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El porqué del quiebre

Las separaciones tempranas están en alza, a pesar de que los chilenos se están casando mayores y más consolidados.

10 de Noviembre de 2005 | 14:57 |
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El departamento de Paula (29) es grande, luminoso y está decorado con muebles de diseño. En las paredes abundan las pinturas de artistas conocidos, salvo uno que otro clavo donde alguna vez colgó fotos de su matrimonio. "Me siento en un departamento piloto. Todo está nuevo", dice riendo.

No es para menos, si la mayoría de las cosas fueron compradas hace poco más de un año, cuando se casó. Ahora está separada y viviendo sola en más de 150 metros cuadrados con los que no sabe qué hacer.

Cambio de visión

Una situación sin retorno, dicen las cifras. Según el censo de 1992, de quienes se casaron entre los 15 y los 29 años, los separados y anulados eran el 3,7%. En 2002, los jóvenes en esa condición llegaban al 6,6%.

Ante esto, la siquiatra y terapeuta de parejas, Ximena Fuentes, asegura que frases como "ya no son tan comprometidos" o "ven el matrimonio como algo desechable" no son sólo clichés, sino también visiones livianas.

"Creo que no va por ahí. Todos se casan con la ilusión de que es para toda la vida. El problema es que los novios de ahora viven en un mundo distinto, más hedonista, donde se privilegia la realización personal y la mujer está totalmente incorporada al trabajo", afirma.

Esto implica, a su juicio, la existencia de un modelo de vida al que muchos aspiran como la única forma de alcanzar la felicidad. "Por eso, ven el matrimonio como un espacio para autorrealizarse, para ser felices, exitosos y brillantes. Si no, lo dejan. Suena duro, pero la sociedad es así y nadie está ajeno a eso".

Llevado al plano de lo concreto, son pocos los que siguen arrastrando el problema, y, para varios, la opción es separarse.
Consultar durante el pololeo puede hacer la diferencia
Acudir a un terapeuta antes de dar el "sí" puede ayudar a muchos a obtener herramientas para resolver ciertos conflictos. La terapia de pareja hace rato que dejó de ser una instancia reservada únicamente para los matrimonios.

De hecho, los terapeutas reconocen un aumento en las consultas de pololos que tienen problemas o que, simplemente, quieren tener más herramientas antes de decidir si se casan. "Es una buena oportunidad, antes de tomar la decisión, para enfrentar lo que viene", dice la sicóloga de parejas Perla Sanhueza. "Vienen a aprender a comunicarse, a negociar, a tener más herramientas para enfrentar problemas que ellos saben que se van a presentar".

Lo básico, agrega, pasa por no dar por resuelto un conflicto si no se ha llegado a acuerdo. "Ambos tienen que asumir que van a tener que ceder y ser tolerantes para lograrlo. Pero lo importante es que se haga, porque de otra manera lo más probable es que el conflicto nunca llegue a su fin".

Aprender a hablar -sin irritarse- sobre temas que parecen complicados (como los culturales, religiosos, económicos) e incluso del proyecto de vida que ambos tienen, también es básico.

Pero la terapia no sólo da ciertas claves para solucionar las diferencias, sino también puede anticipar un fracaso matrimonial si las posturas son irreconciliables y no hay ánimo de ceder.

¿Quiénes consultan? Desde jóvenes que han ido antes al sicólogo y lo ven como una buena herramienta para zanjar conflictos, hasta aquellos que tienen temor al compromiso o incluso problemas sexuales.

"Las dificultades sexuales no tendrían por qué solucionarse con el matrimonio, sino más bien trasladarse a este escenario. De ahí la importancia de tratarlas a tiempo", admite la terapeuta Claudia Cáceres. Y añade: "En el mejor de los casos, hay parejas que tienen una vida sexual más plena después de casados, dada la mayor libertad y tranquilidad de su nueva situación".



Sin embargo, la profesional asegura que se trata de una situación que se puede prevenir y el caso de Paula así lo demuestra: "La mayoría de los conflictos que pueden llevar a la disolución temprana de la pareja aparecen durante el pololeo". Por lo mismo, es tajante en decir que eso de que "con el matrimonio va a cambiar" nunca resulta, y que lo único útil es darle la cara a los problemas antes de dar el sí.

