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“Una madre debe ser un ser humano detenido, porque acoge”

29 de Enero de 2008 | 16:55 |
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Mónica Larraín nos recibe en su amplia casa de La Dehesa. En su escritorio-consulta, hay miles de libros, un computador, una mesa de trabajo y un sofá, pero también un canasto con juguetes, lápices y libros de la más pequeña de sus hijos, de tres años, que no se aleja de su madre durante toda la entrevista, pero que apenas interrumpe, sólo para preguntar por la grabadora y para pedir que la lleven a la casa de una amiguita, porque se ha alargado el tiempo que la psicóloga nos había destinado.

También entra su hijo mayor a saludarla, porque acaba de llegar. Ella lo presenta y se da tiempo, muy cortésmente, para ser madre al mismo tiempo que responde nuestras interrogantes.

Al ver cómo asume su rol y compararla con otros casos, la pregunta surge al instante:

-¿Qué pasa con las mujeres que viven para su trabajo y/o el éxito y que dicen tener la vida familiar solucionada gracias a las nanas o los abuelos?
“Esa comadre no entendió nada. Mientras más una madre esté detenida en su hogar- detenida significa sentada- todo pasa alrededor suyo. Si yo, en toda una tarde no me muevo de aquí, todo pasa aquí, TODO. Si uno como madre se anda paseando, todos andan en distintos lugares, porque la madre es el punto de referencia”.

-¿Tal vez por eso los padres suelen quejarse de los hijos que invaden la pieza del matrimonio?.
“¡Pero si es lógico! Si la madre está en la pieza, todo tiene que pasar en esa pieza, porque ahí está ella. Una madre debe ser un ser humano detenido, porque acoge. Si sólo pudiéramos hablar de eso haríamos una gran obra: presencia detenida, presencia que acoge y recoge, que vive la ternura… otro gallo cantaría”.

-¿Como se concilia con el afán de la mujer de destacar en la sociedad?
"Se concilia cuestionándose qué tanto destacas en la sociedad, cómo sales al éxito laboral. Si el tema de salir a trabajar te permite igual estar detenida en tu hogar y recoger, puedes hacerlo; pero si lo uno te impide lo otro, y no lo necesitas para comer, no lo haces. Cuando lo necesitas para comer, los niños lo saben, lo entienden y lo aceptan y, entre comillas, lo perdonan, lo viven bien.
“Al niño le cuesta aceptar la no presencia de su madre cuando es en vez de él y no por él o con él (remarca). El trabajo es ADEMÁS de la familia, pero un verdadero además, donde la prioridad no es molestia. Lo puedes conciliar, pero no porque otros hagan todo por ti…
Cuando un chofer va a buscar a un niño, no se da cuenta de la carita que tiene o de lo que le pasó en el colegio”.

-¿Y si va el papá, tampoco?
“No, si no es el rol de él, a no ser que sea un papá muy perceptivo, muy femenino. Su rol es ser masculino, pueden crecer en percepción, pero por algo somos dama y varón, fuimos creados distintos.
“El papel de la madre es ir creando como gota a gota; nosotras no tenemos algo que resplandezca, porque nada de los que hacemos resplandece mucho, aunque hagamos que todo funcione; se nota sólo cuando no funciona. Desde el mamá tení un género a ¿qué me pongo, mamá? La presencia de la madre, el acogimiento, esa ternura luce poco, pero lo hace todo. Está ahí para la actitud fea del hermano, para conversarlo, para amigarlos, para enseñarles lealtad.
“Porque si uno no está ahí para ver, no ve; entonces, te llaman del colegio por alguna actitud de tu hijo y te sorprendes. Si hubieras estado detenida, lo hubieras visto, por ejemplo: ella brilla, porque tiene buenas notas, está llena de amigos, pero no la viste en sus malos momentos, no estuviste ahí. Hay que aclararle que no todo lo que vale es la inteligencia”.

-¿Qué opinas, entonces, de los roles compartidos?
“Tiene que haber una profunda comprensión de lo que es la femineidad y lo que es la masculinidad; compartir los roles, pero con estos elementos siempre presentes. No puede ser que los intercambiemos. Por supuesto que hay padres que se comunican casi maternalmente, pero ese es él. El compartir roles significa que el padre y la madre sean frente al hijo lo que ellos son y le entreguen lo que vinieron a entregar”.

-¿No es hacer camas, ayudar…?
"Es mucho más profundo que eso. Esas son cotidianeidades que tienen que ver con cómo nos complementamos, porque nadie da lo que no tiene. Hay que dignificar las cualidades del otro”.

-Pero todo esto significa mucha reflexión y el mundo en el que vivimos no da tiempo para ella.
"Porque no hay silencio, no hay soledad; hay mucho activismo. Los niños se la pasan en talleres, en vez de estar en su casa jugando. Hay edades para cada cosa y se debe tomar en consideración muchos factores”.

-¿Cuál es el rol de los sicólogos, según lo que dices?
“Creo que debiéramos tener un rol mucho menos activo del que tenemos, yo creo profundamente en el rol de la madre. Muchas veces trabajo con los padres para que ellos hagan el trabajo. Sobre todo cuando el problema es con varios hijos y no con uno.
“Para mi gusto el rol del psicólogo es ayudar a ver, pero no hacer: no saco nada con reflexionar con un niño que vuelve a su casa a encontrarse con la no reflexión”.

- ¿Y en la adolescencia, cuál es tu visión frente a los excesos de los jóvenes?
"Es que el mensaje es en el fondo (lo dice ironizando) hay que pasarlo bien. Yo, personalmente, considero la adultez mucho más feliz que la adolescencia. El tema es que si considero que el tema de la adolescencia es pasarlo bien antes de ser adulto, por supuesto que es absolutamente legítimo que le des permiso para todo lo que sea pásalo bien. “La tarea de la adolescencia es mucho más profunda que eso, es el logro de la intimidad contigo mismo y para lograrla necesitas silencio, soledad, reflexión… el tipo que se lo pasa en el carrete no tiene tiempo para ello. ¡Los padres no tienen por qué aceptar todos los carretes!”

-Para muchos papás el que sus hijos se encierren es síntoma de angustia.
"Sí, es una muestra de angustia y la necesitan. Es maravilloso que estén solos; todos necesitamos intimidad, la falta de ella genera mucha irritabilidad.
“Hay tanto exceso porque no hemos comprendido que la tarea de la adolescencia no es el pasarlo bien, sino la búsqueda de uno mismo”.

-¿Qué te parece, a partir de este concepto, la sexualidad en la juventud, la exploración y masturbación mutua, que confiesan los jóvenes?
“Cuando piensas en la sexualidad, esta es la expresión corporal de lo que está pasando en una relación. Cuando llegas al acto sexual es una entrega total de tu cuerpo, porque yo entro en ti y tú me acoges, es una cópula, por eso se dice así. Cuando digo con el cuerpo lo que no estoy diciendo ni con el alma, ni con el corazón ni con la mente, estoy mintiendo… ¿Por qué decir algo que no estoy sintiendo con el resto de mí? Te exploro sexualmente, pero no te exploro intelectualmente, ni afectivamente ni espiritualmente; no busco conocerte, tan solo rebajarte tú… ponerte a precio de liquidación.
“Solamente lo pasas bien en el acto sexual cuando estás pensando en el otro y él en ti; si empiezas a pensar en ti, se te acabó el placer sexual total. El amor funciona cuando ambos piensan en cómo hacen feliz al otro. Mientras más esperes obtener, menos entrega, menos felicidad”.
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