Esta entrevista se concretó horas antes de que se subiera a un avión e iniciara un viaje por 15 días. Entre congresos científicos, reuniones en el Vaticano y el programa TeenStar que se aplica en todos los continentes, Pilar Vigil ha juntado tanto millaje que debe tener ya el grado de “pasajera frecuente” en varias líneas aéreas.
Amable, con voz pausada y cálida, se da el tiempo para escuchar, exponer y contrapreguntar, por lo que más que una entrevista, todo deriva en una conversación.
Casada con un ingeniero, a los 49 años se ve realizada con su trabajo y su familia, conformada por cuatro hijos entre los 25 y 12 años; dos mujeres y dos hombres que indistintamente se han turnado para acompañarla en sus periplos.
Uno de los que la tiene más entusiasmada es la próxima reunión anual en Roma, en febrero de 2006, de la Academia Pontificia para la Vida, porque tendrá la oportunidad de encontrarse nuevamente con Joseph Ratzinger, hoy el Papa Benedicto XVI. Fueron sus amigos Evelyn y John Billings, los creadores del método de planificación familiar del mismo nombre, quienes la propusieron como miembro de número, cargo que ocupa desde 1999.
Estudió medicina en la Universidad Católica y aunque hasta el día de hoy practica la gineco-obstetricia, la verdad es que su pasión es la investigación, especialmente, sobre la fertilidad.
En el último año de universidad ingresó a la unidad de reproducción y desarrollo de la Facultad de Ciencias Biológicas porque le gustaba más es el tema del inicio de la vida que el de los partos. “Cuando era pequeña leí en el “Readers Digest” un artículo sobre los esparmotozoides y los óvulos… siempre me gustó el tema de la fertilidad no sólo en el ser humano, sino en los seres vivos, ver cómo se reproducen. Mi tesis doctoral fue sobre la parte ecuatorial del espermatozoide (dice entre risas), nada más especializado”.
-No te viste levantándote a las 2 de la mañana porque a una paciente se le había roto la bolsa…
“Sí… no… mira (muestra una foto e indica un espermio, pero más parece una telaraña) yo veía más como esta partecita se unía con el óvulo”.
-Junto con el doctorado tuviste a tus hijos ¿cómo lo hiciste?
“Con mucho esfuerzo (y lanza, nuevamente, una carcajada). A mi primera hija la tuve cuando estaba en quinto de medicina. Uno no duerme mucho, menos si estás estudiando un doctorado, pero cuando a uno le gusta creo que se puede”.
-¿En qué momento se cruzó en tu vida la bioética?
“Es que no siento que se me cruzó la bioética, se me cruzó el ser humano, de verdad. Se me cruzaron las personas, el sufrimiento, los enfermos y también la Hanna Klaus, la directora de TeenStar.
“Estaba feliz entre los espermios y los óvulos, me gustaba mucho y estando en África, me pidieron que me hiciera cargo del programa en Latinoamérica. Al principio dije que no, pero después acepté trabajar un año y bueno… sigo… hace 18 años”.
-Después se te cruzó la Academia Pontificia.
“Sí… las cosas se cruzan y uno, en su libertad, las asume. No es que yo hubiera andado buscando eso; o sea, lo de la fertilidad sí, pero los otros caminos se me fueron presentando como una consecuencia natural de lo que hacía”.
Aunque quisiera bajar el ritmo y mantenerse más tiempo con su familia, dice que cuando el dolor humano se presenta, es imposible negarse. Y cree que todo esto ha derivado en que su hija mayor ya es médico y la que la sigue está en quinto de la misma carrera. “A ellas también, en estos viajes, se les han ido cruzando muchas personas”.
-¿Si antes hubo un juicio, hoy tienen alta comprensión de tus ausencias?
“Es que nunca sentí un juicio, siempre sentí apoyo. Y eso no significa que no hubiera dolor y que yo no quisiera estar con ellos. Lo más lindo que me ha dado Dios es la familia, quiero mucho a mi familia, pero ahí hay una medida del amor; el amor y el dolor van de la mano, no hay otra”.
-Con esta agenda sobrecargada ¿te das espacio para algo más?
“El ski me trastorna y siempre tratamos de esquiar, una semana en Portillo, todos juntos. Me fascina estar con ellos, entonces cuando viajamos, me ayudan, participan y los tiempos que nos damos son los aviones, los trenes, el café”.
Lectora voraz, en general, no incursiona en la literatura contemporánea de ficción y prefiere quedarse en aquellas relacionada con sus ámbitos de acción, en aquella que “me haga crecer”. También es asidua espectadora de todas las películas de dibujos animados en compañía de su hijo menor; “soy fanática, me las veo todas”.
“A mí lo que me tira es mi casa, no lo dudo un instante; mis pensamientos, mi todo están ahí”, asegura.