Se larga a reír cuando se le pide precisar la edad. “Chuta… creo que 38 todavía”, dice.
Viste en forma extremadamente sencilla, quizás reflejando una estética minimalista que ha adquirido de tanto viaje al otro lado del Pacífico y que resalta más por su altura y delgadez.
De hecho, la Claudia Bobadilla de hace 10 años es, en apariencia externa, diferente: se toma el pelo en un moño y no usa una gota de maquillaje ni tampoco joyas, lo que no quiere decir que antes fuera recargada. Pero hay otro estilo en ella.
Separada, con dos hijos preadolescentes (el mayor de 12 años), reconoce que en sus primeros años de matrimonio vivió la tensión de tener que compatibilizar el trabajo con la casa.
“Sentía que tenía ganas de trabajar -a mí no me da lo mismo no trabajar, me importa y lo necesito- y entonces veía que tenía pocas posibilidades de hacerlo. Mi ex marido (el abogado y Super Alejandro Ferreiro) es muy inteligente y también quería hacerlo lo mismo y si no teníamos un acuerdo para distribuir las responsabilidades familiares, la cosa iba a ser re difícil; creo, que los dos no supimos llegar a un acuerdo”, explica.
-¿Y en qué momento has sentido que has logrado un equilibrio?
“Creo que… desde este año; el año pasado olfatee que la cosa iba bien encaminada”.
-¿Flexibilizaste el horario?
“No, he aprendido a trabajar yo, a trabajar más en equipo. Una de las cosas que me tiene más contenta este año es haber logrado armar un equipo bueno, he aprendido a delegar, pero estar encima, he aprendido a confiar más en el equipo con que trabajo”.
-¿También has aligerado la culpa?
“No, no arrastro ni una culpa.
“Creo que desde que puedo conversar con mis hijos lo he conseguido. Cuando son chiquititos uno no puede tener esa relación, pero ahora están más grandes y veo que tienen opiniones. El mayor me dice ya mamá, corta la tontera y vente para la casa porque quiero hablar contigo. Cuando les dije que quería estudiar me dijeron qué bueno mamá, me gusta, quieres volver a ser joven y eso me dio risa. Ellos han ido entiendo y tenemos una negociación sobre las cosas que podemos hacer y que no”.
-Tus viajes te han hecho adoptar algunas prácticas orientales como la meditación. ¿Qué has rescatado?
“Bueno, la estética japonesa, o sea, mi casa si pudiera no tener nada, genial; minimalista totalmente. La ropa creo que también la ido cambiando, pocos colores, y tiene que ver más con lo Zen.
“No soy una fanática de la meditación, pero si aprendí a respirar bien y eso es bueno; y a no ser ansiosa, a soltar un poco, que no es abandonar, pero si esperar que pase y si no pasó, no importa, ni un drama”.
-Eso es vivir con otra filosofía de vida.
“Sí, te juro que eso ha sido un gran cambio y eso me ha ayudado”.
-Entonces, claramente te tienes que estar dando algunos espacios para ti.
“Si, me doy hartos. Hago gimnasia, me gusta y entretiene porque uno está concentrado, no hay teléfono; leer, bueno siempre he leído, porque soy noctámbula y me cunde harto el día; cocinar, inventando cosas, ahora dijeron que estaba poco renovada así que voy a tener que mejorar el recetario”.
Se autodefine como “casera”, prefiere estar en su casa antes que ir a fiestas o cócteles y por supuesto, le encanta viajar.
-¿Qué proyecto personal tienes adelante?
“Me estoy cambiando de casa, en marzo. Quiero hacer mi casa, desde que me separé no he construido mi casa, he andado en casas temporales, entonces quiero hacer un lugar donde estar, espero, mucho tiempo. Quiero que sea un espacio muy rico y quiero dedicarle tiempo, cabeza y emoción a eso y...”
-¿Qué más?
“Quiero estudiar desarrollo de políticas públicas”.
-¿Claudia Bobadilla daría un paso al servicio público?
(Pone cara de horror) “No, me encanta pero desde lo privado. Estar en lo público es una imposición que no tengo ganas de sentir. Los tiempos son mucho menos de uno, la decisión de si estoy o no en tal cosa depende menos de uno, porque uno no se está representando solo, sino al gobierno.
“Uno deja de ser dueño de su tiempo, de lo que quiere o no decir y eso sí que lo valoro. La libertad es lo que más valoro en el mundo”.
