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El paso del huracán y la fragilidad de la vida

09 de Noviembre de 2005 | 15:55 |
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Es primera vez que se siente tan preocupada mientras está en Chile. Su angustia se debe a lo difícil que resulta para una chilena haber estado en el medio de un huracán. Es cierto que vive hace años en Miami, pero hasta ahora sólo había tenido la experiencia de las tormentas tropicales. Este año, en cambio, el huracán "Wilma", literalmente, pasó por su casa.

Por eso, Jorge Ignacio, que tiene 10 años y Miriam Isidora, 8 ("¡Qué originales! ¿no?"), esperan que llegue una tía de Myriam a cuidarlos, que viajó al mismo tiempo que ella y su grupo se venían. Los niños se quedaron en la casa de una pareja amiga.

-Te acaban de llamar, pero quedaste nerviosa.
"Es que siempre los dejamos con familia, mi mamá, mi papá o una tía mía, que es la que está viajando. Pero igual la noche de ayer y el día de hoy he sentido la sensación de que están solitos, porque aunque están con una familia maravillosa, de toda nuestra confianza, un matrimonio espectacular, muy, muy amigos nuestros y los niños los adoran y están muy contentos, igual me siento extraña".

-¿Y ellos, se quedaron felices?
“No, lloraron mucho, primera vez, era como mamá no, no se vayan. Al principio no, estaban contentos de quedarse con Sarita y Vander y con el hijo de ellos con el que se llevan a las mil maravillas. Pero después se pusieron a llorar y cuando se fue el auto yo me destrocé, entré al avión llorando”.

Es el primer año que Myriam vive en vivo y en directo la época de huracanes en Miami y, para peor, el año que ha sido más violenta. Otras veces, fueron de menor intensidad en el sur de Estados Unidos o estaba en conciertos. Para “Katrina” evacuaron voluntariamente su casa y se fueron a un hotel. “Menos mal, porque no nos trató muy bien, se llevó un ficcus enorme, como de cien años; grande, de 11 metros de alto y de 9 o 10 de ancho entre follaje y todo, que había en el jardín, que cayó encima de la piscina y de nuestro dormitorio”, cuenta.

-Menos mal que evacuaron.
“Afortunadamente, porque de lo contrario hubiéramos estado durmiendo en el dormitorio. Pero, al otro día, al verlo caído te llevas una enorme impresión, es feo. Indudablemente, comparado con lo que pasó en New Orleans, te da hasta vergüenza contarlo, porque no tiene relación”.

-Pero como chilena no estás acostumbrada.
“Claro, te parece extrañísimo que el viento tenga esa capacidad de destrucción”.

Cuando se anunció que venía el “Wilma”, tomaron las precauciones necesarias y se fueron nuevamente a un hotel, porque tenían mucho miedo. “Ahí nos sentíamos más seguros, pero te digo que igual se reventaron ventanas y el viento que se sentía en nuestro piso, el último, el 24, era un ruiiiido, parecía de Halloween”, explica.

-¿Habías sentido miedo así?
"Daba mucho miedo, la sensación de que todo se rompiera, de que se volara el techo del edificio… cualquier cosa".

Cerca de las 7 de la mañana hicieron bajar a todos los huéspedes por las escaleras (los 24 pisos en el caso de Myriam y su familia); en medio de luces de alarma y parlantes que los llamaban a tranquilizarse, los llevaron a un salón en el medio del hotel, que no tenía ventanas y por lo tanto era el lugar más seguro. Además resguardado por policías y con atención constante de paramédicos.

-¿Y los niños?
"A ellos les pusieron películas; se sirvió un desayuno normal, tratando de mantener la calma, y los niños lo pasaron bien; en el fondo, es uno la que está nerviosa, porque igual veías las noticias, el ojo de huracán que se acercaba; vas viendo el mapa y el movimiento era… espantoso. Cinco horas en que, a la media hora, le decía a Jorge estoy mareada, me siento mal. Porque era un constante movimiento. Te sientas y sientes que el edificio se mueve, se mueve (hace gesto de vibración con las manos)".

-¿Es posible describirlo?
"Te paras y sientes la misma sensación que cuando parte el ascensor, pero constante… ¡Un temblor!, grado dos, tres, pero todo el tiempo.
(Se tapa la cara con las manos y cambia el tono de voz) "¡No, qué horror! Me imaginaba que de repente el edificio iba a salir volando o a estallar… no sé".

Una vez terminado este episodio, la familia Saint Jean Hernández volvió a su casa, pero el panorama que encontraron no fue nada de acogedor: más árboles caídos, los portones eléctricos volaron, los fierros retorcidos, la red del agua también. "No eres capaz de imaginar que el viento tenga esa fuerza; el espectáculo es terrible, todo regado, parece un basural. Es súper triste", dice.

-¿Estaban preparados para encontrarla así?
"En realidad, íbamos preparados para lo peor, para no encontrar la casa. Pero siempre le dijimos a los niños que no importaba, que daba lo mismo, porque estábamos juntos y sanos".

-¿Qué sentiste al ver tu casa en esas condiciones?
"¡Dios mío!, hay que construir de nuevo todo esto y arreglarlo y venía el concierto y el disco… miles de cosas. También ¿por qué estoy acá? ¿por qué no me voy a Chile?".

-¿Te lo planteaste en serio?
"Sí, en ese minuto, en el momento previo, durante y después también. Cuando ya pasan más horas, lo piensas con calma, lo analizas y, en realidad, la carrera nuestra se logra mucho más fácilmente desde allá; en términos de unión de familia, también, porque estás a menos horas de vuelo de cualquier lugar. Hay que estar ahí".

Myriam cuenta que todo era una catástrofe en su casa: se perdió la señal de los celulares, también los teléfonos, no había luz ni agua. Decidieron volver al hotel, pero estaba copado, pues a muchos les había pasado lo mismo que a ellos; así llegaron donde la pareja de amigos que los tiene albergados desde hace más de una semana y donde alojará la tía que va a cuidar a los niños.

-¿No podías traértelos?
"No. Allá la educación es muy estricta, con 10 días de inasistencia no justificada, les cancelan la matrícula, así tengan las mejores notas. Y entraban al colegio justo ahora".

-¿Cuesta mucho dejar a los hijos?
"Soy bien como mamá pollito y evidentemente, me cuesta, me cuesta mucho. Cuando quedan con mis papás me siento más relajada, porque son los abuelos, son familia. No es que no confíe en estos amigos, para nada, pero mi mamá es mi mamá y me quedo más tranquila. Aunque no cien por ciento, porque igual siento la pena del despego".

-Pero debe ser habitual que tengas que dejarlos.
"En realidad, el tiempo que más siento es el de Viña, el del festival, porque es el más largo. Los otros conciertos o eventos que hago, no es tanto tiempo… una semana, dos a lo más, pero estás en contacto; puedes ir por el día y volver o te los traes por el fin de semana… aquí no hay ninguna posibilidad".

-¿Y ellos que dicen? ¿Están acostumbrados?
"Nooo… me reclaman. Uno cree que más grandes van a entender y ¡no!, más grandes te critican el por qué ¿es tu concierto mamá o tus hijos primero?, tú dices que nos quieres tanto… entonces decide mamá.
"Les explico que éste es mi trabajo, pero ellos no entienden, tú dices que lo principal de tu vida somos nosotros y, entonces, no entiendo mamá… ¡tus conciertitos!. Igual son manipuladores".
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