necesariamente lo bueno, lo apropiado.
“Tengo un círculo reducido de amigos porque es súper conflictivo llevarse bien con una persona como yo, pero no soy ermitaño”.

-¿Y cómo actúa eso en tu relación con las mujeres?
“A ver, yo quiero tener una familia, hijos, como todo el mundo. Uno siente esa necesidad de proyección, pero lo que pasa es que no me voy a casar con la primera persona que se me cruzó por la calle. Uno debe aprender que las relaciones se construyen cediendo ambas partes, que eso de “amor a primera vista” es una tontera inventada por escritores románticos. Para construir una relación no alcanza un mes o un par de meses, no basta con que algunos editores pongan que andaba con su polola”.

Tuvo una convivencia de cinco años con Cecilia (no entrega más datos, excepto que está casada y que mantienen una buena amistad) y “el resto de mis relaciones han variado entre las exploraciones típicas de la juventud y otras que, bueno, en algún momento se perfilaron para algo, pero no funcionó, no más. También entiendo que es súper difícil llevarse bien con un tipo que, además, se dedicó 10 años a su pega”.

-¡¿Y a las mujeres les es difícil llevarse bien con un tipo como tú?!
“Yo creo que no, pero tarde o temprano… Yo trato de ser una buena pareja, una persona con la que se pueda contar, una persona, por sobre todo, que nunca te deja tirado, con mis amigos y mis parejas. Ser alguien que jamás le va a dar la espalda a mi pareja cuando esté mal”.

-¿Debo leer en ello fidelidad y lealtad?
“Si, claro, lo que pasa es que para eso hay que llegar al estatus de pareja, cachai y durante mucho tiempo nunca tuve una pareja, tuve diferentes exploraciones”.

-¿En eso has estado en el último tiempo?
“Con María Gracia me llevo súper bien. Ahora estoy pololeando y, afortunadamente, no es del medio”.

-¿Dificulta una relación, ser conocido?
“Mira, el otro día fui a buscar a mi polola a un evento y de repente, ella miró, se dio media vuelta y se fue, porque venía una cámara de televisión y un fotógrafo. El lugar estaba lleno de personajillos del mundillo, esos seres que tienen el cerebro un tanto atrofiado, deseosos de que le sacaran fotos, y tratan de fotografiarla a ella. ¿Con qué derecho?
“El hecho de que esto me moleste la vida a mí, no significa que dificulte la relación. He aprendido, hay gente que es mucho más prudente, que me pregunta si me puede sacar una foto, y hay otro patán que está seis pasos más atrás, disparando el flash”.

Además de marcar tarjeta, Rafael Cavada dedica tiempo a jugar fútbol con sus amigos del canal, cuestión que reconoce actividad de “machos”, es decir, se trata de un ritual donde se pone a prueba la fuerza, se compite, y después se conversa, relajados, con una cerveza.

Ciclista, nadador, basquetbolista, pentatleta, judoca y gimnasta en sus años mozo, hoy sólo se dedica a la pelota y el yoga y… el cigarillo (se fuma dos cajetillas diarias).

Es así de versátil, también, en el campo gastronómico; “voy del convento al cabaret, pruebo de todo. Me siento igual de expectante en la inauguración de un restorán de primer nivel, en Santiago, que en una parada de camionero, en Iquique”.

-¿Qué te gusta?
“Como buen uruguayo, me gusta la carne, pero mi inquietud no va por un tipo de comida, va por probarlas todas. En Corea lo pasé espectacular comiendo cosas increíbles y tengo un estómago a prueba de cualquier cosa”.

-¿Es un tema en ti el peso, el físico? ¿Cuidas tu imagen por la tele?
“No, tiene que ver con algo más simple, cuidar el cuerpo. Tengo varias lesiones, desde la distensión hasta las fracturas, y yo quiero jugar con mi hijo cuando tenga 50. Tengo un rollo más con la capacidad física que con el físico; me gusta meterme a una cancha y estar los 90 minutos o subirme a una bicicleta y no dar pena”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“El café; tengo en mi casa una cafetera express, una cafetera italiana, molinillo, diferentes tipos de café en grano; para mí, el Nescafé es la última opción, es criminal.
“También las armas blancas, soy un profundo admirador de ellas; las considero un objeto muy puro”.

-¿En qué se ha traducido esto? ¿Investigación o colección?
“Tengo una espada de Toledo, un to japonés, un cuchillo pakistaní, una navaja toledana y una española, un cuchillo jordano, un cuchillo marroquí, cortaplumas, un par de cuchillos de lanzamiento bien balanceados.
“Estuve un tiempo haciendo kenjutsu (manejo de la espada japonesa) con un sensei. Es diferente al kendo, que se hace con una máscara; el kenjtusu se hace sin protección y requiere mayor control”.

-¿Cómo surgió este interés?
“Cuando chico, en Uruguay, no tenía televisión y leía mucho”.

-Mucho Sandokán.
“Me lo leí todo, a Emilio Salgari me lo leí entero, Julio Verne también, textos de la Edad Media y, de a poco, fui descubriendo por qué los venecianos hablaban de tener una toledana y de la espada de Damasco. Así empecé a investigar y aprendí que los mejores aceros son de Japón y Toledo”.


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