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Una identidad construida a pulso y dolor

25 de Noviembre de 2005 | 09:41 |
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Adentrarse en el mundo privado de Clarisa Hardy es descubrir una serie de dolores y alegrías que ella trata de ocultar, pero que, finalmente, la traicionan y muestran intensamente sensible.

Nacida en Buenos Aires, a los cinco años llegó a Chile con sus padres y tres hermanos y por eso, nunca tuvo conciencia de que no era chilena, hasta que, por los avatares del golpe militar, se enfrentó a la dura realidad de que no tenía papeles ni de aquí ni de allá.

“Descubrí que era argentina a los 26 años, porque, tras el golpe, pasé a ser parte de los once mil terroristas extranjeros que habían en este país”, dice tratando de bromear. "La nacionalidad me la gané, en justicia, cuando volvió la democracia”.

-¿Nunca tuviste dos corazones?
“No, me encanta la Argentina, pero me siento absolutamente nacida en este país”.

-Qué difícil tener dos pérdidas simultáneas, alejarte de tu familia y no tener nacionalidad.
(Se le humedecen los ojos y habla lentamente) “Me creó un problema serio de identidad, se me generó una suerte de crisis”.

Aunque sus orígenes son judíos, estudió en la Scuola Italiana, donde a pesar de ser excusada de ir a clases de religión, el sacerdote nunca perdió la fe de poderla convertir. No lo consiguió y la fuerza de su credo la descubrió, precisamente, cuando tuvo que salir a México, en 1974, y debió volcarse a buscar sus raíces para detener “el tambaleo” que le gatilló el descubrimiento de no tener patria.

-En una oportunidad señalaste que lo positivo del exilio fue que pudiste dedicarte a tus hijos.
“Absolutamente, fue la mejor época familiar, practique mi maternidad a full y aunque trabajaba, tenía horario. Soy defensora de la flexibilidad de la jornada laboral y allá pude optar por la media jornada mientras mis hijos fueron chicos.
“Nunca me voy a arrepentir de eso, sentí que me desarrollé profesionalmente, pero estuve cerca de ellos. Fue una opción premeditada porque ellos vivieron una cosa muy fuerte con este exilio; cuando yo partí, ellos se quedaron por unos meses con mis padres y ese período de separación lo resintieron Marcos y Ariel. Además, fue saldar una deuda, porque durante la UP trabajé muy poco consciente de que era madre”.

Estudió psicología en la Universidad de Chile; tras casarse y titularse, partió con su marido economista a Oxford, Inglaterra, donde derivó a la antropología social y tuvo su primer hijo. Todo rápido.

El segundo hijo nació en Chile, cuando ya trabajaba, “con alta insatisfacción”, de profesora en la Escuela de Psicología. Más tarde vino su paso por la CORFO, el exilio -del cual regresó en 1983-, la Academia de Humanismo Cristiano donde se especializó en temas campesinos y pobreza y su separación.

Se suman los cargos que desempeñó en los primeros gobiernos de la Concertación: jefa de programas sociales del Fosis, con Aylwin, y secretaria ejecutiva de la Fundación Nacional contra la Pobreza, con Frei, y su vinculación a Chile 21 desde que se fundó, en 1995.

Luchadora y consecuente, hace algunos días, cuando la provocadora Pamela Jiles fue despedida de TVO, Clarisa redactó inmediatamente una carta de renuncia a su participación como panelista estable del programa “Vamos como avión”. En palabras de ella: más que una reacción corporativa de género, se trata de defender, con convicción profunda, la democracia.

-Dos hijos hombres, ¿añoranzas de una mujer?
“Mucho” (y se le entornan los ojos).

-A lo mejor por eso el tema de la mujer te fascina.
(Se ríe) “No… yo era bastante ajena a los estudios de género; esto es más bien reciente”.

Y aunque lo es, Clarisa encontró una explicación en su pasado: en su estada en Inglaterra descubrió que su bisabuelo rabino, bastante famoso, fue quien modificó la ortodoxia de la liturgia judía, permitiendo que hombres y mujeres pudieran estar en el mismo piso en la sinagoga y que ellas pudieran leer la Tora. “Yo creo que por ahí partió la cosa, una suerte de reivindicación”, señala.

Su padre, el cineasta Boris Hardy (aunque el apellido original es Hirsch, igual que el del candidato humanista, pero que fue cambiado cuando sus abuelos llegaron a Argentina) le heredó el gusto por el séptimo arte.

-¿A qué dedicas tu tiempo libre, además del cine?
“Mucha vida social no hago, tengo un reducido grupo de amigos que, verdaderamente cultivamos la amistad. Hago natación y Pilates, partí casi por razones médicas y terminé disfrutándolo.
“También escribo mucho, he ido a talleres literarios pero no con la intención de publicar. Algunos dicen que lo hacen en vez de una sicoterapia” (y se ríe).