Una particularidad que pudiera influir en que algunos puntos débiles de la relación pasen inadvertidos es que la mayoría de quienes se están casando actualmente tienen relaciones sexuales prematrimoniales. Más allá de cualquier juicio de valor, la sicóloga y terapeuta de parejas Perla Sanhueza opina que "efectivamente es una instancia donde la pareja puede conocerse sexualmente y detectar problemas". Sin embargo, también advierte que "cuando el pololeo es corto y con mucha actividad sexual, ésta puede convertirse en una cortina de humo tras la cual se ocultan los conflictos, los que irremediablemente van a aparecer después".

Esta descripción parece sacada de la vida de Andrea (30). Separada hace un par de meses luego de casi tres años de matrimonio, reflexiona sobre la causa del quiebre. "Ahora me doy cuenta de que nos conocíamos poco: pololeamos como seis meses y decidimos casarnos al tiro". Según cuenta, al principio todo era "puro amor", porque "teníamos una vida sexual exquisita y estábamos en plena etapa de conquista". Una tónica que no se dio una vez casados, "cuando el trabajo de ambos y el carrete afectaron nuestra intimidad".

De hecho, el estrés y las exigencias laborales en hombres y mujeres son otro factor importante a la hora de explicar los rompimientos prematuros.

Según la terapeuta del Instituto Chileno de Terapia Familiar, Claudia Cáceres, "a los estudios de especialización les siguen los de súper especialización, y así sucesivamente en una carrera en la que se puede perder de vista al otro y encontrarlo más tarde en una crisis difícil de solucionar, pues en la falta de cercanía e intimidad de esos años tampoco aprendieron cómo resolver las diferencias y los conflictos".

Perfectos desconocidos

La siquiatra Ximena Fuentes coincide: "Hoy día los jóvenes están súper ocupados trabajando en ambientes tremendamente competitivos que los estresan, entonces dejan para la pareja el tiempo que les sobra, durante el cual generalmente están cansados y malhumorados, lo que no hace más que empobrecer la relación".

Martín (30), al menos, culpa de su quiebre matrimonial a la adicción al trabajo de su ex señora. "No sólo llegaba a las diez de la noche, sino que, además, viajaba mucho. Al final, como no nos veíamos, nos convertimos en dos perfectos desconocidos porque durante mucho tiempo no teníamos espacios para hablar ni siquiera de lo que habíamos hecho en el día. Dejamos de ser pareja".
Un cambio que, según la siquiatra, plantea un nuevo desafío a los matrimonios jóvenes. "Antes uno era dueña de casa y mamá, mientras que el hombre era el proveedor. Ahora los roles de ambos no sólo han cambiado, sino que son menos rígidos, lo que hace más difícil identificarse en la vida de pareja".

La convivencia previa no garantiza el éxito

Esta práctica, cada vez más común, puede ayudar, pero no asegura nada. Es uno de los cambios culturales que se está viviendo hoy y que cada día toma más fuerza. Según el Censo 2002, son 337.066 los jóvenes entre 15 y 29 años que deciden convivir sin pasar antes por el Registro Civil. Una cifra que casi triplica la de 1992 y que, los expertos auguran, seguirá creciendo.

"Los jóvenes no rechazan la vida en pareja, sino el matrimonio. A esta institución la señalan como culpable del fracaso de muchas relaciones y así pierden de vista sus propias culpas en este fracaso, como la responsabilidad en la elección y el manejo de los conflictos al interior de la pareja", afirma la sicóloga del Instituto Chileno de Terapia Familiar, Claudia Cáceres.

Pero... ¿convivir es una buena prueba antes de casarse?

"Es un buen ejercicio", asegura la sicóloga Perla Sanhueza. "La pareja que convive no tiene la presión social de los matrimonios, ni siquiera se les exige tener hijos y todo eso puede hacer que su relación fluya mejor, pero no es sinónimo de que les irá bien en el matrimonio".

Y es que convivir o no convivir parece no ser siempre la cuestión para saber qué futuro tendrán los novios después de pisar el altar.

"Hay parejas que conviven años y se conocen menos que pololos que viven separados. El conocerse más o menos no va por eso", añade la siquiatra Ximena Fuentes.

Y Claudia Cáceres coincide: "Desde el punto de vista sicológico, la diferencia no la hace el modo de convivencia (casados o no), sino el cómo participen en ella cada uno de los miembros; su nivel de madurez, compromiso y responsabilidad en la solución de las dificultades".

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